¿Indisciplina o delito?
Roberto Pérez Betancourt
En el discurso habitual el maltrato a la propiedad social forma parte de la lista de las llamadas “indisciplinas sociales” que cometen algunos individuos, pero en realidad en muchas ocasiones se trata de verdaderos delitos que ocasionan daños a bienes materiales que han sido puestos a disposición de la sociedad, y también a personas naturales que sufren maltrato.
La palabra delito deriva del verbo latino delinquere, que significa abandonar, apartarse del buen camino, alejarse del sendero señalado por la ley.
Los autores de esos hechos fomentan malos ejemplos y deben ser enérgicamente reprimidos por las autoridades competentes.
El asunto se escucha con mayor frecuencia en la antesala de la consulta médica, paradas de ómnibus, bodegas, placitas y otros establecimientos comerciales… Se critica el maltrato a los ómnibus por parte de inescrupulosos que juran amor eterno a otro, pintando o raspando el metal con una cuchilla; también el mal hábito de abrir huecos en aceras y calles en busca del salidero perdido sin permiso de alguien, para dejar luego la zanja abierta, que se irá convirtiendo en bache en expansión.
Se señala a quienes en afán de abrir paso a un vehículo hacia su garaje personal demuelen aceras e improvisan rampas desde la calle, interrumpiendo el flujo de las aguas; también a quienes descargan sus iras contra los teléfonos públicos; los que usan la calle para depósito de materiales de construcción y desechos; o improvisan allí talleres automotores y de chapistería; los trasnochados que rompen bancos de parques, deambulan con sus bocinas portátiles sin escatimar decibeles y se enorgullecen dañando jardines y arboles…
La lista es larga y tristemente conocida. Quienes comentan aluden a la impunidad con la que acostumbran actuar los indisciplinados y delincuentes.
En el rosario de ilegalidades debe incluirse a los que gustan de abusar de los más pequeños y desvalidos, me refiero a los forzudos practicantes del buling, que llegan incluso a exigir recompensas a cambio de protección frente a otros mayores en escuelas y comunidades.
Recientemente referí cómo un anciano le llamaba la atención a mozalbetes de uniforme escolar, empecinados en probar puntería sobre una farola encendida a plena luz del día. La respuesta de los criticados fue emprenderla a pedradas contra el hombre, que, frustrado en su buena intención, se apresuró a dejar la escena.
Es imprescindible que se deje ver y se sienta más el rigor de la supervisión de los encargados de garantizar que la minoría de depredadores no siga inspirándose en hacer lo que les venga en ganas, sembrando malos ejemplos, sin sentir la necesaria represión contra indisciplinados y delincuentes.
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