El Orgullo de ser humano y buena persona
Roberto Pérez Betancourt
Hablar de sexo y de sexualidad está de moda. Se perdieron miedos antiguos. Ya no solo somos masculinos o femeninos.
La sociedad cada vez más acepta mejor la existencia de homosexuales, personas cuyas apariencias somáticas pueden ser más o menos diferentes a sus inclinaciones y preferencias sexuales reales, incluidos bisexuales, transgéneros, transexuales, travestis, y otros humanos que confiesan gustos especiales, tales como la convivencia e intercambio de experiencias múltiples y gregarias.
En contextos donde rige la economía de mercado capitalista y los medios de difusión se rigen por valores que privilegian la obtención de ganancias monetarias, lo sexual se manipula y edita para elevarlo a categoría de máxima preferencia televisiva y radiofónica, porque vende más publicidad, que quiere decir ingresos monetarios para los que se aprovechan y alimentan el gusto por el morbo sexual y sus variantes.
Tales medios explotan conductas y categorizaciones psicológicas con prefijos de parafilias y fobias en un universo de guiones ficticios y especulativos, “inspirados en la realidad”, donde el calificativo homofóbico gana espectacularidad.
Homofóbico, en el argot de moda, no significa fobia al hombre, sino al “gay” y califica a personas que no aceptan lo homosexual y otras formas que se aparten de la clásica división de hombre y mujer, llamados heterosexuales.
Estos heterosexuales son habitualmente capaces de cumplir el rol natural de formar parejas y de procrear, es decir, de reproducir a la especie humana. Pero no se excluye de esa posibilidad a homosexuales de uno y otro sexos que conserven sus atributos biológicos reproductivos masculino o femenino, según el caso, por lo cual estos también pueden elevar la población del planeta, aunque no sea lo más común.
Para otros usos y satisfacciones personales se inventan la proliferación de alquileres de vientres, donación de esperma, adopciones controversiales de chicos y de chicas, incestos y etcéteras, y así llegamos a expresiones tales como “el orgullo gay”, que rinde culto al homosexualismo, de lo que podríamos intuir que también podría existir el “orgullo heterosexual”, pero de este no se habla porque no vende.
Me parece muy bien el respeto a todos, pero muy mal el proclamado orgullo de pertenecer a una u otra tendencia o preferencia sexual.
En mi modesta empírica opinión, con perdón de los novísimos sexólogos y otros entendidos que se ocupan seriamente de estos temas, sería mejor sentir orgullo de ser buena persona, honesta, sincera y sin dobleces, de no prestarse a shows parlantes, espectaculares y difamatorios, esos que el famoso cargue televisivo cubano reproduce, en los que se explotan y ridiculizan conductas y se induce a exacerbar ánimos, todo para vender y ganar dinero. (TVY)(21/12/15)
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