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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Juventud y la Memoria Histórica

Juventud y la Memoria Histórica

 Roberto Pérez Betancourt

¿Es la juventud sinónimo de inmadurez o falta de preparación? Sería un error monumental afirmar lo anterior como verdad.

Todos los que nos consideramos adultos, alguna vez fuimos jóvenes, y aun de mayores en alguna que otra ocasión seguimos actuando como inmaduros y hasta tiernos adolescentes, perretas e incomprensiones incluidas.

Pero es cierto que la juventud tiene sus propias expectativas en cualquier época, las que incluyen por lo general el afán de progresar, disfrutar de los avances tecnológicos y construir una vida propia agradable y satisfactoria. ¿Es esto criticable?

En opinión de este comentarista, quien así lo crea y los proclame como verdad absoluta está más ciego que un invidente total y causa en los jóvenes el rechazo al diálogo, al debate y a la comprensión.

De acuerdo con el doctor Eusebio Leal, historiador de la ciudad de La Habana, se necesita sincronizar el discurso con las nuevas generaciones.

Lo afirmó Leal en reciente diálogo con periodistas, donde recordó que los jóvenes no vivieron otras etapas, por lo cual parten de los referentes de sus circunstancias, lo que implica entonces atraerlos con las ideas.

En otro momento, Eusebio Leal afirmó que el subdesarrollo genera la falta de memoria histórica, por lo que esta debe ser cultivada sin saturaciones. De lo que se trata, indicó el laureado intelectual cubano, valorando el papel de la escuela cubana y del insustituible rol de la familia, es de crear más discípulos que alumnos, para que los más nuevos puedan valorar y seguir la obra a partir de las convicciones, evitando las solemnidades extremas y apostando por humanizar, bajar a los héroes de los pedestales, acercarlos con humildad y mostrarlos como las personas que fueron, sin simplificaciones.

De lo dicho citó como ejemplo los hermanos Saíz Montes de Oca, jóvenes pinareños que desde un pueblito apartado y pequeño supieron dejar un legado tan imperecedero, sobre todo por la educación y la influencia familiar que recibieron.

La familia, sin dudas, la que más puede contribuir a que hijos y nietos no se pierdan en el remolino del tiempo y en cualquier circunstancia y lugar sigan abrazando los ideales de justicia social de sus padres y abuelos.

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