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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Henequén, nuevos propósitos y realidades de una histórica agroindustria matancera

Henequén, nuevos propósitos y realidades de una histórica agroindustria matancera

 Roberto Pérez Betancourt

Leo: “El deseo de afianzar el fomento del henequén, a fin de incrementar su presencia en la producción de sogas y cordeles, acapara la atención de la Empresa Nacional de Fibras Naturales, entidad de reciente creación”, según nota del colega Ventura de Jesús en el sitio digital del diario Granma.

Esa in formación me despierta el optimismo, al tiempo que me recuerda que no es la primera vez que tales propósitos de anuncian, y por tanto revivo recuerdos, personajes y tiempos pasados entre trabajadores que dejaron la vida laborando en tierras y fábricas donde se cultivaba y se procesaba la noble fibra dura…

De acuerdo con la fuente citada, Enrique Almeida Ruiz, director de la novísima empresa, “lograr el renacer de ese cultivo en un plazo lo más breve posible constituye prioridad para el país, sin descartar la exploración en torno a otras plantas fibrosas y multiusos como el kenaf y el coco”.

Recordemos: En la primera mitad de la década del 60 del pasado siglo, las varias industrias que trabajan la fibra del henequén en tres provincias cubanas, centralizaron esa actividad en la veterana fábrica de Jarcias de Matanzas, nombrada Julián Alemán tras el triunfo de la Revolución, en honor a su joven obrero, integrante del Movimiento 26 de Julio, quien fuera torturado y asesinado por esbirros de la tiranía batistiana.

Tanta fue la maquinaria recolectada que una buena parte de ella fue donada a un país africano para el fomento de la industria de henequén.

La historia de la Fábrica Jarcias databa de finales del siglo XIX. En enero de 1962, tras haberme graduado en el Curso de Administración del Ministerio de Industrias, asumí la dirección de esa fábrica.

Sus variados productos incluían desde calabrotes de jarcias marineras de diferentes calibres, hasta sogas trepaderas- especiales para los escaladores de palmas y cocoteros-- lazos para los vaqueros de las entidades ganaderas, y decenas de otras variedades de sogas, cordeles e hilos, además de estopa de henequén, todos productos de alta demanda en los mercados europeos, asiáticos y Canadá, que especialmente importaba los rollos de hilos “Binder y Bander twine”, pues su calidad reconocida competía exitosamente en el mercado internacional.

Los talleres de mecánica y fundición de la Jarcia producían el 99 por ciento de las piezas de repuesto que necesitaban los departamentos de producción de la propia industria, e incluso resolvían numerosas necesidades de otras empresas matanceras.

A ese prestigio contribuía la experiencia y profesionalidad de los técnicos y obreros de la fábrica matancera, por entonces la más importante de la provincia, habida cuenta la Rayonitro y la Cubanitro habían reducido drásticamente sus producciones de cuerdas de rayón y fertilizante nitrogenado.

Gracias a la visión del Comandante Ernesto Che Guevara, a la sazón ministro de Industrias, el taller de sogas Amado Cuéllar, de Cárdenas, dotado con la más moderna maquinaria de entonces, no se cerró y prosiguió sus labores en un sitio estratégico, como apuntada el titular.

En 1962 el promedio de edad de esos trabajadores rebasaba los 50 años. Sin embargo, el ausentismo laboral no superaba el uno por ciento. Se trataba de una fuerza laboral muy calificada y de hondo sentido de pertenencia y disciplina forjada bajo el rigor de los empresarios capitalistas, frente a los cuales había librado fuertes batallas sindicales, y se sentía orgullosa de su industria y de la calidad de lo que producían.

Con la Revolución triunfante llegaron los beneficios sociales: el pago del ciento por ciento del salario por enfermedad y pensiones con la totalidad del salario. Esta realidad, conjugada con el envejecimiento natural de los obreros, impuso lo inevitable: la progresiva y pronta jubilación de aquellos obreros y técnicos, al tiempo que en las plantaciones el henequén languidecían también por falta de brazos que se aplicaran en un trabajo considerado el más duro del campo, especialmente el corte y acarreo de las punzantes pencas, que cedía ante otras oportunidades de empleo, mejor retribuidos y considerados.

A esa situación se unió un creciente criterio empresarial “ de arriba”, en el sentido de de que “las fibras plásticas reemplazarán al henequén y este no tiene futuro”. Falso, afirmaba Pablo Esclarazán el entendido jefe de producción de la Jarcia, quien se desempeñara durante años como superintendente de la industria capitalista.

Falso, repetían otros expertos como Sebastia y Amado González, quienes recordaban “donde se necesite fricción de la cuerda el henequén, bien trabajado, saldrá en ventaja”.

Pero el henequén cedió ante realidades económicas que impedía renovar la vieja maquinaria, criterios empresariales estrechos dimanados de las alturas ministeriales contra los cuales la Empresa de Fibras Duras no podía oponer resistencia, por la cesión de las mejores tierras henequeneras en Juraguá, Cienfuegos, para otros proyectos, y sobre todo por la ausencia real de mano de obra en el campo.

“Pero la Jarcia también ha trabajado exitosamente durante años con fibra importada de México, de alta calidad”, aducía el amigo Rafael Díaz, apodado “Chimochenco”, viejo henequenero, sindicalista y comunista, que compartía iguales razonamientos con colegas, amigos y técnicos de la Jarcia.

Sin embargo, no fue posible. La industria matancera languideció y desapareció el amplio surtido de productos que salían e los departamentos de torcido, hilado y cordelería que anualmente sumaban miles de toneladas para las empresas agropecuarias, la pesca, otras industrias nacionales y el Comercio Exterior.

La nota de hoy:

La nota de Granma a la que aludimos al inicio expresa textualmente:

Del total de la producción de sogas y cordeles el año anterior (136 toneladas) en la vetusta industria matancera Julián Alemán, apenas un volumen superior a las 40 toneladas se logró con fibra de henequén, producto ecológico muy apreciado en el mercado.

Indicó Almeida Ruiz que el programa para la supervivencia y desarrollo de este cultivo con alto potencial contempla la siembra de entre 300 y 400 hectáreas anualmente. Este año debemos plantar 219 hectáreas y unas 260 en el 2018, lo cual es una prueba de que no cejaremos en el empeño por rescatarlo. Afirmó que para reanimar los sembrados necesitan crecer en los campos de posturas, razón por la cual en estos momentos refuerzan el área de vivero en las UEB localizadas en Matanzas, Mariel y Cienfuegos, donde hoy se concentra el fomento de la planta textil.

Significó que en la actualidad existen 809 hectáreas en desarrollo y 542 en producción, un cultivo que requiere de un ciclo de cinco años de maduración a fin de estar aptos para el corte y es una de las labores más difíciles del campo.

La fabricación de sogas y cordeles tiene como destino básicamente el sector de la agricultura, y de manera muy particular la campaña tabacalera. Del plan de 532 toneladas correspondiente a este año, ya entregaron un volumen cercano a las 290 toneladas. Tanto el proceso de desfibrado de las pencas como la elaboración industrial descansan en añejas máquinas, que por razones lógicas limitan la eficiencia y los rendimientos en ambos casos.

Otro de los desafíos para devolverle esplendor a este cultivo en Cuba pasa por completar la plantilla en la actividad de cortadores, así como certificar la calidad de la siembra y garantizar los manejos adecuados, un mal cuyo remedio está en manos del colectivo de la empresa, reconoció Almeida Ruiz.

Recordemos: No es la primera vez que se anuncia el rescate del henequén.

Ojalá las nuevas noticias sean abonadas con trabajo eficaz y constante y podamos verdaderamente asistir al rescate de la agroindustria que nunca debió de desaparecer, a pesar de la diversificación de ofertas de empleo en Matanzas, una provincia de Henequeneros, no solo en la pelota, porque el equipo local  tomó su nombre de la gran tradición de los obreros, los del campo y los de la ciudad, los de la plantación, los tendales y las ruidosas maquinarias que durante más de un siglo llamaron a los obreros con un fuerte pitazo a trabajar tres turnos diarios, desde las tres de la madrugada.

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