¿Pagar o morir?
Roberto Pérez Betancourt
Juanillo, el hijo de mi amigo habanero Juan, aprendió a mecaniquear autos con su padre, quien a su vez se había hecho del oficio “cortando huevos, como se aprende a capar”, le gustaba decir, entre sonrisas y tragos de aguardiente, sin salir debajo de un Chevrolet, un Pontiac u otro auto de fabricación estadounidense, llamados en la Isla ”almendrones”; “de carrocería dura y mecánica posible con un torno o una fresadora y mucha imaginación cubana”, afirmaba Juanillo , cuando decidió marcharse al vecino del norte “… a probar fortuna, consorte, tú sabes, el “sueño americano, como dicen en las películas…”
El padre lo alertó: “También en los noticieros hablan de la pesadilla de los emigrantes en ese país, mijo”.
“Sí, pero yo soy cubano, y tengo beneficios extra si llego a la Yuma, viejo”- ripostó Juanillo, y se marchó lleno de ilusiones.
Durante un tiempo no tuve noticias de mi amigo hasta que un día, de paso por Mantilla, me enteré del suceso: “¿Juanillo?, se murió en Miami de una parasitosis. Sentía dolor en el abdomen, según me refirió en una carta, pero no iba al médico por lo que tenía que pagar. Allí caminan autos modernos, de otra mecánica que él no conocía…Ya no le dan a los cubanos los beneficios de antes, ‘cuando le ponían un cheque dorado en la punta del anzuelo con la zanahoria envenenada’, como escribiste una vez… ¿Te acuerdas?... Cuando los amigos llevaron a Juanillo al hospital ya era demasiado tarde, no sobrevivió porque no podía pagar”, me comentó el padre sexagenario con la tristeza colgándole de las ojeras.
El drama de los que enferman sin poder pagar
La situaciíon de los migrantes en Estados Unidos es verdaderamente dramática en materia de salud, sobre todo cuando no cuentan con papeles que hayan legalizado su estancia en ese país. Unos no van a los centros asistenciales por temor a que los deporten, y otros no lo hacen simplemente porque no pueden pagar, y solo les queda la opción de ponerse a rezar, la caridad pública y recurrir a las hierbas de la abuela, anhelando que solo sea un leve resfriado…
Un seguro médico puede exigir mensualmente el equivalente monetario de la renta y la comida. Una gripe ante el médico significa entre 100 y 500 pesos de gastos, sin incluir medicamentos, refiere en Internet una públicacion estadounidense de habla hispana.
Una ambulancia puede cobrar entre dos mil y tres mil dólares. Un parto en centro hospitalario no baja de 10 mil dólares. En EE.UU. las facturas médicas suelen ser la causa de la bancarrota de numerosas familias.
Maria Romero, inmigrante mexicana indocumentada residente en Texas desde hace 20 años, relata que en caso de que ella o sus hijas enfermen, tiene que destinar hasta el 50 por ciento de sus ingresos para atenderlos, y que en ocasiones ha tenido que diferir la compra de los medicamentos indicados por carecer de dinero. Pero ella conoce casos peores, de los que tuvieron que regresasr a sus respectivos países de origen ante la enfermedad y la disyuntiva de pagar o morir.
Aunque existen algunas organizaciones no gubernamentales que auxilan a los migrantes en EE.UU. para consultas médicas y algunos medicamentos, en la práctica no disponen de recursos suficientes habida cuenta la gran demanda de servicios que afrontan. En estas instituciones crece el pesimismo ante las políticas anti-inmigrantes de la actual administración de Donald Trump, que amenaza con cortar absolutamente las posibilidades de asistencia a los indocumentados.
Los cubanos emigrados han sido considerados “privilegiados” por parte de sus compañeros de aventura procedentes de otros páises, tomando en cuenta los beneficios extraordinarios que antes recibían los procedentes de la Antilla Mayor, en función de la política anticubana de los gobiernos norteños, instigadores de la migración de los isleños a cualquier riesgo, a fin de entorpecer el desarrollo socioeconómico de Cuba.
Pero esos privilegios han ido quedando atrás en la historia. En la actualidad los cubanos que de alguna forma logran burlar la frontera estdounidense se ven en situaciones muy parecidas a las de otros inmigrantes de Centroamérica, Sudamérica y el Caribe.
Juanillo no es un hecho aislado en esta historia. Son millares las que quedan por escribirse. Después de todo, el oropel y las lentejuelas no pueden encubrir todo el tiempo las realidades de la vida misma, en el asfalto, en las calles, entre latones de basuras, en factorías, en los pasillos de eterna espera de un hospital humanitario, en templos religiosos, debajo de los puentes de Miami, o en cualquier otro ricón más frío y ajeno donde se añore soñar en Cuba, con sus difíciles realidades, pero al lado de las manos asequibles de quienes quieren de cerca y no olvidan de lejos. (TVY)(08/06/19).
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