Trumpadas escatológicas(*)
Roberto Pérez Betancourt
“El pez muere por la boca”, reza un viejo refrán para denotar la proyección de la personalidad propia, que se puede aprecia a través de lo que alguien dice.
El presidente “electo” de Estados Unidos, Donald Trump, acostumbra a bramar sus “trumpadas escatológicas(*)” (*neologismo anglosajón, castellanizado, acuñado para denotar las estupideces, diatribas, insultos gratuitos y otras deyecciones verbales que este sujeto suele emitir en cualquier escenario), generalmente en busca de publicidad, notoriedad o simpatía, o simplemente porque a él le agrada ser así, y que así lo perciban: grosero, prepotente y malcriado, sin ocultar que es consciente y exhibe ese comportamiento simplemente porque tiene mucho dinero.
El fallecimiento del líder histórico de la Revolución, Comandante Fidel Castro, le sirvió a Trump para lanzar sus trumpadas en la red de redes y en los micrófonos que le pudieron delante.
“¡Fidel Castro está muerto!”, escribió en las redes sociales de Internet, y a seguidas desató su andanada de “trumpadas”, émulas de la conducta abyecta de quienes desde Miami se refocilan con el deceso de un ser humano que consagró su existencia a luchar por la dignidad de los seres humanos, la igualdad y la justicia social.
Donald Trump llamó a Fidel “brutal dictador”, agregó que dejó un legado “de escuadrones de fusilamiento, robo, sufrimiento inimaginable, pobreza y la negación de los derechos humanos fundamentales”, y en otro momento este individuo que debe ejercer el Poder Ejecutivo en Estados Unidos desde el 20 de enero de 2017, afirmó que su “gobierno hará todo lo posible porque el pueblo cubano pueda finalmente iniciar su viaje hacia la prosperidad y la libertad.
Me uno a los cubano- estadounidenses que me respaldaron durante la campaña presidencial, incluyendo la Asociación de Veteranos Brigada 2506 -léase mercenarios de Playa Girón: ndr- que me dio su apoyo, con la esperanza de que un día pronto veamos una Cuba libre”.
Desde la sombra de la vicepresidencia electa, en virtud de las singularidades “democráticas” de las elecciones estadounidenses, donde se gana aunque se pierda la mayoría de los votos emitidos, Mike Pence intentó hacer poesía escatológica: “El tirano Castro está muerto. Amanece una nueva esperanza. Estaremos junto al oprimido pueblo cubana por una Cuba libre y democrática. ¡Viva Cuba Libre!”
En la antípoda de esos pensamientos, personas decentes, dentro del gobierno estadounidense y en el ámbito de la emigración cubana en Estados Unidos, han emitido públicamente sus sentidas condolencias y han expresado con justeza su valoración y estima hacia el Líder cubano, cuyas cenizas reposarán en el santuario de los héroes.
Por supuesto que, en un contexto de transición presidencial, cuando todavía el señor Trump no ha tomado posesión de la silla imperial, sus palabras se interpretan como un adelanto de lo que será su proyección en relación con Cuba y con la política de acercamiento diplomático y civilizado emprendida por la administración saliente.
El señor Trump en realidad es un soberano ignorante de la realidad cubana. Pero al menos debe conocer que el significado de las palabras que emplea, y las que ha utilizado, además de desconocimiento sobre la historia cubana y universal contemporánea, evidencian falta elemental de decencia y civilidad, y hoy son motivo de crítica por parte de la comunidad diplomática mundial, incluidos los amigos de la nación cubana y los que no suelen manifestarse con igual afecto.
Las proyecciones hacia Cuba por parte del nuevo inquilino de la Casa Blanca, quien desde su altanería ha dicho que preferiría seguir en su dorado domicilio del ático, en el rascacielos que lleva su nombre, incluyen anuncios sobre nombramientos de funcionarios de línea dura hacia los cubanos que residen en la Isla, los que por más de 55 años han soportado el más feroz bloqueo económico, comercial y financiero que se haya conocido en la historia.
Para organizar la transición en el Departamento del Tesoro, Trump ha designado al fundador de un comité de acción política que defiende el bloqueo contra Cuba y que ha tachado de “servilismo” la política hacia la isla del mandatario Barack Obama. Mauricio Claver-Carone, director ejecutivo del comité de acción política US-Cuba Democracy PAC y de la organización sin ánimo de lucro Cuba Democracy Advocates, es uno de los cuatro nombres anunciados para preparar la llegada al Departamento del Tesoro del Gobierno de Trump.
Dentro del conocido como “equipo de aterrizaje” para el Tesoro, Claver-Carone y sus tres compañeros se encargarán de interactuar con los responsables de la actual Administración para aprender su funcionamiento y allanar el terreno para la llegada al poder de Trump el próximo 20 de enero.
Desde su blog “Capitol Hill Cubans”, Claver-Carone se ha destacado como una de las voces más duras de Washington en la oposición a la política de acercamiento a Cuba iniciada por el presidente Obama, comentan analistas de la agencia española EFE.
El comité de acción política que dirige tiene como objetivo declarado “promover una transición incondicional en Cuba a la democracia, el Estado de derecho y el mercado libre”.
Aunque este abogado estadounidense ya trabajó hace años como asesor en el Departamento del Tesoro y conoce por tanto la agencia, algunos observadores ven su nombramiento como una señal de que Trump podría estar dispuesto a cumplir su promesa electoral de dar marcha atrás a las medidas tomadas por Obama respecto de Cuba.
Diversos observadores internacionales señalan que durante las primarias republicanas, Trump fue el único aspirante de su partido que apoyaba la política de deshielo, pero fue endureciendo su posición a medida que buscaba votos en Florida en las elecciones generales.
En un tuit a mediados de octubre, el ahora presidente electo prometió “dar marcha atrás a las órdenes ejecutivas de Obama hacia Cuba hasta que se restauren las libertades” en la isla.
Según analistas consultados por Efe, no obstante, puede ser muy difícil para Trump revocar todos los componentes de la apertura, dados los múltiples canales de cooperación que ya están activos y el creciente interés en Cuba de las empresas estadounidenses.
En cualquier caso, Claver-Carone no ha ocultado su férrea oposición a la política de Obama hacia la Isla y, en un artículo de opinión publicado la semana pasada en el diario The Miami Herald, afirmó que ese cambio de rumbo diplomático “ha empeorado una situación que ya era mala”.
“Ya no hay ninguna estrategia racional detrás de la política hacia Cuba del presidente Obama. Ha pasado de lo que presentaron al principio como un objetivo noble a un puro servilismo en la búsqueda de ‘primeras veces históricas'”, dijo Claver-Carone en el artículo.
El abogado estará en el equipo de transición para el Tesoro junto al presidente de una firma de inversión, William Walton, además de un miembro del centro de estudios conservadores Heritage Foundation, Curtis Dubay, y la economista Judy Shelton, según el comunicado de Trump.
“En la acera de enfrente”, las entidades estadounidense que han sembrado esperanzas en el acercamiento de Estados Unidos con la nación cubana, se preparan para dar la batalla contra la abyección, y desde posiciones pragmáticas subrayan que el pasado debe quedar pisado y dar paso a relaciones mutuamente ventajosas entre ambos gobiernos e intereses comerciales.
Lo cierto es que a base de “trumpadas” no se edificará el futuro de la nación norteña, donde las revueltas sociales, crecientes y peligrosas, auguran inestabilidad, agitación, inconformidades activas y situaciones que pudieran ser mucho más perjudiciales para los intereses de la clase social que representa el multimillonario, elegido administrador de los bienes terrenales de sus homólogos.
En lo que a Cuba respecta, el pueblo isleño está curado de espanto. Nuestro invicto Comandante en Jefe nos legó principios asentados en la dignidad plena del ser humano. Nadie debe confundir dificultades económicas con claudicación. Si algo ha quedado demostrado en los 57 años que pronto, el primero de enero de 2017, cumplirá la Revolución cubana, es que aquí nadie come miedo.
La partida física de Fidel, lejos de debilitar esa convicción, desde los sentimientos y la voluntad la fortalece y engrandece.
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