Dreamer (soñador)
Roberto Pérez Betancourt
“Me voy del país”, me dijo, evadiendo mirarme a los ojos. Sin esperar respuesta añadió: “Quiero ver de verdad cómo es, sin que me cuenten. Me voy pa´ la Yuma”, subrayó, y sentí que se ponía en guardia.
“Sí, me voy –reafirmó-, no quiero morirme sin saber lo que es manejar un auto del año y pasear por Las Vegas. A mis casi sesenta años todavía tengo derecho al ¨sueño americano¨. Estoy fuerte y como dicen en las películas: voy a rehacer mi vida. Dentro de un año y pico, cuando tenga la residencia allá, regresaré como turista a Varadero y te invitaré con la familia”.
Cayó. Obviamente esperaba mi reacción. No le hablé de los años vividos, de las muchas actividades que compartimos mientras diseñábamos el futuro a la imagen y semejanza de nuestros sueños. Eran otros tiempos. Le estreché la mano a Antonio. Solo le dije: “Es una locura, pero es tu vida”, y le desee suerte.
Pasó el tiempo sin tener noticias de Antonio, hasta que hace unos días recibí una carta en la que me contaba que trabajaba fregando platos. “Sigo luchando”, me decía, sin añadir detalles. Ya tenía residencia en la “Yuma”. Pero por ahora no poda venir. También hablaba de los edificios enormes y lujosos, de los grandes hoteles que había visto, y mencionó algo que no le gustaba: “homeless” les dicen. Viven debajo de puentes y en la calle, se alimentan de sobras de restaurantes. No tienen casa, ni familia. Entre ellos hay numerosos cubanos, añadía, y sentí la punzada del gentilicio. A su familia en Cuba le decía que pronto regresaría para ir a Varadero como turista, “muchos lo hacen, ¿por qué yo no?”, Preguntó en su corta misiva, y dejó abierta la interrogación. Hace unos días me pareció reconocerlo en un vídeo de un sitio digital editado en el sur de la Florida. Registraba un latón de basura. El texto que acompañaba el trabajo explicaba: “En una zona turística donde vienen visitantes de todo el mundo para disfrutar del sol, el mar y la buena comida en restaurantes de alta categoría, algunos de los cuales emplean chefs de fama mundial, sería sorprendente que hubiera cientos de miles de personas — incluso niños — que todas las noches se van a la cama con hambre. Pero eso es exactamente lo que pasa en los cuatro condados de Miami.
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