La Tierra necesita de brazos
Roberto Pérez Betancourt
La Tierra cubana es fértil y generosa cuando recibe a quienes la tratan con los cuidados y la dedicación que requiere una amante agradecida. Entonces responde con frutos abundantes y sabrosos.
No intento embellecer un ejercicio de “teque lineal”, ni de hacer poemas bucólicos. Se trata de la sustancia que nos sostiene cada día: la producción de alimentos en nuestra Isla larga y estrecha, y la necesidad, tan reiterada como necesaria, de sustituir importaciones de lo que en Cuba se puede cosechar.
Pero si la Tierra carece de amantes cultivadores, languidece, se llena de malas hierbas, se agrieta y mineraliza, pierde su capacidad de hacer germinar la vida.
Saben los agricultores de muchos años, y los recién graduados de agronomía, que así no se puede avanzar lo suficiente en ninguno de los propósitos antes enunciados: producir más alimentos y sustituir importaciones.
Sobre todo esto, con cifras y testimonios calificados, nos habla la colega Marianela Martín en un excelente trabajo publicado en el diario Juventud Rebelde, - reproducido en la web de TV Yumurí-, donde se evidencia que la fluctuación laboral, y en especial de la fuerza técnica calificada que sostiene a la agricultura, constituye un problema para el desarrollo de este sector estratégico de la economía cubana, donde más que la tecnología, el clima y los insumos, el principal problema actual es la falta de brazos que trabajen y de técnicos que aporten los conocimientos necesarios para que la productividad alta deje de ser una quimera, a pesar de los miles y miles de profesionales que han salido de nuestros institutos y universidades, pero que, por cuestiones diversas, enrumbaron sus vidas hacia otros sectores laborales…
Lo acaba de constatar el balance anual de la Agricultura a escala nacional, donde trascendió que el éxodo de técnicos y el envejecimiento de la fuerza de trabajo es una debilidad para asumir el presente y futuro del campo cubano.
Es un hecho que supera a las excepciones: la fuera de trabajo emigra del campo y las familias lo abandonan porque las condiciones no favorecen sus expectativas, al tiempo que envejecen, de manera que la descendencia, en términos mayoritarios, no está dispuesta a echar raíces en el entorno agrario.
Un tema que por su importancia, ocupa a políticos, economistas y sociólogos, quienes se afanan en buscar alternativas para el presente y el devenir, en Matanzas y en todo el país.
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