Conversaciones Cuba-EE.UU.: reflejo mediático
Roberto Pérez Betancourt
La importancia del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos trasciende los intereses de ambas naciones y se expande a escala mundial, como constataron unos 200 periodistas –117 extranjeros-- que cubrieron las conversaciones realizadas en La Habana los días 21 y 22 de enero.
Las conclusiones del cónclave se resumen en el mutuo reconocimiento de que existe condiciones y voluntades recíprocas para seguir debatiendo diferencias en un futuro cercano, y trabajar de conjunto en el progreso de acciones prácticas que conlleven a la apertura de sendas embajadas en las capitales de ambos países, sobre bases del derecho internacional.
De acuerdo con informaciones oficiales, para cubrir el suceso fueron acreditados 53 medios de difusión de 18 países, incluidos las principales cadenas de televisión, diarios y agencias de noticias de Estados Unidos, Europa, Asia, América Latina y África. La prensa cubana envió a 75 comunicadores de 29 medios.
Esta amplia cobertura mediática permitió que asuntos como el bloqueo económico, comercial y financiero, que Estados Unidos eufemísticamente llama embargo y ha impuesto por más de 55 años contra Cuba, rompieran el muro de silencio de la Gran Prensa, obligada a mencionar la posición cubana sobre la necesidad de extinguir esa práctica ilegal, como lógicamente se derivaría del explícito acatamiento estadounidense de que las relaciones diplomáticas futuras se asienten en la plataforma civilizada de la ONU y la convención de Viena.
Aunque se reconoce que el levantamiento del bloqueo es potestad del Congreso bicameral, de mayoría Republicana, opuesta al presidente Obama, el Ejecutivo sí puede de inmediato dar pasos concretos para sacar a Cuba de la espuria lista de países auspiciadores del terrorismo, atendiendo a lógica elemental y a la realidad histórica de que la nación cubana jamás ha practicado ni amparado ese tipo de acciones.
En este contexto, numerosas voces autorizadas en el mundo se han alzado para subrayar que, no obstante los obstáculos que quedan, si el diálogo entre Washington y La Habana se tradujera en un cambio realmente sustantivo de política hacia Cuba sería un gran paso de avance, no solo para mejorar la vida en la Isla sino para distender el crispado clima de relaciones de Washington con América Latina y el Caribe.
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