Conversaciones Cuba. EE.UU.: Ecos de un evento histórico
Roberto Pérez Betancourt
Las recientes conversaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos con el propósito de llegar a restablecer relaciones plenas y la apertura de embajadas en ambos países, sigue concitando opiniones en la arena internacional.
Los criterios públicos se inclinan a saludar el espíritu de colaboración y augurar un futuro clima de distención, sobre la base de una visión más sensata por parte del Ejecutivo estadounidense, que se extendería a las relaciones entre la nación norteña y el resto de América Latina y el Caribe.
Una muestra son los pronunciamientos del presidente uruguayo, José Mujica, coincidente con el canciller de Ecuador, Ricardo Patiño, quien acaba de instar al presidente de Estados Unidos a hacer uso de sus facultades ejecutivas, y dar más pasos significativos para el levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero (embargo) contra Cuba.
Por su parte, el secretario general del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), Medardo González, califica de “victoria de la Revolución cubana, el cambio de política de Estados Unidos hacia Cuba”.
Brasil, en un comunicado, saluda los pasos positivos emprendidos por Obama, mientras la Unión Europea exhorta a los países miembros del bloque comunitario a normalizar de igual manera sus relaciones con Cuba, en tanto el canciller español, José Manuel García-Margallo afirma que “la situación internacional de Cuba ha variado”, y el presidente de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, destaca la importancia del acuerdo entre Cuba y Estados Unidos para iniciar el proceso de negociación.
En esta misma cuerda se pronuncian otros mandatarios de América Latina y el Caribe, así como prestigiosas personalidades del ámbito de la cultura y la ciencia.
La nota discordante sigue a cargo de lo más retrógrado del mundillo de origen cubano-americano en La Florida, prendido como sanguijuela a las dádivas del Plan anticubano que les otorga millones de dólares anualmente, y a las pretensiones políticas de arribistas aspirantes al hacha del verdugo, asentadas en escorias de revanchismo y oportunismo, por supuesto, condenadas al fracaso de cara al futuro que Cuba proyecta, con dignidad y paciencia, paso a paso, sin claudicaciones.
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