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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Día Internacional de Los Trabajadores: La Historia y los Mártires de Chicago

Día Internacional de Los Trabajadores: La Historia y los Mártires de Chicago

 Roberto Pérez Betancourt 

  En 1885 el movimiento obrero en los Estados de  la  Unión Americana se conmovió desde sus cimientos con la convocatoria a una huelga general el primero de mayo del año siguiente. Se llamaba a celebrar “Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día para comenzar a disfrutar ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana''.

    Estalló la huelga el día señalado y la prensa de la época reflejó algunos acontecimientos. Un periódico de Chicago informó: 'No salía humo de las altas chimeneas de las fábricas y talleres; y todo tenía un aire dominical'. El Philadelphia Tribune escribió: 'Al 'elemento obrero' lo ha picado una especie de tarántula universal... se ha 'alocado''.    En Detroit, 11 mil  trabajadores desfilaron  durante ocho horas. En Nueva York, una marcha con antorchas de 25 mil  obreros se abrió paso  de Broadway a Union Square; otros 40 mil fueron a la huelga en  Cincinnati...

   En Louisville, Kentucky, más de 6 mil trabajadores, negros y blancos, marcharon por el Parque Nacional violando deliberadamente el edicto que prohibía la entrada de gente de color.   En Chicago --baluarte de la rebelión—cronistas calcularon que por lo menos 30 mil  obreros  paralizaron los sectores más importantes de la producción y el transporte. Las avenidas fueron tomadas por las familias de los trabajadores.

   Pero la calma 'dominical' era engañosa. Policías armados aguardaban en sitios estratégicos, y efectivos de la Guardia Nacional armados con ametralladoras estaban listos para entrar en acción contra los que se atrevían a cuestionar el orden establecido.

   Historiadores refieren que el 'Comité de Ciudadanos' de la clase dominante de Chicago había decidió provocar incidentes para decapitar y aplastar el movimiento. La policía comenzó a atacar a los trabajadores dondequiera que se congregaban.

    La planta de McCormick Reaper fue objeto de un especial incidente. Los patronos había cerrado la industria desde mediados del verano a los trabajadores sindicalizados y la policía llevaba a diario grupos de personas sin trabajo para que actuaran de esquiroles.

    El 2 de mayo el dirigente Spies, agotado, se presentó para hablar ante un grupo de más de seis mil compañeros, mientras unos cientos de ellos enfrentaban a los rompehuelgas.    'De repente, se oyeron disparos cerca de la planta de McCormick y más o menos setenta y cinco asesinos robustos, grandotes y bien comidos, al mando de un teniente gordo de policía, pasaron, seguidos por tres vagones llenos de bestias del orden público'., reseñó los hechos el Arbeiter Zeitung del cuatro de mayo de ese año.

   En medio de una batalla de piedras de los obreros y las balas de la policía, los trabajadores  se dispersaron y huyeron. En la espalda les explotaron balas. Por lo menos dos trabajadores cayeron muertos; muchos más fueron heridos, incluidos numerosos niños. Un volante atribuido a Spies llamó de inmediato a los obreros a empuñar las armas. La huelga alcanzó proporciones gigantescas.

 

 LA  TRAMPA   MACABRA

 

  En la mañana del cuatro de mayo la policía atacó una columna de tres mil huelguistas en el Parque Haymarket. Poco después estalló una bomba y los agentes cargaron contra la multitud en forma indiscriminada. Varios murieron y se estima que más de 200 manifestantes fueron heridos. Entre los que perecieron había siete policías, la mayoría a causa de balas disparadas por sus propios compañeros.

   La oligarquía ya tenía la justificación que necesitaba para desatar su planeada ofensiva en las calles, en los tribunales y en la prensa.  Periódicos de Chicago y de  todo el país, respondiendo a  intereses de  empresarios, demandaron ejecutar inmediatamente a todos los subversivos. La trampa macabra había funcionado 

   El 5 de mayo, en Milwaukee, la milicia del Estado  baleó a ocho trabajadores de origen polaco y un alemán por violar la ley marcial.  En Chicago, miles de revolucionarios y huelguistas fueron encarcelados. Según testimonios  varios de ellos resultaron víctimas de torturas. Las fuerzas represivas irrumpieron en viviendas y reuniones obreras, destruyeron prensas y arrestaron a todo el equipo de imprenta del Arbeiter Zeitung.

   La policía acumuló y exhibió su acopio de “pruebas”, desde municiones y rifles hasta pancartas, banderas rojas e instrucciones para fabricar bombas, lo que sirvió de materia prima a la prensa burguesa para armar escándalos.

  Eran inmigrantes la mayoría de los obreros, en gran cantidad italianos, españoles, alemanes, rusos, irlandeses, judíos, polacos, eslavos... Los acusados en el proceso judicial fueron ocho dirigentes sindicales de diferentes tendencias, de los cuales solamente dos eran norteamericanos: August Spies, Michael Schwab, Samuel Fielden, Albert R. Parsons, Adolf Fischer, George Engel, Louis Lingg y Oscar Neebe.

   Los ataques represivos desintegraron la huelga general.  La clase dominante abrió un gran proceso  en Chicago a mediados de mayo de 1886 bajo la acusación de asesinar a un policía en la revuelta de Haymarket.

 

   UN JUICIO AMAÑADO PARA UNA SENTENCIA EXIGIDA

   Observadores imparciales opinaron que el jurado fue manipulado. El alguacil nombrado   aseguró públicamente  que los encartados irían a parar a la horca.  El juicio realmente devino  un linchamiento legal, sin ninguna prueba de participación en el incidente de la bomba, en el que solamente dos de los acusados habían estado presentes. Los acontecimientos demostraron que el verdadero interés no era juzgar al que soltó la bomba, sino a los líderes de la rebelión obrera.

   El proceso duró varios meses y las palabras del fiscal Grinnell resultaron reveladoras: 'La ley está en juicio –dijo--. La anarquía está en juicio. El gran jurado ha escogido y acusado a estos hombres porque fueron los líderes. No son más culpables que los miles que los siguieron. Señores del jurado, condenen a estos hombres, denles un castigo ejemplar, ahórquenlos y salven nuestras instituciones, nuestra sociedad'.

   Resumiendo sus principios revolucionarios ante el tribunal, Spies expresó: “Bueno, estas son mis ideas... si ustedes piensan que pueden borrar estas ideas que están ganando más y más partidarios con el paso de cada día, si ustedes piensan que pueden borrarlas ahorcándonos, si una vez más ustedes imponen la pena de muerte por atreverse a decir la verdad, y los reto a mostrarnos cuándo hemos mentido, digo, si la muerte es la pena por declarar la verdad, pues pagaré con orgullo y desafío el alto precio! ¡Llamen al verdugo!'.

   Lingg, de 21 años de edad, dijo desafiante: “Repito que soy enemigo del 'orden' de hoy y repito que, con todas mis fuerzas, mientras tenga aliento para respirar, lo combatiré...  Los desprecio. Desprecio su orden, sus leyes, su autoridad apuntalada por la fuerza. Ahórquenme por ello'.

   Los ocho fueron condenados a  muerte. En todo el mundo, incluidos los Estados Unidos, se alzó una gigantesca ola de protesta. Al aproximarse el día de la ejecución, cambiaron la sentencia de tres de los condenados a cadena perpetua. Louis Lingg apareció muerto en su celda: un fulminante de dinamita le voló la tapa de los sesos. No se sabe si esto fue un acto final de desafío; sin embargo, se rumoraba que le iban a suspender la ejecución, así que es probable que su muerte fuera un asesinato.

 

   LOS MÁRTIRES DE CHICAGO

 

  El 11 de noviembre de 1886, denominado luego el 'Viernes negro', fue programado para la ejecución. Spies, Engel, Parsons y Fischer se presentaron ante la horca con togas blancas. Spies habló, mientras le cubrían la cabeza con la capucha: 'Llegará un tiempo en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que ustedes estrangulan hoy'. Parsons gritó: '¡Permítame hablar, sheriff Matson! Que se oiga la voz del pueblo...'. No lo dejaron. El nudo corredizo  fue rápidamente apretado en su cuello.

   José Martí, corresponsal en Chicago de 'La Nación' de Buenos Aires, escribió en su reseña del suceso: '...Salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas plateadas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos... abajo la concurrencia sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro... plegaria es el rostro de Spies, firmeza el de Fischer, orgullo el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita que la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora... los encapuchan, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos cuelgan y se balancean en una danza espantable...'

   Estudiosos del tema han señalado que en 1893, el nuevo gobernador de Illinois Altgeld y el juez Eberhardt establecieron que los ajusticiados no habían sido  culpables de ningún crimen, por el contrario, se comprobó que el procurador de ese entonces había arreglado al jurado y las pruebas concernientes para lograr el veredicto que exigían los oligarcas. (Actualizado en 30/04/11).

 

Fuentes consultadas: Obrero Revolucionario No. 351,  abril de 1986. Diario digital independiente. Martí José: Obras completas. Castro Fidel, discurso 1ro. Mayo 2003.

 

 

2 comentarios

Roberto -

Gracias por la información Super. A propósito, acabao de leer que Supermán renunció a la ciudadanía norteamericana. '¡¿Ese eres tú?

SUPERMAN -

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