Einstein, el más extraterrestre de los terrícolas, sigue sacando la lengua
Roberto Pérez Betancourt
Albert Einstein (en alemán [ˈalbɛɐ̯t ˈaɪnʃtaɪn]; el más genial de los genios del siglo XX acaba de cumplir 65 años de fallecido, el 18 de abril de 1955, en Princeton, Estados Unidos de América, y su icónica fotografía, sacando la lengua, vuelve a dar la vuelta al mundo, rememorando una de las facetas más controversiales, y a la vez atractivas, de este terrícola, que en su tiempo algunos investigadores llegaron a caracterizar como proveniente de otros mundos.
La fotografía en la que aparece Einstein despeinado (como casi siempre), sacando la lengua al fotógrafo, junto a algunos amigos, es quizá la más famosa de todas las que se han publicado, pues año tras año vuelve a ilustrar páginas de revistas especializadas y de simples secciones de curiosidades, sobre todo cuando algún genio contemporáneo da fe de haber ratificado en la práctica tecnológica actual algunos de los postulados teóricos del Maestro.
En esa foto, tomada en 1951 por Arthur Sasse, fotógrafo de la agencia de noticias United Press International, después del cumpleaños 72 del físico, éste
aparece con los ojos abiertos, mirando incisivamente, con la atención puesta en el instante, y los bigotes desafiantes, irreverentes, desde el asiento trasero de un auto, aunque en muchas de las reproducciones se omiten los detalles periféricos para concentrarse en el rostro de aquel que dijo un día: "La mente es como un paracaídas. Sólo funciona si la tenemos abierta".
Precisamente, la foto, en buenas condiciones físicas, fue subastado en la casa de remates Nate D. Sanders, en Los Ángeles, Estados Unidos, con la garantía de la originalidad, pues en uno de sus costados tiene escrito “A. Einstein.51", indica que la firmó muy poco después de que fuera tomada.
Testimonios periodísticos revelan que en la foto acompañaban al científico, Frank Aydelotte, director del Instituto de Estudios Avanzados de EE.UU. donde Einstein trabajaba, y la esposa del director, Marie Jeanette.
En ese momento Einstein no imaginaba que dentro de su abdomen la aorta amenazaba con un “globo” (aneurisma), que al explotar cuatro años después pondría fin a su vida, momento en el que para la posteridad se abriría una ancha senda de especulaciones, comentarios, anécdotas y realidades que enriquecerían la obra y la vida misma de quien, paradójicamente, siempre prefirió el anonimato…
No hurgaremos demasiado aquí en la biografía de este ser de mente brillante, violón en ristre y pipa a veces humeante, que nació un 14 de marzo de 1879 bajo el imperio alemán, de origen judío, y que afortunadamente para la humanidad escapó a tiempo de la Alemania nazi fascista. Solo recrearemos algunos instantes muy comentados siempre por conocedores del trabajo en el campo de la física teórica profunda, que le dio fama trascendente, pero colmó su vida íntima de dificultades domésticas y ansiedades imposibles de reprimir por una mente que, a decir de expertos, vino al mundo antes de tiempo, pero, paradójicamente, fue muy oportuna…
Los biógrafos del creador de la Teoría de la Relatividad, recuerdan aspectos generales de interés, siempre recogidos en enciclopedias: En 1905, cuando era un simple empleado en la Oficina de Patentes de Berna, publicó su teoría de la relatividad especial. En la que sumó un marco teórico fundamentado en postulados físicos sencillos y dedujo la ecuación de la física más conocida a nivel popular: la equivalencia masa-energía, E=mc².
En 1915 presentó la teoría de la relatividad general, en la que reformuló por completo el concepto de gravedad. Una de las consecuencias fue el surgimiento del estudio científico del origen y la evolución del Universo por la rama de la física denominada cosmología. Ganó fama internacional en 1919, cuando las observaciones británicas de un eclipse solar confirmaron sus predicciones acerca de la curvatura de la luz.
Son proverbiales sus afirmaciones y saetazos de respuesta a preguntas capciosas o simplemente curiosas: “No tengo talentos especiales, solo soy apasionadamente curioso", le escribió Einstein a Carl Seelig, su primer biógrafo, en marzo de 1952.
"La vida es como andar en bicicleta. Para mantener el equilibrio, debes seguir moviéndote". La frase fue escrita por el prestigioso físico Albert Einstein (1879-1955) a su hijo Eduard en una carta de febrero de 1930.
Sus descubrimientos marcaron un antes y un después en la física, recibiendo el premio Nobel de Física en 1922 y un reconocimiento mundial que trascendió la ciencia. "La imaginación es más importante que el conocimiento", le dijo al periodista George Sylvester Viereck en una entrevista publicada en el diario Saturday Evening Post en octubre de 1929.
Dijo otras muchas cosas interesantes. Entre ellas seleccionamos algunas.
- "El secreto de la creatividad es saber cómo esconder tus fuentes".
- "Lo importante es no dejar de hacerse preguntas".
- "Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo".
- "Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados".
- "Primero tienes que aprender las reglas del juego, y después jugar mejor que nadie".
- "Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad".
- Cuando te mueres, no sabes que estás muerto, no sufres por ello, pero es duro para el resto. Lo mismo pasa cuando eres imbécil.
- El amor es mejor maestro que el deber.
- No te preocupes por tus problemas con las matemáticas, te puedo asegurar que los míos son mayores.
- La debilidad de actitud se vuelve debilidad de carácter.
Siempre se lamentó de que sus estudios y conclusiones científicas hubiesen contribuido a la creación del arma nuclear. Fue sin dudas un genio ejemplar, cuya sencillez y suspicacia ha hecho que el público no especializado haya conocido su vida y obra, y siga disfrutando de las genialidades verbales del más extraterrestre de los terrícolas… (Con informaciones especializadas en Internet; Obras de Einstein; BBC Mundo; agencias de prensa, otras fuentes citadas y archivos del redactor) (20/04/20).
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