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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Juan Gualberto, por siempre en el corazón de su pueblo

Juan Gualberto, por siempre en  el corazón de su pueblo

   Roberto Pérez Betancourt

  La ejemplar ejecutoria del patriota y periodista matancero Juan  Gualberto Gómez Ferrer perdurará por siempre en la memoria  agradecida del pueblo cubano, y en especial de sus coterráneos,  como se reiterará  este 5 de marzo en las actividades              conmemorativas  del  85 aniversario  del deceso ( a los 78 años el 5 de marzo de 1933, en la ciudad de La Habana)  de quien fuera  designado por el Apóstol José Martí para iniciar el  levantamiento armado en la Guerra Necesaria frente al  colonialismo español el 24 de febrero de 1895.

    La Jornada Nacional por el Día de la Prensa Cubana (14 de marzo) comenzará este lunes con un homenaje a Juan Gualberto Gómez, quien nació  el 12 de julio de 1854. A  lo largo de casi ocho decenios de vida   conquistó por derecho propio un sitio venerable en  el altar de la patria.

   Llegó al mundo  libre por la voluntad de sus padres esclavos Fermín  Gómez y Serafina Ferrer, quienes compraron el vientre de la  madre  antes  que llegara su hijo, en la finca Vellocino de Oro, Sabanilla del Encomendador --120  kilómetros al sudeste de Ciudad de La Habana--, en la  provincia de Matanzas.

    Nació al mundo de barracones y cañaverales, pero en el  patio de castigo de la hacienda sus ojos se llenaron con  imágenes de sus hermanos negros uncidos, las manos apresadas y  los pies descalzos, mientras las espaldas se les doblaban bajo                   el látigo del mayoral español.

    Durante sus primeros diez años el niño fue asimilando aquella  injusta realidad hasta comprender que para ser libre era  menester mucho más que una carta de manumisión bajo un régimen  colonial esclavista.

   Siete meses después del inicio de la Guerra de Independencia  -- 10 de octubre de 1868--, el joven fue enviado a París para   que aprendiera el oficio de carruajero,                  ayudado por Doña Catalina,  dueña del ingenio donde  había   nacido,  y los ahorros paternos.

 En Europa, Juan Gualberto conoció el pensamiento revolucionario francés, fue testigo  de las revueltas que   condujeron a la Comuna de París, allí nació en él la vocación                   periodística y creció la de político y  patriota abierto a  nuevos horizontes  humanísticos.

  Biógrafos destacan la influencia que Francisco Vicente   Aguilera, vicepresidente de la República en Armas, ejerció en  el emigrante cuando este le sirvió de intérprete en                  Francia, a donde el primero había llegado en procura de ayuda  para la revolución en Cuba.

 José Martí y Juan Gualberto se conocieron a finales del año  1878 y entablaron una amistad basada en  principios de rechazo  a cualquier otra alternativa de separación de España que no  fuera la plena soberanía de la patria.

   Por sus actividades conspirativas, Gómez Ferrer fue deportado  a España,  guardó presidio en Ceuta y se mantuvo firme en sus  principios. En 1882, sin imposiciones                  arbitrarias, fue liberado y se estableció en Madrid donde  prosiguió su labor periodística y revolucionaria.

  Cuando el endurecido patriota retornó a Cuba en 1890 se puso a   las órdenes  de José Martí  para preparar la segunda etapa de   la Guerra Necesaria en pos de la Independencia.

   El historiador José Ramón González ha señalado que “... a  partir de 1892, Juan Gualberto se convierte en el hombre de  confianza de Martí en Cuba. Tendrá en sus manos los hilos  conspiradores y dará a conocer sus dotes de astucia, inteligencia y fidelidad”.

   Por su parte, el investigador Raúl Rodríguez la O  subraya que   Martí reconoció en Juan Gualberto”... al hombre capaz,  confiable, que arrastraba gente y a quien la masa negra cubana  seguía; de ahí que lo eligió como su representante y del                   Partido Revolucionario Cubano en la amada patria”.

   El 23 de febrero de 1895, Juan Gualberto partió hacia la finca  La Ignacia, en las afueras de la ciudad de Matanzas, sitio de  reunión de  complotados en un levantamiento armado, para desde allí dirigirse a la cercana localidad de Ibarra,                  donde al día siguiente darían el esperado grito libertario,  simultáneamente con otros lugares del país.

  Pero la acción de Ibarra fracasó. Juan Gualberto fue apresado  y una vez más deportado a Ceuta, en esta ocasión con una  condena de 20 años de destierro por el delito de rebelión.

  Aunque  alejado de los escenarios de combate en su patria, el  espíritu rebelde del mulato culto no se amilanó y se dedicó a lo que desde siempre lo inclinó su vocación: Ayudar a sus  compañeros de cautiverio.

  Por el fracaso momentáneo del 24 de febrero, Juan Gualberto  sufrió muchas críticas. En su defensa salieron varios cubanos  dignos como Julio Sanguily: “Veo la infamia que con Ud. se  comete… El único hombre que realmente reúne las condiciones  para sustituir a Martí es Juan Gualberto. Sí. ¡Usted, y sólo  Usted! Valor, gran inteligencia, sobrada instrucción y gran  práctica en las cosas de este mundo… sólo en su contra en esta  sociedad, hoy tan corrompida, hay una cosa, su color”.

  Con la caída en combate de José Martí aquel aciago 19 de mayo  de 1895, en Dos Ríos, las riendas políticas de la Revolución  cubana transcurrieron por senderos tortuosos, que confluyeron  en la intervención norteamericana en la contienda frente a     España con la intención implícita de anexarse a Cuba y  adueñarse de otros de sus territorios coloniales.

  La historia nos recuerda cómo el naciente imperialismo   norteamericano logró su propósito de intervenir  oportunistamente en la guerra hispano-cubano y tras la                  capitulación española introdujo condicionamientos que para los verdaderos patriotas, como Juan Gualberto, eran inaceptables.

  Durante la pseudo república, Juan Gualberto mantuvo una  actitud cívica e intransigente frente a las imposiciones  imperialistas, fue congresista y fundador del diario Patria en 1925 e integró la Academia de la Historia de Cuba.

   Cuando cerró los ojos por última vez  el cinco de marzo de 1933, aquel hijo de esclavos, nacido  libre por la voluntad de unos padres abnegados, había  conquistado por derecho propio un sitio  venerable en el altar  de la patria cubana.

  El anhelo de Juan Gualberto, el mismo de Martí, de Antonio  Maceo y de todos los verdaderos independentistas cubanos,  llegaría finalmente el primero de enero de 1959, no por  concesión ni dádiva, sino obtenido al filo del coraje de una  tropa que había  iniciado  acciones en 1868 y en sucesivos   relevos generacionales conquistó para su patria la libertad  entera. (TVY)(05/03/18).

 

 

 

 

 

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