Viejos planes, nuevas difamaciones, eterna respuesta
Roberto Pérez Betancourt
La nueva campaña de difamaciones contra Cuba, desatada por Washington se hunde en sus raíces de vieja historia de agresiones y frustradas intenciones de apoderarse de la Isla. La orquestación de los infundios abarca a los amanuenses de la mentira dentro y fuera de Estados Unidos, incluida la Unión Europea, otros países satélites de la órbita imperial y medios de difusión masiva que cobran cada pulgada de espacio a precio de veneno de cobra.
El proyecto original contra la Revolución cubana se inició bajo la batuta del desaparecido presidente republicano Eisenhower. Se nombró Programa de Acción Encubierta, y parte de él fue publicado por el Departamento de Estado norteamericano en 1991.
El engendro terrorista cita cuatro cursos principales para derribar a la Revolución. Incluyen textualmente la creación de la oposición y una poderosa ofensiva de propaganda para inflarla “y hacerla creíble”.
A pesar de los cientos de millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos, derrochados en esas y otras maldades, solo han conseguido reclutar a unos cuantos mercenarios domésticos, calificativo que se han ganado por el salario que cobran de Washington a partir de sus profesiones de fe anexionistas.
La actual andanada de mentiras contra Cuba no debe sorprender. No es nueva ni será la última. Es dirigida por la extrema derecha fundamentalista de Estados Unidos a partir de regar muchos dólares para comprar conciencias, corromper, fabricar banderas desflecadas de oficio, extorsionar a políticos y ejecutar otras maldades ilegales, ninguna ingenua ni festinada, todas pensadas con intención de estrangular a las familias cubanas.
Lástima de tanto derroche fatuo.
Los perros siguen ladrando. La caravana pasa.
Aquí no se rinde nadie. No es consigna, sino determinación exclamada por un hombre valiente en la Sierra Maestra cuyo eco cada vez resuena más alto y se proyecta, infinito, hacia el futuro.
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