Papel higiénico, turismo y periodismo literario
Roberto Pérez Betancourt
Septiembre de 2017 ha sido fatal para Puerto Rico. El miércoles 6 el huracán Irma desplegó su furia de viento y lluvias sobre la Isla. Dos semanas después, miércoles, día 19, cuando aún no se habían repuesto los boricuas del asalto fulminante del mal tiempo, otro gigante endemoniado se lanzaba sobre el Estado Asociado a Estados Unidos: María se ensañó, cruzando su núcleo central por el mismo centro de la ínsula con vientos de más de 200 kilómetros por hora. Las informaciones resaltaban: “Puerto Rico se ha quedado sin viviendas, sin agua, sin electricidad, sin comida…”
Compungido hasta el infinito, el mulato José Trinidad contemplaba los restos de la que hasta unas horas atrás había sido su humilde, pero limpia casita, en un barrio de pobres, en San Juan, la capital del Puerto Rico, arrasadas por el huracán Irma, las dos, la urbe y la vivienda del obrero desempleado, en cuya mente, como rehilete musical, sonaba una y otra vez aquel viejo estribillo de una canción borinqueña: “… ¿qué será de mis hijos y mi mujer?...
-¿Qué necesita usted ahora mismo para resolver este problema, José Trinidad?, indagó un reportero recién estrenado en las lides cicloneras.
El aludido, sentado sobre los restos de lo que fuera un taburete, caló de arriba abajo al muchacho que portaba la grabadora minúscula en su mano derecha, y sin necesidad de pensarlo mucho, como si implorara, susurró:”Materiales, dinero, comida, amparo ante tanta vaina que nos ha caído del cielo…”
Días después, la expectativa ante la anunciada visita a Puerto Rico del señor presidente de Estados Unidos pintaba sonrisas tranquilizadoras en las caras de millares de damnificados. En las de otros, los de mayor experiencia en lides de temporales y gobiernos, se reflejaba la mueca inequívoca de la desesperanza.
El cintillo que recorrió periódicos y sitios web de todo el mundo fue elocuente:” Donald Trump reparte papel higiénico entre los damnificados del huracán en Puerto Rico”.
Las imágenes de la televisión no dejaron lugar a dudas: el Rubio ejecutivo lanzaba rollos del blanco producto a una multitud incrédula.
Cuando el mismo reportero indagó ante José Trinidad qué pensaba de aquel regalo sanitario, el mulato, turbado por el imprevisto, respondió desde sus vísceras: --“¿Para limpiar qué, si no hemos comido en días…?”
Millares de millas hacia el oeste de San Juan, en una Isla mayor, azotada igualmente por el meteoro Irma, la prensa local informaba sobre disposiciones ejecutivas que concedían préstamos sin trabas burocráticas a quienes necesitaban los fondos para adquirir materiales a bajo costo y reparar sus inmuebles; reflejaba las visitas de altos funcionarios en los sitios de mayor trascendencia del huracán para comprobar sobre la marcha las obras de restauración que inmediatamente se acometían con la contribución masiva de la población, las fuerzas armadas y las organizaciones sociales: un gran ejercito humano entrenado en hacer resurgir sus propios bienes de entre los escombros, mejores y más bonitos…
El Banco Central de Cuba aprobó que para la compra de materiales de la construcción, los damnificados por el huracán Irma podrán solicitar créditos a partir de 300 pesos, con una tasa de interés de 2,5 por ciento y un plazo de devolución de hasta 15 años.
De acuerdo con Francisco Mayobre, vicepresidente del BCC, atendiendo a experiencias anteriores la tramitación de los préstamos se realizará en los Puestos de Dirección que actualmente se crean en los consejos populares, y que reúnen además a representantes de la Vivienda, Comercio, Trabajo y Seguridad Social, y Finanzas y Precios.
Sin necesidad de recurrir a las sucursales, los interesados recibirán en esas propias oficinas de trámites la respuesta a su demanda en un tiempo máximo de 24 horas como promedio, precisó el directivo a la prensa.
En este contexto, la prensa internacional más tendenciosa seleccionaba minuciosamente sus leads informativos, cerrando ojos y oídos a la realidad cubana de supervivencia, obviando cualquier intento de hacer poesía de periodismo literario con el esfuerzo, el sacrificio y el heroísmo de hombres y mujeres, y daba prioridad a evidentes encargos de “periodismo provocado” para resaltar supuestos “ataques” sufridos por diplomáticos estadounidenses, comenzando a tejer una historia mórbida para envolver en ella las relaciones entre los dos países, al tiempo que salpicaba con ironía y falsedades sobre las afectaciones sufridas por la industria turística en la Isla, que “seguramente impedirán atender al flujo de visitantes en la temporada alta desde de noviembre”, martillaban agencias, sigue martillando…
En este contexto trascendieron las declaraciones del ministro de Turismo de Cuba, Manuel Marrero, quien consideró que no existirá problema alguno para recibir a viajeros de todo el mundo en el período de mayor demanda y se espera que el año en curso cierre con record de 4,7 millones de visitantes.
Mientras, en su viejo San Juan, José Trinidad ha ido juntando algunos latones y cartones viejos para armar un bajareque, ha prendido una vela a San Judas Tadeo y, por si acaso le fallan las invocaciones, se echó un arma al cinto y salió a la calle, a pelear su sobrevivencia y la de su familia. La prensa local no habla específicamente del mulato José Trinidad y su iniciativa, pero cada día se encarga de explotar cintillos que pregonan el incremento de la delincuencia y el crimen en la que hasta hace apenas unas semanas era tratada como “La Isla del Encanto” , en banca rota, pero encantada…
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