Propósitos y realidades en este 31 de mayo, Día Mundial sin Fumar
Roberto Pérez Betancourt
Este 31 de mayo retorna en el calendario la cordura del Día Mundial sin Fumar. Una jornada sin humo, de saneamiento pulmonar, refrescamiento del ambiente hogareño y apuesta por la voluntad de la razón y la cordura para bien de la familia y la salud pública.
De acuerdo con estadísticas de progresión, unos tres millones de seres humanos habrán perdido la vida este año debido inequívocamente al mal hábito del tabaquismo, esa droga legal, engañosa, de doble moral, porque sigue produciéndose en nombre de la economía, al tiempo que se condena avalada por opiniones científicas asentadas en la salud y la vida.
Dicen expertos que otros tres millones más de terrícolas perderán la vida en lo que resta de 2017 por no haber escuchado consejos a tiempo, y entonces, lamentablemente, se reitera el nuevo ciclo, que siempre según proyecciones demográficas llegará a ocho millones de defunciones para el año 2030, si antes no se adoptan radicales medidas de prevención y desintoxicación.
En América Latina, Cuba ocupa el tercer lugar en prevalencia de tabaquismo, con un 24 % de la población. La actualidad dice que la preocupación principal se centra en el creciente hábito juvenil al tabaquismo, entre varones y niñas, de acuerdo con los resultados de la encuesta nacional de tabaquismo en jóvenes, entre 13 y 15 años de edad, realizada en el año 2010.
Las muchachas incluso avanzan a ritmo más acelerado por cuestiones de “moda”, “lucimiento”, “falsas orientaciones”, y otros criterios “plásticos”, esos que se ejercen a voluntad de hormonas juveniles y se desechan cuando las consecuencias de lo mal hecho afloran en forma de enfermedades, pero entonces a lo mejor ya es demasiado tarde para el arrepentimiento.
Así es la vida, comenta mi amiga Chucha, y sigue echando humo entre estertores de tos seca, arrugas miles, labios cuarteados y aliento de estiércol.
Cuba dispone del Programa de Prevención y Control del Tabaquismo desde el año 1986, el cual incluye regulaciones medioambientales que prohíben fumar en espacios cerrados y en otros donde la contaminación se irradia a los no fumadores.
En realidad son restricciones en el papel, que muy lamentablemente se incumplen por parte incluso -¡Qué pena!-, de profesionales de la salud en centros hospitalarios, choferes dentro de los ómnibus, camareros en restaurantes, maestros y alumnos en escuelas y universidades, y otras personas llamadas a dar el ejemplo, pero soberanamente ignoran el letrerito que tienen delante, recordando que allí no se puede fumar y que su deber primario es exigir que no se fume, no dar el mal ejemplo de imitar a una chimenea.
Más de la mitad de los integrantes de las familias cubanas están expuestos al humo del cigarro. Las estadísticas muestran el 54 %; el 55 % de los niños, el 51 % de las embarazadas y el 60 % de los adolescentes sufren este agente contaminante. Estos datos ubican a Cuba en el primer país de América con exposición de humo de tabaco en el hogar, refieren expertos.
¿ESTÁ INTOXICANDO A SUS HIJOS?
Aunque sin proponérselo, padres fumadores intoxican progresivamente a sus hijos con substancias nocivas contenidas en el humo de tabacos y cigarrillos, que expelen en su presencia.
El lado tragicómico del asunto radica en que algunos progenitores instan a sus muchachos a que no adquieran el mal hábito de fumar, que ellos mismos padecen, sin percatarse que basta respirar en un ambiente cargado de humo para fumar indirectamente.
Otros adultos renuevan su arsenal de mecanismos psicológicos de defensa ante el vicio que padecen, tratando de convencerse a sí mismos, y a los demás, que fumar no es tan dañino como suelen afirmar los médicos.
La realidad es que con mayor frecuencia se conocen resultados científicos que abundan sobre la nocividad de las toxinas contenidas en el humo de tabaco y cigarrillos, inhalado directamente o en un ambiente saturado.
Esas emanaciones transportan a pulmones y arterias variadas substancias causantes de enfermedades tan mortales como cardiopatías y cáncer.
Quienes sufren el vicio acostumbran a ser testarudos, lo que les impide asociar sus propios padecimientos y los de sus hijos a la disminución cualitativa de funciones vitales debido al mal hábito de fumar.
Por lo general solo se percatan del riesgo cuando una radiografía, u otra investigación, revela que han contraído un mal irreversible. Entonces es demasiado tarde.
GRAVES RIESGOS DEL TABAQUISMO PASIVO
Un reciente estudio científico publicado en la revista médica Pediatrics confirmó el grave doble riesgo que corren niños de padres fumadores de desarrollar enfermedades relacionadas con el tabaquismo pasivo.
La investigación abarcó un lapso de 22 meses durante los cuales fueron analizadas muestras de orina de 366 pequeños, entre dos años y medio y tres años de edad, con al menos un padre fumador, y de otros 433 cuyos padres no son fumadores.
Investigadores de la Universidad de Linkoping, Suecia, compararon los resultados, y en los expuestos al humo de tabaco hallaron el doble de una sustancia química nombrada cotinina, la cual se crea cuando el cuerpo procesa la nicotina.
Los expertos subrayaron el daño que sufren los menores, incluso aunque los padres fumen en el exterior de las viviendas, pero cerca de las ventanas.
En hogares donde los mayores fuman frecuentemente dentro de la casa, la exposición al humo pasivo fue 15 veces más alta que para los hijos de no fumadores.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la exposición ambiental al humo de tabaco, en cualquiera de sus modalidades, representa un peligro grave real para la salud humana y especialmente afecta a casi la mitad de los niños en el planeta.
(TVY)(Con informaciones de agencias, Sitio web de Salud Pública y archivos del autor)(29/05/17)
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