Blogia
DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

A debate la salud mental del presidente Trump

A debate la salud mental del presidente Trump

Roberto Pérez Betancourt

Desde que el hoy presidente estadounidense Donald Trump saltó a la palestra electoral y el gran público conoció su estilo directo de comunicación, desenfadado, agresivo y sorprendentemente desconocedor de realidades políticas, geográficas y de muchas otras cosas, no faltaron los electores de a pie que lo tildaron de “medio loco”, quizá de manera jocosa, habida cuenta el entonces aspirante al trono imperial decía lo que nadie antes había dicho, y sobre todo retaba a todo el que se opusiera a sus anuncios de “locas iniciativas”, que pondría en práctica tan pronto se hiciera con el poder ejecutivo.

Y sucedió lo que pocos expertos habían vaticinado: ganó el señor rubio, multimillonario de temperamento picoso y controversiales comportamientos públicos.

Apenas a un mes de la toma de posesión de Trump ya han ocurrido “milagros”, entre ellos el arrepentimiento de los políticos y en especial la camarilla de congresistas federales, de origen cubano, que durante la campaña de electoral habían tomado distancia del multimillonario, a quien retaban, e incluso excluían de toda posibilidad de ganar.

Pero ganó, y ahora vemos a otro Rubio, pero de apellido, que asiste risueño en compañía de su esposa a una cena conciliatoria con el Presidente y su primera dama, mientras otros de igual especie se reúnen, se toman fotos y pronuncian acercamientos públicos con el Dios de la Casa Blanca, conciliatorio “mía culpa” para vender el conocimiento que dicen tener sobre el “asunto cubano” y tratar de retomar las riendas del tema que extraviaron durante el mandatario demócrata de Barack Obama.

No es que extraño que se cuestione la salud mental de Trump en este contexto, matizado con la renuncia de su primer asesor de Seguridad Nacional, el fiasco del decreto sobre la exclusión de viajeros de siete países, las multitudinarias manifestaciones en importantes ciudades en protestas por pronunciamientos “trumpistas” contra inmigrantes, y sus reiteradas mentiras de todos los tamaños.

Lo cierto es que se suceden y crecen los epítetos que ilustran sobre la salud mental probable del señor Trump.

Recordemos que algunas de las referidas mentiras del Ejecutivo han sido difundidas en vivo y en directo y a través de las redes sociales, y han sido muy criticadas por los Medios de Difusión Masiva.

A esta práctica sin ética, se añaden además  los anuncios reiterados de sacar de Estados Unidos a los inmigrantes y construir el muro prometido, sin tomar en cuenta consecuencias de todo tipo, incluidas las propias afectaciones a la economía de la nación norteña que traería la exclusión de la fuerza laboral inmigrante.

Por todo esto no sorprende la noticia reciente de que Expertos en Estados Unidos debaten sobre salud mental del presidente Trump.

 ¿Es posible que el novísimo mandatario padezca algún tipo de trastorno de personalidad?

La pregunta, en sí misma, rompe una norma ética de décadas que prohíbe diagnosticar a personalidades públicas sin consentimiento.

 Pero la gente común, el residente, el ciudadano y el indocumentado de a pie, los que sienten en el alma propia las ofensas verbales y las amenazas con implicaciones radicales que ha pronunciado el inquilino actual de la Casa Blanca, no conocen de esa ética y de hecho se anticiparon a los expertos en lanzar la referida hipótesis, incluso con afirmaciones categóricas basadas en la “observación in situ”, la más primaria de las técnicas científicas de investigación.

 Volviendo al plano académico, nos enteramos que un grupo de 35 psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales acaba de enviar una carta al periódico “The New York Times” en la que mostraba su preocupación por “la inestabilidad emocional” de Trump, lo que, en su opinión, lo “incapacita para servir de manera segura como presidente”. “Sus palabras y su comportamiento sugieren una profunda incapacidad para empatizar. Individuos con este tipo de rasgos distorsionan la realidad, para que se adapte a su estado psicológico, y atacan los hechos y a quienes los transmiten, como periodistas y científicos”, aseguran.

 La agencia española EFE recuerda que en noviembre pasado el psicólogo Nigel Barber aventuraba en el diario digital “Huffington Post” que Trump tiene rasgos que apuntan a que sufre un trastorno narcisista de la personalidad, lo que le llevaría a comportarse con falta de empatía, grandiosidad, autoritarismo y necesidad de admiración constante.

La Asociación Psicológica Americana (APA), que representa a personal relacionado con la psicología en Estados Unidos, mantiene desde 1973 la “Norma Goldwater”, por la cual pide a todos los psicólogos del país que no aventuren diagnósticos de personalidades públicas sin tratarlos personalmente y bajo su consentimiento.

La norma tiene su origen en la campaña presidencial fallida de 1964 del senador republicano Barry Goldwater, que fue tachado de “paranoico” y “megalómano” por psicólogos en un artículo de una revista.

Goldwater posteriormente demandó al medio que publicó estas opiniones y el escándalo obligó a la APA a emitir una norma que varios psicólogos han pedido este año que se deje atrás para alertar de los peligros de tener a Trump en el Despacho Oval.

La citada fuente noticiosa afirma que legisladores demócratas se están sumando a la teoría de los trastornos mentales de Trump para atacar al nuevo presidente e incluso barajar la posibilidad de que se le inhabilite, utilizando una enmienda de la Constitución que permite deponer a un mandatario por incapacidad si se obtiene consentimiento de miembros del Ejecutivo y los votos de dos tercios del Legislativo.

La congresista californiana Jackie Speier criticó este jueves la “desquiciada” rueda de prensa de Trump, en la que durante más de una hora lanzó ataques contra los periodistas, insistió en que el margen de su victoria fue histórico pese a no serlo y aseguró que “las filtraciones (a los medios) son reales, pero las noticias son falsas, porque gran parte de las noticias son falsas”.

Speier no es la primera legisladora de la oposición que sugiere que Trump puede no ser apto para la Presidencia por un supuesto trastorno.

El fin de semana pasado, el senador demócrata Al Franken aseguró que algunos de sus colegas republicanos están preocupados por el estado mental de Trump, derivado de la creencia de que “miente mucho”. El congresista demócrata de Oregón Earl Blumenauer pidió esta semana en el Capitolio que se “clarifiquen” las posibilidades legales de la Enmienda 25 de la Constitución, que contempla el procedimiento para destituir a un presidente por incapacidad, algo de lo que no se hablaba desde el tiroteo que acabó con la vida de John F. Kennedy en 1963. Blumenauer aseguró que el “errático” comportamiento de Trump requiere una revisión porque la enmienda constitucional “tiene lagunas en el caso de incapacidad mental o emocional”.

La semana pasada, el congresista demócrata Ted Lieu afirmó que el comportamiento de Trump es “increíblemente” preocupante y que está considerando presentar un proyecto de ley para incluir un psiquiatra en la Casa Blanca.

El profesor de psiquiatría clínica de la Universidad Weill Cornell Richard A. Friedman escribió una columna de opinión en “The New York Times” en la que llamó a la cautela a la hora de establecer relaciones de incapacidad con diagnósticos psicológicos apresurados.

Según Friedman, un diagnóstico sobre la salud mental de Trump requiere un gran número de sesiones cara a cara.

Además, apuntó el profesor, en algunos casos se puede tener una enfermedad y ser totalmente competente, a excepción de estados más graves como psicosis o demencia.

No obstante, recordó Friedman, diferentes historiadores han concluido que algunos presidentes han dirigido el país, pese a sufrir trastornos: Abraham Lincoln padecía depresión severa, Theodore Roosevelt posiblemente era bipolar y Ulysses S. Grant era alcohólico, concluye la agencia EFE. Editorial del New York Times sobre Trump: “El dedo en el Botón Nuclear” Según expertos, Donald Trump aumenta el riesgo de una guerra nuclear. Doomsday Clock (El Reloj del Apocalipsis) es un reloj simbólico ideado poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1947, por el Bulletin of the Atomic Scientists (Boletín de Científicos Atómicos) de la Universidad de Chicago en Estados Unidos.

Los científicos evalúan los acontecimientos mundiales y en dependencia adelantan el reloj hacia la medianoche, que representa el fin de la humanidad, o lo atrasan, que significa algún logro en el desarme nuclear. Comenzó a las 23:50 y la hora que marca ha variado indistintamente según la situación global. Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, el tiempo hacia el día final ha avanzado hasta colocarse en las 23:57:30, a dos minutos y medio de la debacle.

A partir de esta alerta hecha por el experimentado grupo de científicos, The New York Times, uno de los medios más influyentes en EE.UU. ha publicado un editorial sobre el nuevo mandatario, la cantidad excesiva de armas nucleares que posee el país norteamericano y los riesgos de una catástrofe mundial.

El diario apunta que “Trump llegó al cargo con poco conocimiento del vasto arsenal nuclear y de los misiles, bombarderos y submarinos que tiene”. El consejo editorial del periódico se muestra preocupado por las declaraciones del magnate “sobre el despliegue de este armamento contra los terroristas y la expansión nuclear de los Estados Unidos”.

Trump ha dicho que valora la posibilidad de mantener a otras naciones ante la amenaza constante de un ataque nuclear.

Aunque sus intervenciones públicas sobre el tema se contradicen. “Let it be an arms race” (que sea una carrera armamentista), dijo en una entrevista en diciembre, pero tres meses antes había declarado: “I would certainly not do first strike” (ciertamente no lanzaría el primer ataque).

Lo preocupante es que Trump podría romper con la política de los últimos presidentes, que han buscado asegurar que estas armas no se usen de forma precipitada o que simplemente no se usen, apunta la editorial titulada The Finger on the Nuclear Button (El dedo sobre el Botón Nuclear).

El temor por una imprudente acción del jefe de Estado, ha provocado que el senador Edward Markey de Massachusetts y el representante Ted Lieu de California, ambos demócratas, propongan una legislación para prohibir a cualquier presidente lanzar un ataque nuclear sin una declaración de guerra que pase antes por el Congreso. El proyecto de ley cuenta con el apoyo de destacados defensores del control de armas, entre ellos el ex secretario de Defensa William Perry, pero es probable que no se apruebe en un Congreso dominado por republiacanos. No obstante, “envía un mensaje claro a Trump para que no sea el primero desde la Segunda Guerra Mundial en usar armas nucleares”, dice The New York Times. “El presidente podría desplegar más útilmente sus energías comprometiéndose con Rusia para reducir aún más los arsenales nucleares de ambos países y manteniendo el acuerdo nuclear de Irán”, explica. Para colmo de males, un consejo asesor del Pentágono propuso recientemente que Estados Unidos considere la posibilidad de construir más armas nucleares de menor rendimiento. Esto sería para un “uso limitado” en un conflicto regional. “La noción absurda de una guerra nuclear ‘limitada’, que podría facilitar a un presidente el uso de armas de menor rendimiento, debe ser rechazada. El país cuenta con suficientes armas convencionales avanzadas para defenderse de la mayoría de las amenazas”, asevera el medio de prensa. La editorial termina con estas ideas: Donald Trump tiene unas cuatro mil armas nucleares en su poder. Cualquier decisión sobre un supuesto ataque tendría que tomarse rápidamente. Estas decisiones de vida o muerte pondría a prueba a cualquier líder, incluso a aquellos bien educados en la doctrina nuclear (…) Pero ninguno de los asesores más cercanos a Trump es experto nuclear. El presidente aún tiene que elaborar una estrategia nuclear y, como advirtió el Boletín de la Junta de Ciencia y Seguridad el mes pasado, Trump ‘ha mostrado una preocupante propensión a rechazar rotundamente el asesoramiento de expertos’.

Con Donald Trump, la toma de decisiones acertada es todavía más difícil, dado su estilo perturbador e impulsivo. También asumió el cargo en un momento particularmente inestable (…)

Este es un tiempo para la moderación y la reflexión cuidadosa, y para los líderes que entienden claramente que las armas nucleares son demasiado peligrosas para ser alzadas como un puñal. (TVY)(Con informaciones de agencias y del NYT)(23/02/17)

0 comentarios