Los consumidores y el protagonismo
Roberto Pérez Betancourt
Los Consumidores, podría ser el título para un serial televisivo de larga duración, como los que exhibe en Cuba el canal Multivisión, y emular con otros de ese corte, como El Oyente, El Almacén, Sala de urgencias, y más.
El argumento se asentaría en nuestra cotidiana vida misma, en la que los consumidores debieran ser siempre protagonistas a toda hora, y no pasivos observadores en la puesta en escena que sucede en cada uno de los establecimientos comerciales cubanos, donde, a contrapelo de lo que dictan las reglas del buen comerciante, el rol principal recae en los empleados y funcionarios, supuestamente encargados de atender y complacer a los clientes.
Así, usted puede acercarse a un mostrador para solicitar un artículo y descubrir que del otro lado no hay nadie.
Usted le puede preguntar a una empleada cercana, que está vigilando, y ésta, sin dirigirle la mirada, le responderá: “Espere que la dependienta está ocupada y viene ahorita”.
Usted, cliente, siente que su autoestima se pega al suelo, porque durante décadas se acostumbró a que le distribuyeran lo que había, y no a seleccionar y comprar. Apurado, se atreve a romper el celofán de la timidez y vuelve a preguntar: “¿La dependienta se demorará mucho?” Incredulidad observa en la mirada de la empleada cercana cuando esta lo regaña: “No se altere, compañero, la dependienta está reunida con el administrador”.
Cliente apurado, usted siente que algo se despierta dentro de su potencial rol protagónico de comprador que pagará, al precio que le cobrarán, y reclama: “Por favor, deseo ver al supervisor”.
Aquí la empleada cercana titubeará, no está acostumbrada a este reclamo, intentará balbucear una explicación y finalmente le responderá: “El supervisor también está reunido con el administrador, tiene que seguir esperando”.
Son argumentos definitivos.
Usted ya comprendió que no es el protagonista de la obra y abandona el establecimiento, decepcionado, preguntándose cuándo nuestro comercio y nuestros comerciantes acabarán de aprender las reglas elementales de atención a los clientes, y se preguntará, a sí mismo, si un poco de competencia no sería estimulante para poner de relieve que también en nuestro socialismo el consumidor, que compra y paga, debe ser siempre el protagonista.
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