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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Advertencias desoídas

Advertencias desoídas

Roberto Pérez Betancourt

Quienes NO suelen preocuparse ante advertencias dirigidas a preservar la salud y desterrar vicios, como el tabaquismo, que hoy algunos especialistas prefieren llamar enfermedad, aparentemente gozan su despreocupación.

Así era Héctor en sus veinte, también en los treinta, cuando su antigua perfecta dentadura mostraba signos de deterioro acelerado, sin que él le prestara atención a la estética.

A los cuarenta, la tos y la flema le advertían a Héctor la necesidad de una consulta médica, pero el afirmaba que el limón lo curaba todo y seguía alardeando de que nunca había necesitado de un médico.

 Cuando rebasó los cincuenta, un día nos avisaron que Héctor, con la voz enredada, había ingresado de urgencia en el hospital Nacional.

 Lo divisamos con su eterno cigarrillo en los labios y jugando al dominó con unos amigos. Pensamos que no era grave. La noticia llegó tres minutos después. La neuróloga nos solicitó permiso para someter a Héctor a una intervención quirúrgica. La pregunta era obvia:

- ¿Y de qué lo van a operar, si se ve casi como siempre?

 -Del cerebro, dijo la experta, y antes de que volviéramos a indagar, fue precisa al utilizar el presente, pensando en el futuro inmediato: “Lo mató el cigarro. Tiene cáncer avanzado en los pulmones con metástasis cerebral” Indagamos, sobre las probabilidades de sobrevivencia a sus 56 años.

 --Ninguna. Moriría en el salón de operaciones. Pedimos su autorización para estudiar el caso, informó con la impersonalidad de científico que mira al futuro.

 Pero todavía se le veía bien a Héctor y no accedimos.

Advertencia de la profesional:

 -Perderá la vista, el tacto, la locomoción, sufrirá mucho en los próximos días antes de fallecer.

Una última indagación:

- ¿Y cuál ha sido la causa de esta desgracia?

 La médica nos miró a los ojos y con certeza absoluta respondió, de nuevo en presente:

-Lo mató el cigarro. Héctor mismo confesó que fumaba más de dos cajetillas diarias y nunca dio crédito a las advertencias que le hacían sobre el peligro de su adicción.

 La prognosis se cumplió al pie de la letra para Héctor en la agonía de su terminación terrenal. El impacto para mí fue tan brutal que desde aquel momento, hace más de 50 años, deje de fumar. Dentro de unos días cumpliré 75. El 31 de mayo se celebrará el Día mundial de dejar de fumar. Héctor era mi padre.

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