Béisbol es béisbol; conga es conga, bulla y ruido son otras cosas
Roberto Pérez Betancourt
Mucha polémica ha levantado la decisión de la Comisión nacional de Béisbol (CNB) que estableció: Queda prohibida la música generada por Congas, orquestas y otros instrumentos musicales como trompetas durante el desarrollo del juego (Obviamente se exonera de ello los entreinnings, léase minutos de descanso por entrada y salida de los equipos al terreno). Las Congas están interfiriendo en la concentración de los jugadores, molestias constantes de la música sobre los dogouts, no permitiendo, incluso, las efectivas comunicaciones de las direcciones de los equipos con los atletas en el terreno, afectando también en las transmisiones de la televisión y de radio. Solicitamos apoyo y cooperación de las direcciones provinciales de deportes, comisionados y peñas deportivas para hacer cumplir lo reglamentado y desarrollar un buen espectáculo.(Fin de la cita)
¿Música?, y cornetas infernales
Una conga bien sonada, con los músicos ubicados lejos de las cabinas de transmisión de la televisión y la radio, y de los bancos de los equipos participantes, puede amenizar el espectáculo y agradar a quienes gusten de esa sinfonía criolla. Estos, al momento de sentarse en el graderío, seguramente se acercarán más a la música. Es una tradición en los parques cubanos, lo que pasa es que como en otras costumbres, hay quienes se exceden y a la conga unen alcohol, desorbitan las estridencias y convierten la supuesta música en un infernal ruido, que se cuela por los micrófonos de los narradores y afecta a millones de radioescuchas y telespectadores.
Los primeros tienen que optar por aguantarse si quieren saber algo de lo que está sucediendo en el terreno. Los segundos pueden cerrar el volumen, abstenerse de las narraciones y comentarios, y contentarse con lo que puedan apreciar en la pequeña pantalla. Sin embargo, no creo que sean las congas las que más interferencias causen a los medios de difusión, sino las cornetas, repetitivas, estridentes, con intención de dañar la concentración de los peloteros, de manera que quienes accionan esos instrumentos, sobre todos los que cuentan con un dispositivo manual para insuflar aire, se sienten partícipes de la disputa en el terreno y la llevan a un plano ofensivo.
Hay quienes citan la experiencia del Mundial de fútbol de Sudáfrica cuando aquellas largas cornetas llamadas “bubuzelas” hicieron enmudecer a los televisores de todo el planeta ante aquel ruido infernal.
Para quienes todavía no se han enterado, sí fueron prohibidas a partir de aquella triste experiencia que tanto afectó a los medios de difusión. En Cuba, las transmisiones no tienen carácter comercial, las cabinas no acostumbran a estar insonorizadas, de manera que el ruido ambiente se cuela clandestina e impide la comunicación que intenta el narrador.
Por todo esto me parece muy acertada la decisión de la CNB en beneficio general del disfrute del deporte nacional, de los muchos o pocos que estén en el estadio y de la inmensa mayoría que se entera a través de los medios.
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