Barrio adentro: paciencia, clave de sobrevivencia
Roberto Pérez Betancourt
Juanito debe entrar a trabajar a las 8 de la mañana, pero le urge comprar los mandados de la canasta básica familiar correspondiente al mes. Se levanta bien temprano para ser de los primeros en la fila cuando abra la bodega a las 7 a.m.
Tiene suerte y logra adquirir los víveres a las 7:30.
El pan no ha llegado. Tampoco la leche de dietas. En la familia de Juanito nadie recibe dietas.
--… Ustedes gozan de buena salud”, le comenta Margarita, quien porta un galón de cuatro litros y pregunta: “¿Quién es el último para cuando llegue la pipa? Es que en la casa todos necesitamos la leche por prescripción facultativa”, aclara cuando alguien le pregunta.
Juanito divisa en la gran fila que se está formando a muchas personas que cargan diversos envases, desde los de cinco litros hasta los de un litro. ¿“¿De verdad todas esas dietas serán necesarias, o acaso…? Se pregunta Juanito, mientras comenta que lamentablemente para comprar el pan hay que hacer la misma cola de la leche. Desiste. “No me dará tiempo, además, todavía no han llegado, ni el pan ni la leche. Ahí tienen para rato”.
Paciencia: “contra reloj”
Hacer la compra del mes, de la semana, del día, para obtener los víveres y otros productos imprescindibles con los cuales cocinar y servir la mesa familiar --las veces que se pueda, en cada jornada--, y solventar otras necesidades domésticas básicas, implica hoy en día un desgastante ejercicio de múltiples actividades, que deben realizarse “contra reloj” para estirar el tiempo disponible e intentar una contribución activa de todos los integrantes del núcleo familiar, quienes necesitan dotarse de mucha paciencia, clave de sobrevivencia…
Sobre la paciencia se han escrito cientos de libros: ensayos, novelas, cuentos y poesía. Poco de periodismo.
Paciencia no significa sumisión, sino cordura; tampoco es inercia ni desidia. No es sinónimo de esperar, sino cómo nos comportamos mientras esperamos.
La paciencia admite la acción oportuna, la denuncia sabia y documentada de lo mal hecho, en forma pertinente y donde corresponda. En ocasiones hay que tener paciencia adicional para que la voz que apela y acusa sea escuchada por el decisor competente.
La emoción aflictiva del enojo se interpreta como la contraparte de la paciencia.
Los psicólogos acostumbran a definir la paciencia como la virtud de saber tolerar las contrariedades y adversidades con fortaleza y sin lamentarse, y agregan que las personas que tienen paciencia saben esperar con calma a que las cosas sucedan, ya que piensan que a aquello que no depende estrictamente de uno, se les debe otorgar tiempo.
Recomendaciones a los impacientes para aprender a tener paciencia
A: Aceptar que cada asunto lleva su tiempo. Hay que practicar esa aceptación y aprender a disfrutar del día a día sin pensar constantemente en aquello que se espera.
B: Hay que olvidarse “de lo que pudo haber sido y no fue, y no es, y aparentemente, no será”.
C: Es imprescindible pensar en forma racional. A los de temperamento irritable les cuesta más, y por eso necesitan entrenarse con mayor ahínco. La ventaja adicional es que actuar con raciocinio evita el estrés negativo y sus consecuencias.
D: Hay que aprender a esperar. Entrenar la paciencia antes de una espera sospechada es útil. Ayuda tener un plan B de ocupación mientras se espera.
E: Evitar caer en la trampa del desasosiego. Lo primero que debemos hacer es darnos cuenta, ser conscientes de que somos impacientes; después, valorar qué factores fomentan nuestra inquietud y cuáles nos protegen.
PRIORIZAR es clave para evitar impacientarse
Quiere decir hacer la lista de las acciones necesarias, atendiendo a la importancia que se le concede a cada una. Al mismo tiempo, se debe aceptar que existen límites más allá de la voluntad personal, de manera que se aprenda a alimentar la paciencia y se eviten las frustraciones que a veces hacen explotar a los impacientes.
La paciencia es protectora, nos permite atravesar situaciones adversas sin derrumbarnos. No debemos sucumbir a esa tendencia. La paciencia no es apatía, ni resignación. No es falta de compromiso, porque no es estática: el que espera con calma lo hace activamente, se rebela contra la dificultad. El sosiego es optimista, pues la espera activa implica esperanza. Es coraje, pues fija su mirada en el largo plazo. El impaciente considera que el objetivo es la meta, cuando en realidad el objetivo es el punto de partida. La paciencia es protectora, pues no se ve frustrada por la eventualidad de lo inmediato: nos permite atravesar situaciones adversas sin derrumbarnos. Es fuerza, pues es paciente aquel que ha sido capaz de domesticar sus pasiones. Pero necesitamos entrenarla. Acostumbrarse a esperar y soportar que tener todo bajo control es, además de imposible, peligroso. Recapacitar, reorganizar —tanto los tiempos como las prioridades—, reflexionar.
La paciencia con los pies sobre el asfalto.
-- ¿Qué vino a la placita de la esquina?, pregunta Juanito, por preguntar, porque ya tiene que irse al trabajo.
--“Plátano verde y calabaza, y vale la pena porque la calabaza en la carretilla está a 10 pesos la libra y la mano de plátano burro a 30 pesos… En la placita te ahorras algo, no mucho; pero algo--, le comenta Pepe, jubilado, trabajador por cuenta propia, mandadero familiar y ayudante principal de su mujer, la ”ama de casa”.
-- ¿Tú sabes si están vendiendo arroz en la placita?, indaga María, y aunque nadie le contesta, añade: “A mí no me alcanza la cuota de la canasta… somos muchos”.
-- Pero si son tantos les toca más, sugiere Arcelio, atento para que nadie viole el turno en la cola del pan-leche.
-- Sí, pero no alcanza, insiste María.
-- Me dijeron que hay arroz a 35 pesos la libra en la placita.
-- Ni pensarlo, mi amigo, la jubilación no da, se quedó corta en la “Tarea…”, tú sabes…
-- Pues mira, pide prestado y aprovecha, porque cuando se acabe en la placita, el arroz volverá a estar a 50 pesos la libra en el mercado
--“Tutaloco”, Arcelio. Oye, por cierto, ¿ya pasó el cobrador de la luz por tu casa?”
--Dicen que la facturación está atrasada. Tienes que ir a pagarla al correo o al banco, y apúrate porque te la cortan. Y me dijeron que en la shopping que nos toca por la libreta sacaron picadillo para las libretas con número del 1 al 400, así que no te demores y marca.
-- ¿Y en qué tiempo lavo, cocino y limpio la casa, Armandito, dime tú?
-- Paciencia, amiga, paciencia…
El cuerpo no está preparado para estar en una situación de alerta constante. Se desgasta. El sueño repara el desgaste, pero cada vez dormimos menos y peor, muchas veces en nombre de la impaciencia, pues dedicamos más horas a conseguir que a descansar. Se ha desvirtuado el concepto de necesidad, tanto de ser como de saber y de tener. A la verdadera necesidad es imposible sustraerse, faltar o resistirse. Cada vez hablamos de ella con mayor ligereza, cuando en realidad se trata de deseos. Desear es más soportable que precisar, y la elevación del deseo a la categoría de exigencia conlleva riesgos, pues una carencia diferida se convierte en una urgencia. Una buena parte de la responsabilidad del incremento del uso de fármacos para el tratamiento de la ansiedad y la depresión la tiene esta tendencia a no cultivar el arte de la paciencia. Vivir en este contexto de urgencia es, en realidad, más dañino que el posible fracaso en objetivos que consideramos necesarios.
Precios impacientes…
-- Imagínate que me hace falta comprar guaguí para los muchachos, pero el carretillero cobra a 40 pesos la libra, dime cómo y con qué, argumenta María
-- Cuando cobra tanto es porque algunos lo pagan. Yo lo tuve que pagar hace poco a 80 pesos la libra en un sitio que le dicen “La cuevita matancera” --, opina Arcelio.
-- Seguro que allí radican Ali Babá y su gente…
-- No estoy para chistes. Todavía me faltan 18 días para cobrar la jubilación…
-- Pero alégrate porque pasaste la Covid.
-- Casi me muero. No quiero que me hablen de eso porque me deprimo.
--Paciencia, amiga, no hay de otra… por el momento.
--Lo que hace falta es que acaben de normar precios y pongan más inspectores—se impacienta María.
--Lo de los precios de los productos no normados en la libreta lo regula la Ley del Valor, según la Economía Política – interviene Alfredo, hasta entonces simple oyente-observador --. Cuando intentan controlarla después da el golpe maestro de la inflación. Los productos que no están normados tienen que regirse por la oferta y la demanda, no hay de otra. Pensar lo contrario es soñar despierto.
-- Entonces, ¿cuál tú crees que sería la solución?, pregunta María, con tono irónico.
--Producir más, producir más de todo, llenar el mercado con productos para que los especuladores tengan en respetar…la Ley del Valor, que funciona independientemente de la voluntad de uno y de otros…
Impacientes: Noticias de actualidad
--La buena noticia es que nos estamos recuperando de la Covid y el turismo abre en noviembre.
-- Ya están circulando las guaguas.
-- También abrieron el tránsito entre provincias. Ahora podrán entrar más productos del campo
-- Y los muchachos comienzan en la escuela, al menos poco a poco.
-- ¿Tú crees que nos recuperemos también en la economía?
-- Seguro muchacha, el 2022 va entrar a toda mecha y esto va pa’rriba y palante.
-- Optimismo el tuyo.
-- Y paciencia, mi amiga, mucha paciencia, nada de enojarte ni afligirte. Acuérdate de Confucio.
-- ¿Quién es ese?
-- Un chino que inventó la paciencia…
(TVY) (Con citas de fuentes referenciadas en los hipervínculos) (26/10/21)
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