Para comerse a Caperucita roja
Roberto Pérez Betancourt
“Cuenta los días de tu vida,
y verás cuan pocos y desechados
han sido los que has tenido para ti”. Séneca.
Una variante popular del cuento de Caperucita Roja afirma que cuando ésta llegó a la casa de su abuelita y la halló acostada en la cama, sin percatarse que en realidad se trataba del Lobo Feroz, la niña empezó a cuestionar a la anciana.
“¡Ay, abuelita!, que mal aspecto tienes, pero que dientes más grandes, que peluda y mal oliente estás, y que uñas tan largas y sucias se te notan, y hasta un mal aliento que espantas, y esos tenis, y esa ropa... ¡Abueliiita!”
Dicen que el Lobo, en vez de comerse a Caperucita, se escurrió del lecho y se marchó cabizbajo. La autoestima del feroz animal, muy resentida por otras preocupaciones, colapsó ante aquella inesperada andanada de críticas.
TRES PREGUNTAS DIRECTAS
Permítame formularle tres preguntas: ¿Es usted de los que pretenden abarcar el universo de responsabilidades familiares? ¿Acostumbra a desbrozarle el camino a su pareja y a los hijos, a toda costa? ¿Se pliega ante cualquier exigencia de otros?
Si respondió afirmativamente, en opinión de expertos sicólogos y sociólogos, aunque pletórico de buenas intenciones, usted transita un sendero equivocado, porque se quiere muy poco a sí mismo.
Esa actitud puede desembocar en frustraciones, estrés agobiante e incluso consecuencias trágicas para sus relaciones públicas y domésticas.
Para empezar a rectificar debe sostener un debate franco consigo mismo. Relájese, respire hondo con su abdomen, pase revista a todas las cosas que sabe hacer y sorpréndase de sus habilidades.
Como nadie se ha tomado el trabajo de hacerlo antes, ¡elógiese mi amigo!
Si se siente sobrecargado, debata amablemente el tema en el seno de su núcleo familiar y contribuya a repartir responsabilidades.
Usted, hombre o mujer, no es una orquesta. Autoanalice su conducta en interés de modificar hábitos que perjudican su salud y siembran dependencias nocivas en quienes le rodean, porque no aprenden a resolver sus propios asuntos.
No sobrevalore simples problemas cotidianos. Haga una lista de esos retos que usted considera insalvables y después repáselos uno por uno.
Será un buen entrenamiento para percatarse de cuan poco importantes pueden ser los asuntos que creíamos capaces de arruinar el planeta. Así aprenderá a perder el miedo ante situaciones que realmente son normales y desterrará fantasmas.
¡APROVECHE Y RÍASE!
Apóyese en los demás. ¡Y viva con humor! La risa es fuente de optimismo y de salud. No acumule odios ni reservas, limpie su mente de ansiedades.
No escatime palabras de agradecimiento y afecto hacia los demás y, sobre todo, recuerde que más allá de pigmentos y canas, gordura o delgadez, ancianidad o juventud, estatura y estética corporal, sobre todas las cosas usted es un ser humano importante, que goza del inconmensurable placer de existir.
Eso sí, recuerde al Lobo: Mírese al espejo y autocritíquese. Cuide su porte y aspecto personal, para ello no es necesaria la última “gangarria”,”el blin, blin más espectacular” el “yin” ni las “zapatillas de marca”, y si alguna caperucita lo critica por no llevarlos, mándela a paseo. Pero revise uñas y peinado, también los dientes, el aseo total...
Espere, todavía no se coma a Caperucita.
Ahora, si lo estima, rectifique las respuestas que dio a las preguntas que al principio formulé. Seguramente sentirá que, merecidamente, su autoestima toca el techo. ¡No la deje caer!
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Carlos -