Fidel en la ONU hace 49 años: Verdades como templos
Roberto Pérez Betancourt
El discurso pronunciado por Fidel Castro el 26 de septiembre de 1960 en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), hizo historia y captó la atención unánime durante más de cuatro horas, en las que dijo verdades como templos nunca escuchadas antes allí.
Desde su arribo al aeropuerto de Nueva York el día 19, la delegación cubana, y en particular el Líder de la Revolución, padecieron la hostilidad constante orquestada por el gobierno norteamericano, el cual dio instrucciones para dificultarle incluso el hospedaje en el hotel donde se habían realizado las reservaciones.
El maltrato sostenido, en interés de humillar y doblegar a los revolucionarios cubanos, se revirtió contra sus promotores y avivó la expectación mundial en torno a las palabras de Fidel, quien recordó el confinamiento padecido a la isla de Manhattan, la hostilidad oficial y el intento de aislamiento.
Las singularidades de aquellos episodios marcaron el ridículo para la administración estadounidense, que por ser sede de las instalaciones de la ONU está obligada a garantizar trato adecuado a los delegados.
"Nuestra oportunidad para decir la verdad es esta, y no dejaremos de decirla", adelantó Fidel, y citó hechos que desenmascaraban las bajezas de los anfitriones, incluidas sus campañas difamatorias en la prensa estadounidense y las que evidenciaban la explotación sistemática a que sometía el gran capital a los pueblos y naciones humildes del planeta.
Una frase del orador descartaba cualquier ilusión en los poderosos: "El capital financiero imperialista es una ramera que no puede seducirnos". Ganó cintillos de prensa y sigue siendo hoy expresión de la firme voluntad revolucionaria de resistir.
Fidel relató la verdadera historia de la independencia de Cuba frente al colonialismo español, desenmascaró los añejos propósitos estadounidenses de anexarse a la Isla. Recordó que la soberanía finalmente había sido conquistada y el pueblo cubano no estaba dispuesto a cederla a ningún precio y la defendería hasta las últimas consecuencias.
No faltó la denuncia de atropellos padecidos y las injusticias que a través de muchos años los gobiernos norteamericanos han cometido contra las naciones latinoamericanas y caribeñas.
Como colofón, dio a conocer La Declaración de La Habana, acordada por más de un millón de cubanos reunidos en la capital del país, el dos de septiembre de ese mismo año, que proclama la condena a la explotación del hombre por el hombre, y la explotación de los países subdesarrollados por el capital financiero imperialista.
Una frase del discurso, pronunciada para un futuro por venir, ha recordado reiteradamente la esencia misma del pensamiento expuesto ante el mundo por Fidel Castro: "Desaparezca la filosofía del despojo y habrá desaparecido la filosofía de la guerra".
Medio siglo ha transcurrido desde que los barbudos bajaron de la Sierra y desacataron las órdenes de Washington; cinco decenios en los que no ha cesado la hostilidad del Norte contra la Isla caribeña; 10 lustros de resistencia heroica, que hoy reafirma el verbo de Fidel, pleno de vigencia, cuando dijo verdades como templos que siguen en pie.
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