Gabriel y Araceli, historia de amor y de combate
Roberto Pérez Betancourt
Sesenta años han transcurrido desde aquel aciago 7 de diciembre de 1957, cuando fue asesinado vilmente el campesino Gabriel Valiente Martín por sicarios de la sangrienta dictadura batistiana, régimen proimperialista contra el cual se alzó el pueblo cubano hasta derrocarlo e inició el largo camino en la construcción del socialismo, contra viento y marea, frente al imperio, sin claudicar.
¿Qué hacía este campesino nacido en Salamanca, España, en la provincia de Matanzas, territorio de Cuba a finales del año 1957? ¿Por qué fue torturado y después colgado de un árbol? ¿A quién amó y por qué luchó? ¿Cómo fue la vida de Gabriel Valiente Martín, un hombre entero que honró su apellido hasta el último instante?
Agricultor desde el humilde poblado de Juzbado, donde nació el seis de abril de 1896; obrero de minas en Francia, en medio de una situación calamitosa, decidió viajar a Cuba en el año de 1920, con el sueño de labrar la tierra de sol a sol y juntar los reales que algún día le permitieran retornar a España en busca de su novia, a quien había dejado en el pueblito de Topas, hecha un manojo de lágrimas.
Eran primos por línea materna. Tanto se conocían el uno al otro y tanto se amaban, que desde el instante en que el joven apretó las manos de la muchacha y la besó el día de despedida, ambos comenzaron a contar los inciertos minutos que faltaban para que él retornara “de las Américas” y cumpliera su promesa. “Volveré a por ti, Manuela, te lo juro” --dijo él, acariciando aquellos ojos claros que le devolvían la ternura--.
“Se fue lleno de ilusiones. Yo quedé aguardando su retorno, enamorada, claro que sí”, me confesó Manuela Araceli una fresca tarde de marzo de 1983, mientras cargaba a su nieto más pequeño y sus recuerdos revivían instantes de dicha, y también de tragedia.
Gabriel laboró muy duro en los cañaverales de la región central de la provincia de Matanzas –100 kilómetros al este de la capital cubana--, hizo hornos de carbón, economizó cada centavo y también vio estupefacto como sus ahorros se esfumaban de los bancos por la crisis económica de la época.
CINCO AÑOS DESPUÉS...
Manuela Araceli casi se desmaya cuando lo vio de nuevo en el umbral, cinco años después de la partida. No lo pensó dos veces, ”... porque en España todo estaba ocupado por terratenientes y feudales, ni un pedacito había para labrar... El 19 de diciembre llegamos a La Habana en el barco Alzathia. Viajamos en tercera, lo peor. Enseguida tomamos un tren hasta el pueblo de Manguito, y después una guagüilla de palos nos condujo por terraplenes. Yo iba con los ojos asustados. Pero Gabriel ya conocía aquellos senderos, me reconfortaba y me quitaba el temor”.
Para ellos, los años siguientes fueron muy parecidos a los de otros inmigrantes españoles: Trabajar la tierra de sol a sol, penurias, economías, arriendos, desalojos, injusticias y abusos padecidos; una mujer que hace de todo en el campo y un hombre que no le tiene miedo a la vida, impulsados por una idea fija: Prosperar y regresar triunfantes al terruño materno.
“Zafras hubo que nos pagaron el ciento de arrobas de caña de azúcar sembrada, cultivada, cortada y puesta en la grúa a solo 50 centavos, un robo”, recuerda Manuela. Se le alivia el rostro al hablar de los hijos: Ángel y Tomás, los primeros; pero enseguida se ensombrece cuando rememora aquel año terrible de 1936, cuando se les ocurrió que era hora de regresar a España, “... porque los chicos no tenían donde aprender las letras en el campo cubano y la morriña acumulada pesaba como un fardo en el recuerdo de la familia”.
LA CARA DESCUBIERTA DEL FASCISMO
En el vapor Orinoco partieron el cuatro de julio. Días después, al arribar a puerto, conocieron por vez primera que España estaba envuelta en la Guerra Civil. “Allí vimos la cara desnuda del fascismo —recuerda Manuela Araceli-: Bombardeos, fusilamientos, desfiles de tropas hitlerianas y mercenarios moros, llamados por Franco. Si algo había cambiado era para peor: familiares asesinados en la guerra... Aunque queríamos volver a Cuba enseguida no nos dejaban. “Pero para algo sirvió aquella experiencia, sobre todo para que los ojos se nos abrieran y en los siete meses que tuvimos que permanecer allí aprendimos mucho. Nos salvó el que nuestros dos hijos eran cubanos de nacimiento, y cuando finalmente nos volvimos, Gabriel ya era comunista. Aunque letras no conocía muchas, tenía entendederas bien abiertas y un corazón que no le cabía en el pecho: ’Hay que tener ideas y luchar por ellas para un mundo más justo’, decía. “A partir de entonces el socialismo tuvo para nosotros un significado concreto, el de luchar por la vida y por el hombre, y por nuestros hijos. Luego de ver a nuestras madres por última vez, nos regresamos a Cuba. Fue una partida definitiva, porque sabíamos que nunca más retornaríamos a España.
GABRIEL, EL COMUNISTA
De vuelta al surco y al potrero, al cañaveral y a la yunta, a los amigos, y también, ahora, a la filiación en el Partido Socialista Popular (comunista), a las luchas campesinas junto a Antero Regalado, Hilario Orta y otros dirigentes, a dar la batalla frente a los ricos colonos. En 1938 les nació Lorenzo, el tercer hijo. Poco a poco el prestigio de Gabriel Valiente como trabajador incansable y luchador por los derechos de los campesinos creció, se esparció por la comarca y trascendió a congresos y asambleas donde su voz se alzaba con verbo directo para denunciar y exigir frente a los pulpos agrarios, como la Compañía Atlántica del Golfo, cuyas extensiones rebasaban las 21 mil caballerías, mientras millares de campesinos carecían de un mínimo pedazo de tierra para ganarse el sustento. En octubre de 1954 Gabriel Valiente integró el Comité Nacional de los pequeños y medianos colonos. Eran numerosos los productores de caña sin cuota fija para moler en centrales azucareros, por lo que resultaban doblemente explotados. Su compañero del Partido, Saturnino Sosa, recuerda que “... Gabriel poseía una voz retumbante que le permitía hacerse escuchar con claridad en las reuniones. Tenía los ojos pardos y el pelo castaño, era generoso y hacía honor a su apellido, pues no conocía el miedo y eso le captaba la simpatía y el respeto de todos “. “Gabriel no disimulaba su filiación comunista -afirma la esposa- aunque tomaba precauciones y escondía libros. Unos chivatos lo acusaron un día en la Guardia Rural y los guardias se lo llevaron preso cuando labraba la tierra, el cinco de diciembre de 1957, en plena dictadura batistiana. Teníamos una casa en el pueblo de Colón y pasaron por allí para avisarme. “A la mañana siguiente fui al cuartel. Me dijeron que no estaba. Por la tarde se presentó él mismo Gabriel en la casa y me alertó para que nuestro segundo hijo, Tomás, no saliera. ‘¡Que se pierda!’, me dijo, porque lo andaban buscando por sus actividades revolucionarias.
“HEMOS LUCHADO, PERO HAY QUE SEGUIR LUCHANDO...”
“Los guardias habían dejado de rehén en el cuartel a mi chico menor. Parece que deseaban que Tomás saliera a interesarse por él para atraparlo y se aseguraron que Gabriel no se escondiera. Mi esposo me dijo: “Voy a llevarle el abrigo a Lorenzo porque anoche pasamos frío..., por si no lo sueltan hoy. Me miró un momento, me tomó las manos, como aquel día cuando se despidió de mí en España, y me dijo: ‘Hemos luchado, pero hay que seguir luchando, vieja’. No volví a verlo vivo. “Soltaron al muchacho, pero él no había visto al padre. Alguien llevó el abrigo al cuartel de la Rural. Al día siguiente me dijeron que habían trasladado a mi esposo al pueblo de Banagüises. Al oscurecer alguien llegó a la casa y dio la noticia de que había un hombre muerto en una finca. Parecía que estaba de pie sobre la tierra, pero lo habían amarrado a un árbol”. En el mismo sitio donde colgaron a Gabriel Valiente, me explicó su conocido Antonio Puga, “... ya estaba muerto cuando lo trajeron. Primero lo tiraron cerquita de la carretera, por donde estaba la alcantarilla. Allí había un charco de sangre. Lo torturaron. Este callejón no tiene nombre. Ahí queda el kilómetro cuatro de la carretera que va de Colón a Guareiras”.
En diciembre de 1958, en la misma zona, se organizó un destacamento guerrillero que adoptó el nombre de Gabriel Valiente y se alzó en contra de la tiranía batistiana pro imperialista en la finca Flor de Cuba. Después del triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959, la prensa de la época publicó detalles fragmentados de juicios celebrados a esbirros de la dictadura que habían asesinado a numerosas personas.
El 18 de enero de 1959 el diario Información reportó la vista pública contra los asesinos de Gabriel Valiente y otros mártires. Refirió que la viuda del primero, llorando, se dirigió al ex sargento de la guardia rural Juan Irenaldo Leonard Hernández, y le dijo: “En nombre de las madres cubanas, no por el pasado ni por el presente, sino por el futuro, usted debe delatar a los cómplices del asesinato de mi esposo”.
En el mismo sitio que les había servido a los procesados de salón de torturas, el Tribunal condenó a muerte al ex capitán Isidoro López Quintana, a Leonard y al soldado Segundo Nápoles. Donde apareció el cadáver del líder agrario, una tarja expresa: “En memoria de Gabriel Valiente Martín, cobardemente asesinado el siete de diciembre de 1957 por criminales de la tiranía mercenaria derrocada el Primero de Enero de 1959. “Prefirió morir de pie a vivir de rodillas. Incansable luchador porque la tierra fuera de quien la trabajara y hacer de Cuba una Patria Libre, política, económica, y social. Recuerdo de su viuda e hijos. Asociación provincial Campesina. Delegación de Colonos del Central Mercedes. Partido Socialista Popular. Directorio Revolucionario 13 de Marzo. Pueblo (sic). (TVTY)(Actualizado en 07/12/17).
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