Bush, Obama, Mc Cain, la herencia maldita o la rifa del guanajo
Roberto Pérez Betancourt
Este final de septiembre a menos de cuarenta días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, cuando mandatarios de países del orbe se reúnen en la Asamblea general de Naciones Unidas para debatir cruciales aspectos de la vida de los pueblos, y allí Cuba eleva la voz a nombre de las naciones no alineadas para denunciar la falta de equidad y la explotación a que son sometidos los seres humanos del tercer mundo, la escuálida figura de un alcohólico seco hace sus maletas y se dispone a abandonar La Casa Blanca, en Washington.
Allí ha habitado como usufructuario oneroso los últimos ocho años.
Se irá solo y apestado.
Quienes hasta hace poco le hacían la corte lo abandonan, porque George W. Bush padece del mal incurable de la impopularidad.
Es una enfermedad que en las sociedades capitalistas de consumo equivale al certificado de defunción política para quien deja tras de sí una estela de odios y sangre que lo acompañará por el resto de su vida.
Donde quiera que se meta W llevará consigo el cartel ganado para la historia del presidente más impopular que haya padecido Estados Unidos, el más patético y truculento.
Hace apenas 15 días W proclamaba la sanidad económico- financiera de su país, y ahora grita desesperado para que lo ayuden a parar la crisis y no duda en disponer mas de 700 mil millones del erario publico para intentar parar la indetenible bola de nieve de la recesión.
Intenta confabular a los aspirantes Obama y Mc Cain para compartir la responsabilidad del desacierto económico y financiero anunciado y no atendido, que se expande ya a Europa y se hace sentir prácticamente a escala global.
En este contexto, el candidato demócrata Obama ha escalado nueve puntos de ventaja en las encuestas frente al republicano John Mc Cain, homólogo de Bush, que va en picada, y tan temprano como 40 días antes de los comicios, analistas se predice la victoria del más joven aspirante.
Pero, ¡cuidado!: falta por ver como se desempeña el factor racial en las urnas al momento mismo de la votación, hecho inédito: Un mestizo aspirando a la presidencia de EE.UU., 40 años después de las batallas raciales que azotaron a la gran nación del norte.
La respuesta la tendremos después del cuatro de noviembre, sin fecha fija, porque en la cacareada democracia norteamericana todo vale.
Lo único cierto es que quien obtenga la silla imperial también se ganará la rifa del guanajo, es decir; la herencia maldita que deja el Bush saliente.
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