Cuba, gran récord frente a un señor huracán
Por Roberto Pérez Betancourt
El paso del huracán Gustav por el occidente del archipiélago cubano, con su carga de vientos y lluvias categoría cuatro, es historia. Sus ecos nos traen las proezas humanas de la reconstrucción de daños inmensos, invaluables aún en toda su magnitud, causados por un meteoro que abarcó cuatro provincias y el munici9pio especial Isla de la Juventud.
Matanzas, la provincia menos damnificada de las azotas por el meteoro , al igual que otros territorios, ha dispuesto el auxilio urgente de brigadas de sus trabajadores de la industria eléctrica para contribuir al restablecimiento de ese servicio en Pinar del Río, la más golpeada junto con la Isla de la Juventud, donde localidades enteras vieron derrumbarse las viviendas de sus moradores.
Numerosos records ha dejado Gustav, cuyas rachas de vientos llegaron a marcar 340 kilómetros por hora antes de romper el equipo que media esa intensidad, mientras olas de cinco metros llevaban la penetración marina hasta seis kilómetros en zonas bajas.
Pinar del Río no era azotada por un meteoro de esa magnitud desde el año 1946.
Cuatro horas tardó el destructor Gustav en cruzar la franja de tierra pinareña, periodo breve en el tiempo, pero largo en la espera humana bajo vientos aullantes y lluvias presagiadoras de inundaciones y pérdidas agrícolas.
Derrumbes y otros desastres causaron los 60 kilómetros cuadrados del gigante remolino de nubes y vientos malignos, empeñado en echar a volar techos y devorar millones de jornadas de trabajo creador de pinareños e isleños.
Pero ninguno de los records atmosféricos se puede comparar con el impuesto por los cubanos todos: Al redactar estas líneas ni una sola persona había perecido como consecuencia del huracán, que lamentablemente ocasionó varias decenas de victimas mortales a su paso por otras zonas del Caribe.
Esta realidad contrastante no es noticia para agencias de prensa foráneas.
Los cubanos las han acostumbrado a lo mismo. Y no hurgan sus corresponsales en los por qué de ese milagro. Si lo hicieran, hallarían las respuestas en la estructura sociopolítica del mayor archipiélago de las Antillas, capaz de desplegar una organización ejemplar como escudo de disciplina frente a la ira periódica de la naturaleza en el trópico.
¿Cómo es posible que esas decenas de miles damnificados de todas las edades y sexos se muestren serenos y confiados?
La respuesta es el gran récord que supera todas las estadísticas de los ciclones, la proeza humana de salvaguardar las vidas de los ciudadanos, la garantía sentida de que hoy nadie quedará abandonado a su suerte, la clara comprensión de que Cuba toda se levanta para auxiliar a los hermanos, más allá del silencio de otros.
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