Antídoto para males socioeconómicos congénitos
Antídoto para males socioeconómicos congénitos
Roberto Pérez Betancourt
El precio del petróleo emula con el récord olímpico de salto de altura y rebasa el listón, a 126 dólares el barril, poniendo a temblar a los pequeños inversionistas en el mundo del capital y la especulación.
A su vez, los combustibles disparan los precios de todas las mercancías, desatan la inflación y frenan el consumo y el desarrollo económico, abriendo las puertas a crisis económicas.
Los alimentos emulan con el hidrocarburo desde que los sesudos especuladores lanzaron la diabólica idea de utilizar cereales y granos básicos para incrementar la fabricación de etanol.
Además de emborrachar a más personas, prodigan su cuota de alcohol a los automóviles, en detrimento de la alimentación de los más humildes de la tierra, incapaces de pagar los multiplicados precios de aceite, arroz, trigo y otros productos agrícolas de su tradicional dieta, sustento de la vida misma.
Esas personas se han lanzado a las calles de muchos países capitalistas para gritar su hambre incontrolable, el peor del los dolores que pueden padecer los seres vivientes, en especial los humanos, y en particular los niños, cuyas lágrimas de impotencia, al clamar por un poco de comida, estremecen los cimientos de la civilización.
Es esa una parte del panorama actual que nos rodea, de la cual nos alertara Fidel Castro, no ahora, que los hechos retumban en todos los medios de difusión masiva del mundo, sino desde antes, cuando solo se escuchaba la voz del Líder de la Revolución Cubana.
Aquellos que desde las sedes imperiales no querían oir, hoy se alarman, porque los hechos se les escapan de las manos.
No pueden controlar la inflación en sus países, como no puede la Administración norteamericana impedir la crisis económica que asombra a los propios estadounidenses, incrédulos de que su país, el más rico del Planeta, no pueda dar de comer a más de 40 millones de sus habitantes.
De espaldas a sus propias realidades socioeconómicas, el gobierno de EE.UU. mata cada día a cientos de humanos con bombas y metrallas, y a decenas de miles más, condenados al hambre perpetua por la explotación a que los someten las transnacionales.
Mientras tanto, en toda Cuba, alertas siempre, los cubanos siguen hacia adelante, con sus problemas y aciertos, cada vez más convencidos de que solo el socialismo es el antídoto universal para los males socioeconómicos congénitos del mundo.
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