¿Pesadilla? ¡No!, porque no es sueño, sino despierta realidad
Por Roberto Pérez Betancourt
Afirma el diario Nuevo Herald que “el sueño americano es una pesadilla en Miami-Dade”, pues allí reside el mayor número de personas obligadas a dedicar más del 50 por ciento de sus ingresos solo a cubrir gastos por las viviendas.
Aunque sea una simple metáfora recurrente esa del “sueño americano”, la verdad es que la mayoría de los inquilinos en Miami –Dade no padecen de pesadilla, porque esta es propia de soñar dormido, y ellos sufren despiertos la realidad de escoger entre comer o guarecerse bajo un techo, expuesto a la furia de los elementos atmosféricos, a veces sin poder pagar seguro.
El dato lo aportó la Oficina del Censo, por ende es oficial, y especifica que los pagos a que vienen obligados los residentes incluyen la hipoteca, los impuestos a la propiedad, los gastos de condominio y los seguros.
La hipoteca es la cantidad mensual que el inquilino tiene que entregar al banco para amortizar el dinero que este le prestó, más un interés, con el cual “compró” la casa. Generalmente ese inquilino se dice “dueño” de un inmueble que en realidad no amortizó y que puede perder si incumple los plazos de la hipoteca y quedar en la calle y sin llavín.
Los impuestos –siempre crecientes— se explican por sí solos, y significan que, aunque el residente haya pagado toda su hipoteca, tendrá que abonar puntualmente la cantidad que el Estado le cobra por poseer la casa.
“Los gastos de condominio” se fijan en el contrato por tener acceso a servicios y locaciones, aunque se haya pagado la hipoteca.
El seguro, cuota siempre en ascenso, es vital en una región donde las viviendas suelen ser bonitas, pero endebles, al punto de salir volando cuando los traviesos ciclones tropicales les dan por veranear en el sur de la Florida.
Quien vive en su casita y no paga el seguro, está expuesto a que en cualquier momento “entre en órbita”, como papalote volante con mobiliario incluido junto con sus habitantes.
Por consiguiente, me remito al Herald:”… Y en términos generales, en el sur de la Florida la situación es catastrófica. El condado Broward es el sexto del país donde sus residentes tienen que gastar más para mantener el hogar”.
Afirma el estudio del Censo, que “En Miami el 29 por ciento de los propietarios gastan más de la mitad de su sueldo en la casa; en Miami Beach, el 26 por ciento, y en Miramar, el 25 por ciento. En contraste, en el ámbito nacional la cifra baja a 12 por ciento”.
Numerosas personas que no muestra solvencia para merecer un crédito bancario, tienen que depender exclusivamente de alquilar, por ende sin derecho a amortizar el valor del inmueble con la desesperanza de que nunca obtendrán la propiedad. ¿Qué sucede en ese grupo?
Dicen los datos oficiales que el 61 por ciento de arrendatarios del condado (Miami –Dade) dedican más del 30 por ciento de sus ingresos a pagar los alquileres. En Broward ese
porcentaje de gastos afecta al 54 por ciento de los inquilinos.
¿Por qué son tan elevados los gastos de la vivienda? El análisis referido sostiene que una de las razones es la disparidad entre el incremento de los precios de las casas y los sueldos, es que estos últimos prácticamente no se han elevado en los últimos años.
¿Y qué sucede en Hialeah? (Jayalia, en fonética castellana). La eufemísticamente llamada “Ciudad que progresa” es la más cara del Condado para los arrendatarios. Allí el 74 por ciento de la gente que alquila una casa para vivir debe invertir un tercio o más de sus ingresos.
Otros datos afirman que de las 828 mil 794 familias que residen en el condado Miami-Dade, 150 mil 770 viven de los
sellos de alimentos, de ellas el 27.5 por ciento padece algún tipo de enfermedad que le impide trabajar, y el 17.1 por ciento vive por debajo del límite de pobreza.
Obviamente, no se trata de ninguna pesadilla, sino de simple rutina cotidiana, como nostálgicamente me recuerdan María Luisa y Cheo, ex residentes de una mansión sobre el balcón del Yumurí, en la provincia de Matanzas –100 kilómetros al este de la capital cubana-- con auto y lancha incluidos.
Ellos son parte de la muchedumbre de náufragos tras la zanahoria envenenada del “sueño americano”, y aun son afortunados de poder contar sus arrugas en un cuarto con cocina y baño incluidos, precisamente en Miami-Dade; otros, los que padecen pesadillas lúcidas, integran la legión de los “homeless”, aquellos que se cobijan bajo las estrellas o los puentes.
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