CRÓNICA DE DOMINGO CON PIRÁMIDE INVERTIDA
Por Roberto Pérez Betancourt
Apurado, George W. Bush llegó a la Universidad de Miami Dade (UMD) el sábado último de abril. Lucía un traje oscuro de corte impecable, revelador del gusto de quien no escatima gastos. A los presentes se les hizo evidente que trataba de cerrar sus oídos al multitudinario clamor que en los alrededores del plantel exigía el cese de la guerra genocida contra Iraq.
Caminaba el Presidente con paso ligero y su rostro reflejaba esa habitual mezcla de sonrisa sardónica y pensamiento ausente que lo ha caracterizado desde que usufructúa la Casa Blanca.
Apretó manos el mandatario, ensayó breves chistes ante genuflexos funcionarios locales, y hasta departió con alumnos antes de dirigirse al podio, donde pronunciaría su discurso. Cerca de él, prestos a asistirlo, habituales asesores no podían ocultar cierta inquietud. Y no era para menos, habida cuenta de los malos ratos que George les ha hecho pasar con sus improvisaciones erráticas, que luego sirven de majar a los cazadores de gazapos presidenciales.
Sin borrar de su rostro la habitual mezcla de sonrisa sardónica y expresión ausente, el Primer Ejecutivo norteamericano volvió la cabeza a uno y otro lado con precisión robótica y desenfado emotivo antes de pronunciar sus primeras palabras. En un rincón, gozando de plena visibilidad, los reporteros anotaban: Gotas de humor, aplausos, celebración, alcurnia, distinción y pésame…
Efectivamente, W. Bush rindió homenaje a las 32 víctimas de disparos de armas de fuego del colegio de Virginia Tech. Sobre el autor de la matanza, el joven sudcoreano, víctima 33 de su propia rabia acumulada, no dijo nada. Pero como la ocasión lo aconsejaba, W. Bush recordó a Daniel Cueva, uno de los muchachos que “estaba en el lugar y en el momento equivocado”, como gusta decir el Presidente, frase que repite cuando se refiere a víctimas del terrorismo y la guerra. Cueva había sido estudiante de la Universidad de Miami Dade y, obviamente, recordarlo allí causaría buena impresión.
También sería bien acogida alguna referencia cáustica al “tirano Castro” y a la “esclavizada Isla de Cuba”, tan cercana y a la vez lejana, habida cuenta de la selecta audiencia presente, vecinos de esos muchachones de edades inciertas que integran “la fuerza de tarea especial de los Bush en el sur de la Florida”.
De ella forman parte los Orlando Bosh, Posada Carriles y varias decenas más de viejos amigos del Presidente y del papá del Presidente, quien en su día también fue Presidente y, como hoy su hijo, entonces se sirvió de esos inefables colaboradores para “ganar elecciones” y realizar sonadas encomiendas.
No importaba que allá afuera la chusma recordara la naturaleza criminal de los terroristas de la pandilla de los Bush en Miami, ni que exigieran que Posada Carriles, liberado bajo fianza, sea juzgado por sus muchos crímenes impunes. Ya el Presidente se había encargado de ordenar a la Fiscalía que en la próxima vista prevista para el 11 de mayo, donde deberá comparecer el ex asalariado de la Agencia Central de Inteligencia – si no se “escapa” antes del país o del reino de este mundo -- se le prohibiera comentar sus andanzas y malandrinadas por encargo en la Compañía…
Sin más digresiones mentales, Bush se concentró en su discurso, no sin antes percatarse que el fuerte aseguramiento policial impediría cualquier intentona subversiva a su alrededor.
Para calentar el verbo criticó “a Castro y a su desacreditada ideología”, que permite a los estudiantes cursar todos los niveles de enseñanza, incluida la Universidad, sin pagar un centavo de matrícula.
Elogió Bush las ilusiones de la democracia representativa norteamericana, donde solo los privilegiados que pueden costearse una carrera acceden a la enseñanza superior y gozan del privilegio de portar armas de fuego y utilizar a sus condiscípulos para practicar el tiro al blanco.
Como la ocasión lo pedía, Bush hizo un chiste al decir que el inglés era su segundo idioma. Siempre es saludable congraciarse con los de procedencia hispana acerca de su lengua materna… Lástima que su español siga siendo pésimo.
Ahora venía bien otra referencia al difunto Daniel y una alusión a Dios para recordar que este ilumina el pensamiento y las acciones del Presidente. Lo dijo:``La familia de Daniel debe saber que rezamos por ellos y que ofrecemos consuelo a los que sufren la pérdida de sus seres queridos''. La frase fue anotada en las agendas de las reporteras Ketty y Annette.
Lamentablemente, a seguidas se le ocurrió a W. Bush mencionar a Iraq, aunque brevemente, y la imagen televisiva de decenas de miles de niños, jóvenes, mujeres, trabajadores, ancianos, personas inocentes masacradas por las bombas y la metralla, por asociación involuntaria aparecieron en las mentes de los sonrientes asistentes al ágape estudiantil. Para aquellos difuntos no hubo reflexión religiosa. Después de todo, el Dios de ellos era otro. No hubo aplausos.
Urgentemente Bush retomó el resorte que hace batir palmas entre emigrados anticastristas: Habló de un día en que la luz de la libertad brillará sobre Cuba y acudió a contrastadas frases infalibles: “Ese día está muy cerca” “La caída del tirano se aproxima”. El auditorio vibró con fuertes aplausos, volvieron a anotar las reporteras. Alguien comentó al oído del vecino que faltaban apenas 19 meses para que se extinguiera el período oficial del Presidente. El confidente solo susurró “¿Crees que llegará a noviembre de 2008?”. El tema era muy delicado. La respuesta solo fue una sonrisa, como la de Mona Lisa.
Después, Bush creyó conveniente decir unas cuantas verdades y ensartó esta parrafada: “Necesitamos un sistema donde las leyes se respeten. Necesitamos un sistema que satisfaga las legítimas necesidades de nuestra economía. Y un sistema que trate a la gente con dignidad, y ayude a los recién llegados a asimilarse a nuestra sociedad''. No explicó quién lo conseguirá ni cuándo sucederá.
Sobre los problemas de otro sistema, el migratorio, dijo dos simples vocablos: “No funciona”, afirmó, y sobre el status de los ilegales afirmó que resolvería la situación “sin amnistía y sin animosidad”. Nadie entendió nada.
Las reporteras salieron después a las calles aledañas a la Universidad y anotaron en sus agendas declaraciones de manifestantes, que más tarde publicaría en Nuevo Herald, siguiendo estrictamente las normas de la pirámide invertida, que aconseja dejar lo menos importante (según los intereses del editor) para el final.
''Esta guerra está basada en mentiras. Ha costado demasiado: dinero, vidas, y muertes colaterales que nada tienen que ver con el combate. Esta visita ha traicionado a los estudiantes y en ningún momento nos preguntaron si queríamos a Bush aquí'', dijo Sergio Verdeza, de 29 años y estudiante del MDC.
Otros manifestantes fueron más duros al pedir un enjuiciamiento contra Bush. ''No estoy de acuerdo con el Presidente... él fabricó información de inteligencia para comenzar esta guerra. Merece un enjuiciamiento'', dijo sin dejar de tocar su tambor Ricardo Pollo, un estudiante de 28 años de la Universidad Internacional de la Florida (FIU).
Otros mostraron indignación y compararon el conflicto en Iraq con la guerra de
Vietnam. ''Esta guerra en Iraq es ilegal, inmoral. Toda esta matanza y destrucción no
tiene sentido... Esto me recuerda mucho a la guerra de Vietnam y los miles que
murieron por nada'', dijo con tono de frustración Larry Malman, un abogado de 56
años.
En contraste, Christopher Miles, el presidente de la Asociación de Estudiantes
del MDC, dijo sentirse orgulloso con la presencia de Bush, a quien presentó ante
sus colegas y graduandos durante la ceremonia..
''Agradecemos al presidente Bush que haya tenido la gentileza de rendir tributo
a nuestros alumnos, quienes son la verdadera savia de nuestra nación'', dijo
Padrón (presidente de la UMD) al final del acto.
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