11 de septiembre en Chile, Salvador Allende y las enseñanzas vigentes
Roberto Pérez Betancourt
Al líder chileno Salvador Allende lo destituyeron como presidente de la república mediante un sangriento golpe de Estado militar con la anuencia de la oligarquía imperial y los adinerados de adentro, sin pudor, a careta quitada, echando por la borda los ideales y la convicción en la democracia parlamentaria, representativa, que en realidad sacó las garras cuando perdió el poder Ejecutivo y recordó que en verdad se trataba de una dictadura de la burguesía y el poder hegemónico.
Lo mismo años después sucedió en Brasil con la mandataria Dilma Rousseff solo que sin sangre explícita y con ayuda de los medios de difusión en la era de la comunicación digital, en la que las verdades se trastocan en mentiras a la velocidad de la fibra óptica.
Este 11 de septiembre se conmemora el aniversario 46 del ejemplo de falsa democracia en Chile y el auge de la barbarie en ese país.
Confiaba Salvador Allende Gossens en la tradición democrática de su pueblo cuando su verbo culto y sereno sonaba a redención socialista y dibujaba el futuro que ansiaba, sin distinción alguna, para los latinoamericanos de variados acentos, para los humanos todos.
Nació Allende en la ciudad puerto de Valparaíso el 26 de junio de 1908, la misma donde viera antes la luz Luis Emilio Recabarren, creador del movimiento obrero y fundador del Partido Comunista de Chile.
Tras una exitosa campaña de Unidad Popular, el socialista Allende ganó la presidencia y gobernó entre 1970 y 1973, caracterizándose por impulsar leyes que intentaban consolidar avances de justicia social mediante el rescate de los importantes recursos naturales y económicos de su país, incluida la nacionalización de la explotación minera.
Tal práctica política y administrativa dentro de la estructura de un sistema clásico capitalista, regido por leyes de ganancia e intereses hegemónicos extranjeros, llevó al gobierno de Unidad Popular a continuos choques antagónicos con los clásicos dominantes de las principales fuentes de riquezas y medios de difusión masiva de Chile.
Confiando siempre en la institucionalidad del Estado, apoyado por la voluntad política de obreros y campesinos explotados, pero sin percatarse a tiempo que se fraguaba la gran traición encomendada a los más inescrupulosos elementos militares puestos a las órdenes de la Agencia de Inteligencia de EE.UU., físicamente desarmado, Allende intentó asaltar el cielo.
Fue traicionado y derrocado por el ejército dirigido por fascistas, entre los que destacaría la siniestra figura de Augusto Pinochet, erigido después en el gran dictador del pueblo chileno y, junto a otros de su misma calaña, protagonista de la larga noche de masacres y torturas a los revolucionarios.
El 11 de septiembre de 1973, luego de su postrer alegato al pueblo y al mundo, Allende se suicidó en el Palacio de La Moneda, sede del gobierno, mientras era atacado salvajemente por aviones, cañones y fusiles.
El 20 de enero de 1959 Salvador Allende se había empapado de entusiasmo en La Habana con el triunfo de la Revolución cubana, el primero de ese mes, y entabló relaciones de amistad con sus líderes. Entre estos había un hombre de su misma profesión de médico, cuya personalidad, mucho y poco a la vez, se le parecía: el comandante Ernesto Che Guevara.
Años después, Allende recordaría que de su primer encuentro con el Guerrillero Heroico guardaba como un tesoro el libro Guerra de guerrillas, que aquel le obsequiara con una dedicatoria de trascendente contenido: “A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo. Afectuosamente, Che".
Al conocer la noticia del asesinato de Che en Bolivia, Allende comentaría: “…me causó un pesar profundo. Comparto el dolor de miles y miles de mis compatriotas”.
Posteriormente, cuando se entrevistó con los sobrevivientes de la Guerrilla boliviana, a quienes otorgó amparo y facilitó su desplazamiento para salir del cono sur, escribiría el entonces Presidente del Senado chileno:
“… Cuando llegaron aquellos guerrilleros que acompañaban al Che yo estuve con ellos en Iquique… (después en otras localidades) Pombo y otros firmaron aquel libro Guerra de guerrillas, que yo llevaba, y ellos escribieron lo siguiente: “En el libro que le obsequió el Che queremos que queden estas palabras como homenaje de los que fuimos sus compañeros de la guerrilla boliviana”.
Allende, como Che y otros de semejante estirpe invencible, siguen viviendo en la conciencia de los pueblos que se inspiran en sus ideales y ejemplos para seguir combatiendo por la libertad total.
El ejemplo de lo sufrido, de las esperanzas evaporadas y la frustración palpada en el golpe sangriento, se repite ahora, como apuntáramos, solo que con retórica y conciliábulo, con alevosía y complicidad, desde el poder legislativo, donde la traición, el oportunismo y la codicia revelan que los fines de la derecha y el capital oligárquico son los mismos, y que la dictadura de la burguesía no renuncia fácilmente a sus privilegios, por ello, aun desde el poder, hay que estar alertas, con la pupila insomne como diría nuestro inolvidable Rubén Martínez Villena, sin ceder ni un tantito así, como subrayaría el Guerrillero Heroico… (Actualizado en TVY)(11/09/19)
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