Trump: amenazas y Bloqueo contra Cuba, de la prepotencia al ridículo
Roberto Pérez Betancourt
La administración de míster Donald Trump desempolva viejas trampas contra la nación cubana en desquiciado afán de confundir a los pueblos del mundo para evitar lo inevitable: que el venidero 31 de octubre, una vez más, la Asamblea General de las Naciones Unidas condene el genocida bloqueo económico, comercial y financiero que las administraciones estadounidenses han sostenido durante 60 años contra las familias cubanas, en vano intento de rendirlas en su heroica resistencia soberana.
«Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos contra Cuba», reza el título del proyecto de Resolución ante los pueblos del mundo, documento actualizado que con abrumadora aceptación ha adoptado el pleno de esa organización mundial año tras año.
Es el mismo alegato que un presidente norteño, míster Barack Obama, aceptó al ordenar a su representación diplomática que se abstuviera de votar contra él en la ONU, admitiendo de hecho el contenido de la denuncia, que demuestra el carácter genocida, extraterritorial y profundamente antihumano que padece el pueblo de la Mayor de las Antillas.
En este contexto, la opinión internacional ha quedado estupefacta al conocer la denuncia del Canciller Bruno Rodríguez Parrilla en su conferencia de prensa el miércoles último, donde evidenció con claridad las malas intenciones del señor Trump mediante una ridícula maniobra dedicada a intentar que se debilite el consenso mundial en contra del Bloqueo, que EE.UU. eufemísticamente llama embargo.
Recordemos: si algo ha caracterizado a la administración del rubio presidente estadounidense ha sido la prepotencia en sus recurrentes declaraciones, acciones y gestos desde la tribuna imperial, donde quiera que la erija, los cuales que recuerdan a los que hace más de 80 años un individuo gris, de baja estatura y bigotico corto, ensayaba frente al espejo en un apartado rincón de su habitación en Berlín para después replicarlo ante multitudes a las que sus ademanes enérgicos de psicópata maniático llegaron a confundir, al punto de lanzarlas a la aventura letal de la Segunda Guerra Mundial.
El símil es válido para el actual usufructuario del trono imperial. Mientras lanza diatribas sobre el rearme nuclear para intimidar al mundo con una conflagración capaz de borrar a la especie humana del Planeta, y provoca la reacción lógica de Rusia en el sentido del necesario rearme ante las amenazas del emperador, se ocupa, además, de impartir órdenes de parar militarmente la avalancha de migrantes hambrientos que le llegan desde Centroamérica, al tiempo que agita a su grupo de nerviosos diplomáticos en la ONU a fin de que encuentren la forma imposible de revertir la votación en la ONU a favor de su bloqueo, el de Trump, recrudecido con las peores entrañas de afán esquizoide.
Pero no es todo. Trump sabe que noviembre puede significarle la hecatombe política a su Partido Republicano en las elecciones parlamentarias donde puede caer estrepitosamente y situar al Poder Ejecutivo como a barco a la deriva en un mar de contradicciones, cuyas consecuencias incluso podrían derivar en un juicio político contra el mandatario para sacarlo del ojo del huracán que ha creado en su país.
Al desnudo las malas intenciones imperiales
Las palabras de Rodríguez Parrilla en la aludida conferencia de prensa llegaron a la teleaudiencia cubana a través de la TV Nacional. En ellas explicó que las enmiendas elaboradas por la representación estadounidense abarcan básicamente aspectos relacionados con los objetivos de desarrollo de la agenda de Naciones Unidas 2030 y elementos asociados a los derechos humanos, asunto en el que el Gobierno norteamericano se empeña en desacreditar a Cuba, sin éxito.
Lo más interesante –dice Rodríguez Parrilla– no es solo el contenido de las enmiendas propuestas, sino un documento que circula disimuladamente por el Departamento de Estado norteamericano, firmado por el subsecretario adjunto, Gonzalo Gallegos, que busca disuadir a los países miembros de la ONU sobre el voto que emitirán el próximo 31 de octubre en la Asamblea General.
También señaló Rodríguez Parrilla que desde 1997 la Asamblea General de la ONU se había rehusado a considerar las acusaciones infundadas sobre el tema de los derechos humanos en Cuba. Lo más significativo –afirmó– es que en las enmiendas presentadas por Estados Unidos se utiliza el mismo contenido de las resoluciones mencionadas que han sido rechazadas por la Asamblea General.
Trascendió que Estados Unidos intentó utilizar la misma técnica disuasiva en noviembre del 2006, pero ese año se aprobó una moción contraria a las proposiciones norteamericanas.
Hoy, cuando vemos los documentales donde aparece el señor Adolfo Hitler alzando las manos como si invocara a demonios, trazando con sus brazos amenazantes líneas guerreras dirigidas al infinito, no podemos reprimir cierta semejanza con los extravagantes gestos de un individuo que siente su ascendencia de ario puro y cuenta, además, con una fortuna personal que no tuvo aquel cabo obsesionado por poseer la cruz de hierro.
Observemos a Trump y su carácter, evidenciado en acciones reiterativas desde que fuera candidato presidencial. Una vez llegado al trono ha multiplicado la clara prepotencia de sus actos, acentuando las sospechas por parte de psiquiatras y psicólogos de que algo anda mal en este individuo. Cada día nos recuerda más al megalómano causante de la muerte de más de 40 millones de seres humanos en apenas un quinquenio. El mundo no puede darse el lujo en repetir esa historia.
Pero el Mundo si reiterará en la ONU, el 31 de octubre, la ya tradicional trompetilla en forma de avalancha de votos contra la maldad y el crimen genocida para apoyar a Cuba en su justo reclamo contra el Bloqueo.
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