Dolor, impunidad y alerta
Roberto Pérez Betancourt
Cuarenta y dos años después del impacto terrorista que conmocionó al pueblo de Cuba y al mundo entero, al saber del sabotaje a la nave de Cubana de Aviación(**), tras despegar del aeropuerto de Barbados, el seis de octubre de 1976 (*), todavía los familiares de los 73 pasajeros que iban a bordo no se han repuesto del dolor causado por lo que para ellos sigue siendo la increíble ausencia de sus seres amados.
El mar tragó los cadáveres de 57 cubanos, incluidos todos los integrantes de los equipos juveniles de esgrima de Cuba, femenino y masculino; 11 guyaneses, la mayoría estudiantes becarios en la Isla, y cinco funcionarios coreanos.
Luis Posada Carriles (***), uno de los principales autores intelectuales del horrendo suceso, falleció recientemente, después de haberse beneficiado durante muchos años con la complicidad de los gobiernos estadounidenses que le dieron refugio, amparo y prevaricación ante sus crímenes confesos y probados, lo que pasará a la historia como una más de tantas páginas de bochornosa complicidad de las instituciones “democráticas” de un régimen que presume de luchar contra el terrorismo y, sin embargo ,en la práctica lo ejerce con ferocidad contra las naciones a las que considera enemigas por no plegarse a sus designios o simplemente se niegan a entregar sus riquezas, como nos ilustran los sucesos en el oriente próximo, Iraq, Libia, Siria…
Las autoridades norteamericanas siempre conocieron los detalles del criminal acto contra la nave de Cubana de aviación, sus pasajeros, tripulantes y familiares, pero ocultaron información a los tribunales venezolanos que juzgaron el caso, de acuerdo con documentos de la CIA y el FBI, desclasificados años después de la masacre.
Hernán Ricardo y Freddy Lugo, dos mercenarios venezolanos que colocaron la bomba en el trayecto de Trinidad-Tobago a Barbados y se bajaron del avión en este punto, volvieron a Trinidad, fueron arrestados y confesaron de inmediato su participación. Ambos afirmaron que trabajaban para la CIA y mostraron sus credenciales
Pero esa realidad no debe extrañar a nadie, si tomamos en cuenta los más de tres mil 470 cubanos que han muerto por las acciones agresivas, incluidas la invasión de Playa Girón y todos los actos terroristas que ha sufrido Cuba originados en Estados Unidos, una nación cuyos gobernantes, en nombre de un supuesto “antiterrorismo”, han invadido y masacrado a naciones enteras.
En este nuevo aniversario del luto que conmovió a la humanidad, la lágrima continúa latente, como recuerdo del horror y alerta para no perder de vista a los jinetes del apocalipsis que siguen cabalgando en pleno siglo 21.
(*) El vuelo 455 de Cubana, el cual se dirigía desde la isla de Barbados a la de Jamaica -con destino en la capital cubana de La Habana- fue destruido en un atentado terrorista que tuvo lugar el 6 de octubre de 1976. Las 73 personas a bordo de la aeronave, un Douglas DC-8 de fabricación estadounidense, resultaron muertas en el hasta entonces peor ataque de este tipo en el hemisferio occidental. En el luctuoso hecho se utilizaron dos bombas, descritas como dinamita o explosivo C-4.
(**)El capitán de ese vuelo, el piloto Wilfredo Pérez Pérez, emitió por radio el siguiente mensaje a la torre de control: « ¡Tenemos una explosión a bordo, estamos descendiendo inmediatamente!... ¡Tenemos fuego a bordo! ¡Solicitamos aterrizar de inmediato! ¡Tenemos una emergencia total!». La aeronave inició un descenso rápido, mientras ambos pilotos trataban infructuosamente de llevar la aeronave de regreso al Aeropuerto de Seawell. Una segunda bomba explotó en el lapso de los siguientes minutos, contribuyendo definitivamente a que el avión se estrellase.
(***)Documentos de la CIA recién desclasificados en 2005 indican que esa agencia estadounidense “tenía inteligencia concreta de avanzada, tan temprano como junio de 1976, sobre planes de grupos terroristas cubanos exiliados, de atacar con una bomba un avión de línea de Cubana”. Por su parte, el antiguo agente de la CIA Luis Posada Carriles negaría haber estado personalmente involucrado en el atentado, pero no obstante proveería varios detalles del mismo en su libro de 1994 Los caminos del guerrero.[1][2]Como realizar un aterrizaje de emergencia ya no era posible, en apariencia el capitán decidió enfilar la aeronave hacia el Océano Atlántico, salvando eventualmente las vidas de los turistas que se encontraban en las playas cercanas. El avión finalmente se estrelló a unos 8 km del aeropuerto.
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