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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Guiones de películas inspirados en la vida real del burrocratismo

Guiones  de películas inspirados en la vida real del burrocratismo

 

Roberto Pérez Betancourt

   Para ilustrar las sinrazones y otros fantasmas atormentadores del burocratismo activo y en acecho, deseo rememorar hoy la anécdota real, incluida en cierto filme. Se trata de un individuo que ha tardado meses  en realizar  trámites a fin de obtener la autorización para legalizar un asunto personal.

  Después de infructuosas visitas  a las oficinas para obtener el documento, al cabo de varios meses, el hombre finalmente obtiene el ansiado permiso. Pero como se ha demorado tanto el trámite, la fecha caducará en un par de semanas y todavía el ciudadano necesita que le estampen la marca de un  cuño entintado en el modelo, según le han explicado, imprescindible  para legalizar  el procedimiento, sin el cual, todo el tiempo hasta entonces empleado se habrá perdido, y  tendría que recomenzar la odisea.

 El hombre emplea horas en largas filas, pero por diversas circunstancias  no logra su objetivo. Una vez estuvo a punto de alcanzarlo, pero en el instante mismo en que el empleado levantaba el sello  para estamparlo en el papel, sonó el timbre de salida y el burócrata automáticamente interrumpió la acción y dijo:  “Regrese el próximo lunes de nueve a 12 del día.”

 El ciudadano estuvo al borde del colapso nervioso. Pero se repuso.  Cuando retornó al mismo sitio halló un cartel que decía: “Suspendido el trámite por vacaciones del empleado.  Vuelva dentro de quince días”. 

   ¡Imposible! -exclamó el ciudadano- ¡Se vence la fecha! Pero nadie escuchaba.

   Atribulado, el hombre fue a rumiar sus angustias en un banco, a la salida de las oficinas. Allí lo descubrió  la figura desgarbada de la empleada de la limpieza, con quien entabló conversación. El hombre le contó  parte de su odisea, solo una parte, porque no alcanzaría el resto del día para narrarle la historia toda. Cuando concluyó,  la empleada movió la cabeza en señal de comprensión, miró a su entorno y se percató  que los empleados habían abandonado la oficina al término de la sesión de trabajo. Entonces,  sin decir palabra, con la diestra ella tomó el modelo de las manos del ciudadano y con la escoba bailoteando en la siniestra se dirigió hacia el mostrador de atención al público, abrió una gaveta, extrajo el cuño y lo plasmó de un golpe certero en el sitio justo del requerimiento. Luego lo regresó al hombre con una sonrisa abierta y franca, mientras le decía ¡Resuelto el problema!

  ¿Inspiración para este comentario? Cuatro horas de “cola” en la acera, frente a las Oficinas de Administración Tributaria de la ciudad de Matanzas, esperando ser atendido, más otra hora en un edificio cercano, donde a través de una computadora, certifican que su comprobante de pago, expedido por  en el banco, es real y usted, verdaderamente pagó.  ¿La moraleja? Busque usted en sus propias experiencias, y hallará otros modelos de burocracia que urge barrer de nuestro entorno, porque nada tienen que ver con la rapidez y eficiencia,  que nos urge alcanzar en trámites, gestiones, solicitudes, actualizaciones, declaraciones, y otras peripecias oficinescas que tanto tiempo roban, mientras elevan la demanda  de los deficitarios analgésicos.

 

 

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