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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Amor, el más sublime de los sentimientos

Amor,  el más sublime de los sentimientos


Roberto Pérez Betancourt

  
 En cada región del mundo existen sitios especiales y costumbres arraigadas para celebrar el Día de los Enamorados: 14 de febrero. En la ciudad de Matanzas  --100 kilómetros al este de la capital cubana-- algunos románticos  visitan  a José Jacinto Milanés,  poeta lírico del siglo XIX que enloqueció de amor por su prima Isa, y colocan flores ante  su estatua  de bronce  en el  parque que lleva su nombre a un costado de la Catedral católica.
   Hay quienes prefieren los grises anocheceres, junto a la paz de los  ríos que cruzan la urbe, y otros van a la orilla del mar para contemplar la luna  jugueteando en las aguas de la bahía y escuchar el retozo de las olas al entregarse en la playa.
   Dicen los abuelos que antaño los jóvenes solían pasear por las aceras exteriores del parque de La Libertad y, al igual que  en semejantes sitios de otras poblaciones, las muchachas andaban en un sentido y los varones en otro, cada cual buscando el flechazo de pupilas reveladoras de simpatías.

 Invente una definición de amor impensada hasta hoy. Dibuje una metáfora para ejemplificar su sentimiento y no tiemble ante el temor de la cursilería y la risa irónica. Si se atreve podrá afirmar que está enamorado.
  Todos  los enamorados  tienen algo que ofrecer en su día.  El regalo más sentido sigue siendo una corta frase. Si usted es capaz de pronunciarla sin temblar, no albergue  la menor duda,  está enamorado: Simplemente diga: "te amo".

  Numerosas leyendas tratan de explicar el origen de esta fiesta del amor y la amistad. Una de las más longevas data del año 273 y refiere el martirologio del obispo Valentino, encarcelado y condenado a muerte por el emperador Claudio por negarse a adorar  12 mitológicos dioses oficiales.
    El carcelero, enterado de que Valentino era hombre de letras, llevó hasta él a su hija Julia, ciega de nacimiento, para que en periódicas visitas aprendiera del sabio.
     La fe y el amor lograron el milagro y la muchacha pudo ver la luz del sol la víspera de la ejecución  de su mentor.
   Ella plantó un almendro de flores rosadas junto a la tumba del  que sería canonizado. Desde entonces, ese sitio, en Terni, Italia, es objeto de peregrinación por parte de quienes aman, sufren y suplican, y por otros que van a dar gracias porque hallaron la felicidad de un sentimiento compartido.
    La fecha se universalizó y devino fiesta del amor, día de  instantes mágicos para que en  muchos códigos de lenguaje se exprese ese sentimiento natural que trasciende el acto de conservar la especie y se explicita a amigos, parientes, amantes...
   Así es en Venecia y en Moscú, en Matanzas y en Calimete, en Nueva York, en Tokio y Budapest, en Cali y en Hanoi, en La Habana y en todas las provincias y aldeas.
  Donde quiera que haya un parque, un simple banco, o crezca un árbol, habrá un refugio natural para cobijar a quienes se profesan amor.

 

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