Récords en la mira: ¿en nombre del olimpismo o del deporte rentado?
En la foto: Javier Sotomayor, de Cuba: records universales: 2,43 m (bajo techo en 1988) y 2,45 m (aire libre en 1993).
Roberto Pérez Betancourt
El deporte, cualquiera que sea, hace rato adquirió connotación de espectáculo asociado al negocio y la rentabilidad empresarial, especialmente en países de economía de mercado capitalista, donde cualquier cosa se convierte en mercancía, desde los sueños de un aficionado a que su equipo o deportista preferido rompa records y se corone campeón, hasta la venta de camisetas, suscripciones, gradas, espacios para la televisión...
Es cierto, en determinadas disciplinas el deporte mundial padece la “crisis de los récords irrompibles”, porque parece que fueron fijados con cemento “del bueno”, sin que nadie lo descubriera a tiempo.
Ahora se destapa y crece el afán de los dirigentes del olimpismo mundial para echar abajo aquellas marcas “superhumanas”, pero sin aportar pruebas fehacientes de las causas que las consumaron para fijar en cintillos de prensa que se han convertido en demasiado obsoletos y desalentadores para los atletas de hoy, y por ende para la afición que paga sus entradas a los estadios y sintoniza la televisión con desabrida esperanza de que se haga lo imposible para romper marcas de tiempo, distancia, pesos, alturas, fuerza, habilidades, en fin que el espectáculo ha ido perdiendo sal y pimienta, condimentos indispensables para sazonar el disfrute y la alegría.
Ahora, ante la propuesta formulada por la Federación Europea de Atletismo que dejaría sin efecto los récords mundiales impuestos antes del año 2005, la máxima instancia del olimpismo en Cuba se ha pronunciado a través de un comunicado que a continuación reproducimos y suscribimos en todos sus términos por considerarlo justo.
Expresa la nota el Comité Olímpico Cubano, fechada en La Habana el 16 de mayo de este año:
Hemos estado muy al tanto de la propuesta promovida por la Federación Europea de Atletismo que dejaría sin efecto los récords mundiales impuestos antes del año 2005, debido a los cambios introducidos en la normativa antidopaje.
El Comité Olímpico Cubano considera que cualquier medida de ese tipo deberá estar respaldada por argumentos científicos, porque solo la rigurosa demostración de la infracción sustentará la justeza de una decisión de tal naturaleza.
Borrar récords a partir de sospechas convierte esa acción en un sinsentido, dado que sus autores no son responsables de que en el momento de sus desempeños las muestras no se preservaran lo suficiente como para ser reexaminadas ahora, a la luz de nuevos parámetros técnicos.
Aun cuando la intención sea eliminar el manto de sospechas provocado por la magnitud de determinados tiempos y marcas, y los vergonzosos episodios vividos por ese deporte, nada justificará una cruzada sin argumentos validados desde el dictamen de los análisis de laboratorio.
Cuba, que en medio de conocidas limitaciones económicas decidió contar con un laboratorio de control antidopaje sostenido entre los 29 actualmente acreditados en el mundo, se siente en el derecho de exigir una visión del asunto que no condene sin pruebas, como si todos los implicados fueran autores de delitos.
Lo hacemos respaldados por la moral que nos aporta la seriedad estatal y deportiva generadora de guerra abierta a ese flagelo, expresada en los altos gastos y otros muchos esfuerzos que realizamos para adquirir recursos y tecnología pese a las trabas dictadas por el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto durante más de medio siglo por los gobiernos de Estados Unidos.
Nos acompaña, además, la permanente labor de un Instituto de Medicina del Deporte que comparte con numerosas instituciones de nuestro prestigioso sistema de salud el empeño de sostener al ser humano en el centro de todas las prioridades, e incontables páginas de glorias esculpidas sin el más mínimo vestigio de manipulación.
Bastaría con citar algunas tan lejanas como la conversión de la jabalinista María Caridad Colón en la primera latinoamericana campeona olímpica en la cita de Moscú 1980, las más de 20 ocasiones en que el saltador de altura Javier Sotomayor venció los 2,40 metros o sus vigentes topes universales: 2,43 m (bajo techo en 1988) y 2,45 m (aire libre en 1993).
Hacemos pública nuestra posición con la mezcla de modestia y sano orgullo que nos proporcionan otros grandes como la también jabalinista Osleidys Menéndez, autora de dos récords del planeta (71,54 m en 2001 y 71,74 m en 2005) o triples titulares olímpicos como los boxeadores Teófilo Stevenson y Félix Savón, el luchador del estilo grecorromano Mijaín López y varias estelares voleibolistas.
Somos, como se sabe, abanderados de un deporte limpio, ético, inclusivo, forjado como derecho del pueblo y apegado a los principios y la solidaridad, valores que nos conducen a no respaldar la propuesta en cuestión por considerarla atentado a nuestro tradicional respeto por la dignidad de hombres y mujeres a quienes jamás pudo vinculárseles a malas prácticas.
Aplaudimos, eso sí, los pasos que puedan concretarse con el respaldo de los adelantos científicos ahora disponibles, así como la multiplicación de acciones profilácticas que nunca serán suficientes en medio de factores como comercialización desmedida, robo de talentos, nacionalizaciones por conveniencia y otros males que incentivan la premisa de ganar a toda costa y demandan mano dura.
Se trata, como todos sabemos, de un tema muy complejo, pero insistimos en que nadie está en condiciones de asegurar que los récords llamados a desaparecer de los libros oficiales llevan sobre ellos el lodo del dopaje.
O lo que es lo mismo, hablamos de un “borrón y cuenta nueva” destinado a entrar en la historia bajo el signo de la injusticia.
Hasta aquí el comunicado del Comité Olímpico Cubano.
Sin dudas el afán no declarado de revitalizar entusiasmos por nuevas marcas, no puede ocultar otros intereses mercantiles, que si bien podrían refrescar el ambiente y las expectativas, no deben ir nunca a priori en contra de la historia, sin aportar verdades esclarecedoras.
(TVY)(22/05/17)
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