Días gloriosos de rebeldía y heroísmo
Roberto Pérez Betancourt
El tiempo que ha transcurrido no ha podido borrar el recuerdo de aquellos días de finales de noviembre e inicio de diciembre de 1956, días gloriosos de rebeldía y heroísmo de la juventud cubana, émula de la del 68 y del 95, continuadora fiel del ideal de independencia, esta vez con vocación definitiva a costa de la vida propia.
Ejemplo de esa consagración fueron los sucesos del 30 de noviembre de 1956, hace 60 años, en Santiago de Cuba –oriente de Cuba—donde sucedió la clarinada del levantamiento estudiantil liderado por Frank País, Léster Rodríguez, Pepito Tey y otros luchadores del movimiento 26 de Julio, en enfrentamiento abierto a la dictadura pro imperialista de Fulgencio Batista, en los momentos en que el yate Granma se acercaba a las costas de Niquero con sus 82 expedicionarios liderados por Fidel Castro y la promesa de encender la llama de la rebeldía nacional.
A las siete de la mañana se iniciaron los combates frente a las fuerzas represivas de la tiranía.
Un grupo de 28 combatientes revolucionarios atacaron la parte frontal de la jefatura de la Policía nacional, mientras otros ocho irrumpieron por el fondo hasta llegar a la azotea del inmueble.
Los esbirros superan en proporción de cuatro a uno a los revolucionarios. El primer rebelde en caer fue Tony Alomá. Pepito Tey, aunque herido en una pierna, no cedía terreno y avanzaba temerariamente, hasta ser abatido, al igual que Otto Parellada. Ante la imposibilidad de tomar el edificio, los revolucionarios lo incendian y ordenan la retirada.
A poca distancia de allí otros rebeldes lograban prisioneros y capturaban armas en la policía marítima. Refuerzos batistianos llegados desde el Cuartel Moncada frenaron la ofensiva. La noche anterior habían sido apresados Léster Rodríguez y Josué País, lo que frustró el plan inicial de disparar un mortero contra el cuartel.
Dispersados, los combatientes se posicionan como francotiradores en diferentes puntos de Santiago de Cuba. El pueblo vibraba de emoción y abría puertas para refugiar a los rebeldes que habían dado la clarinada de combate armado.
El yate Granma se acercaba más a las costas cubanas a las que arribaría dos días después. Largas jornadas de combate en el llano y en la Sierra estaban por llegar. Pero aquel 30 de noviembre Santiago de Cuba recordó que la juventud del centenario de Martí estaba presta a librar por Cuba la fase final de la prolongada guerra en pos de la verdadera y definitiva independencia y soberanía de la patria.
Cada año, ante la tarja que perpetúa la memoria de Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada, en la Loma del Intendente, son colocadas ofrendas florales en recuerdo a estos valientes cubanos, y se escuchan salvas de fusilería, y los escolares reeditan aquellos momentos históricos, mientras en otros muchos sitios de la geografía cubana se reiteran los actos de recordación a los muchachos de la clarinada, porque la memoria histórica debe permanecer encendida, como la llama eterna en el monumento a José Martí.
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