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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Alimentando el alma

Alimentando el alma

 El ejemplo de un hombre de  cumpleaños 90 que, sin ser médico de profesión, ha contribuido a la sanación de la sociedad latinoamericana.

 Roberto Pérez Betancourt

  ¿Y de qué se alimenta su espíritu de cooperante internacionalista?, pregunté a un médico cubano,  a quien sorprendí muy afanado en las intrincadas sierras cafetaleras de la Nicaragua sandinista.

  Corría agosto del año de 1987 y hasta aquel destino había llegado el joven galeno para cumplir la noble  misión de sanar enfermos, llevar remedios y consejos sanitarios, y aprender también de aquellos hombres,  mujeres y niños, recolectores del rojito, como le llaman por allá al café maduro.

    Sin  responder la pregunta, serenamente, el médico me miró fijo a los ojos y por vez primera descubrí que unos iris relumbrantes pueden comunicar mil sentimientos sin el auxilio de  palabras.

    Antes de que el hombre hablara supe que no repetiría consignas ni frases trilladas, ni pronunciaría ninguna formalidad  para salir del paso. Simplemente, dijo que su memoria le alimentaba el alma. Y comprendí que además de científico, era poeta.

   Hoy, de esa memoria misma, o parecida, debe estarse nutriendo el espíritu internacionalista de  los  muchos  médicos cubanos que se adentran  en  barrios de  Venezuela, y  de otras comunidades del mundo, y que en estos días recuerdan el cumpleaños 90 de un hombre que, sin ser médico de profesión, ha contribuido a la sanación de la sociedad latinoamericana.

  Aquella frase golpeaba con la fuerza de un terremoto, porque encerraba la rara sabiduría de los espíritus triunfadores.

    Me refiero a lo vivido por el médico y por sus padres y abuelos, a la cultura que heredó de sus mayores, quienes se ocuparon a tiempo de explicarle,  cuando era niño, cómo eran las cosas en su país antes de que él naciera.

     Sin teque, como califican los cubanos a la verbosidad, o chagüite, como le dicen los nicaragüenses, sino a pulso de verdad sufrida, el joven refirió algunas de aquellas experiencias.

   El profesional sabía el significado de irse a la cama sin comer, y estar enfermo sin disponer de  asistencia hospitalaria ni  medicinas, ni siquiera de un techo para cobijarse.

    Sus ojos acababan de aprender lo que representa contar seis añitos de edad y cargar un jolongo, desde el amanecer hasta que el sol se despide, para ir llenándolo con granitos de café maduro, uno a uno, escogidos, mientras las lágrimas recuerdan que todavía no es tiempo de irse a tomar el cocimiento de frijoles para mitigar el hambre.

    De todo eso hablé aquel día, hace años,  con mi amigo el médico mientras cabalgábamos las lomas centroamericanas que todavía recuerdan a Sandino.

  En realidad la historia se repetiría muchas más veces con una constante actual: el ejemplo de Fidel Castro ha sido motor y guía de miles de profesionales honestos y fieles a los principios de solidaridad humana y justicia social, en cualquier lejano rincón del mundo donde un cubano, además de sus conocimientos, porta el sentimiento inmenso de la solidaridad internacionalista, un bien sin precio que alimenta el alma.

    (TVY)(11/08/16)

 

 

 

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