Lobos de la misma camada
Roberto Pérez Betancourt
Desde que el 15 de junio último Jeb Bush lanzara su candidatura a la nominación presidencial por el Partido Republicano, de cara a las elecciones de noviembre de 2016, ha transcurrido poco más de dos meses y medio, pero no ha logrado colocarse a la cabeza de la competencia, de la que participan otros 16 aspirantes.
Aunque la inmensa mayoría de los aspirantes saben que no tendrán ni dinero ni patrocinadores para lograr sus aspiraciones, siguen ahí para incluirse en la historia de los soñadores, y eso, según valores de la gran democracia burguesa, concede méritos políticos con vista al futuro.
En este ambiente destaca el mediotiempo Jeb Bush, ex gobernador de la Florida, amigo de sus amigos mafiosos de origen cubano, quien ha recibido el respaldo de Ileanita Ross, de los Díaz Balart y de otros lobos de la misma camada anticubana.
Cuenta Jeb con el aval –aunque también sufre el desprestigio- de su hermano y de su papá, ambos ex presidentes yanquis de triste recordación.
Aunque este “bushito” parece el más lógico para disputar el trono a los demócratas, no marcha delante en las encuestas. Por eso ya enfiló los cañones, contra el delantero, el poderoso cavernícola Donald Trump, ofensivo bimillonario que expulsa de sus reuniones públicas a periodistas, ofende a los hispanoparlantes, al punto que le ha solicitado al propio Jeb que no hable en español, y promete un Armagedón a los inmigrantes indocumentados en la nación norteña.
Con ese aval, Trump se muestra como la esperanza de rescate de la supremacía blanca. Pero su partido ha vislumbrado un gran peligr: ¿Qué pasaría si Trump no logra la nominación? Saben que si él aspira a la presidencia por la libre dividiría el voto republicano y esto equivaldría a entregarle el trono al candidato demócrata, por eso han obligado a Trump a firmar un compromiso de que no haría esa travesura y se conformaría si pierde la nominación.
¿Cumpliría Trump su promesa? Está por ver.
Aunque todavía falta mucho para esa etapa y más para los comicios, el gran circo electoral estadounidense comienza temprano su auge para beneplácito de la prensa comercial de ese país, la más beneficiada con los gastos multimillonarios en propaganda.
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