Los aspirantes al trono
Roberto Pérez Betancourt
Diez de los 17 aspirantes a la nominación presidencial por el partido Republicano, en Estados Unidos -los que van delante en encuestas-, recientemente sostuvieron un debate televisivo.
A pesar de sus diatribas, insultos a los mexicanos y otras estupideces, el multimillonario Donald Trum acaparó la atención por su falta de ética, su superego desbordado y porque sacó una tendedera de trapos sucios de sus contrincantes, todos, como él mismo, opuestos a las aperturas que introduce la administración de Obama en relación con Cuba.
Aunque usted no lo pueda creer, Trump, encabeza hoy las preferencias de electores de su Partido para la nominación, de acuerdo con resultados de encuestas publicados en importantes medios de difusión en Internet.
Magnate de múltiples empresas, incluidas las que organizan los supershows de Miss Universo y otros por el estilo, Trump se ufana en decir lo que le viene en ganas, mientras otros, como el trigueño de apellido Rubio, de 44 años de edad, origen cubano y senador federal, con 29 por ciento de inasistencias a su trabajo en la cámara alta, sin renunciar a su sueldecito de 174 mil dólares anuales, parece empeñado en romper el record de 49 por ciento de ausentismo, en poder de John McCain, de acuerdo con revelaciones públicas.
Seamos justos. Ni Trump, ni Jeb, el benjamín del clan Bush, tienen necesidad de, digamos, ir a “trabajar” en el Congreso, salvo cuando sus votos pesen en sus propios intereses personales y compromisos contraídos con los aportadore$ a sus respectivas campañas electoreras. Cada uno de ellos son poseedores de fortunas inmensas, y aspiran a seguir incrementándolas si ganan el trono de la Casa Blanca en 2016.
En realidad la mayoría de los analistas consultados ven difícil que un republicano pueda vencer a quien sería su más probable competidora en los comicios, la veterana Hillary Clinton, liberada de compromisos laborales, multimillonaria, quien apuesta a ser la primera mujer en ocupar ese anhelado taburete.
Cuenta Hillary con el apoyo masivo de las féminas estadounidenses y de los hispanoparlantes con derecho al voto, mientras enarbola las banderas continuadoras de la política de Obama y de quienes la respaldan: buena parte del empresariado interesado en hacer negocios y recuperar el terreno perdido en términos económicos, ante los avances impetuosos de China y otros competidores.
Expertos en elecciones al estilo vaquero afirman que antes del día De la nominación, Trump perderá terreno. Pero alertan sobre el llamado “trumpismo”, es decir, su filosofía de extrema derecha de la derecha, la que ya está aportando ideas a la plataforma electorera de sus propios rivales, y que se incorporará a la de quien resulte elegido y aspire a capitalizar las simpatías de los adinerados e influyentes votantes blancos de la elite y los que se esfuerzan por alcanzar esa meta personal de la más rancia y cavernícola supremacía estadounidense.
¿Quién será finalmente el elegido por el partido de los elefantes rojos para oponerse al de los burros azules?
Sin pretender ser oráculo, aunque falta mucho todavía, estimo que ellos deben ser el benjamín Jeb y la veterana Hillary, un tope digno del big show cuatrienal de la política estadounidense, un gran negocio mediático-publicitario, cuyos resultados, a pesar de sus bufonerías, lentejuelas y oropeles, mucho pesa en la actualidad y en el futuro del mundo en que vivimos.
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