Desempleo en EE.UU. acentúa discriminación y causa alarma
Roberto Pérez Betancourt
Como un cáncer progresivo y letal, la crisis económica que afronta Estados Unidos muestra su peor aspecto a través del creciente desempleo, que afecta a étnias tradicionalmente más discriminadas y causa alarma por temor a estallidos sociales.
Agencias de prensa y otros medios informativos reflejan esa cruda realidad, presente en los 50 estados de la Unión, aunque con mayor incidencia donde hispanos y negros abundan en superior proporción y, de entre estos, especialmente los indocumentados, de hecho prófugos permanentes que intentan sobrevivir a toda costa.
Testimonios de personas despedidas sin ningún tipo de contemplación ilustran la realidad que desvanece “sueños americanos”, tras los cuales un día los inmigrantes arriesgaron la vida con la esperanza de sentar plaza en una nación donde, como cualquier otra mercancía, las ilusiones se comercializan adornadas con celofán y oropeles.
En realidad la acentuación del desempleo entre negros y latinos no surge con la crisis actual. Ya se apreciaba desde inicios de la década del 70 del siglo anterior, cuando el gobierno estadounidense comenzó a llevar estadísticas. Desde entonces los indicadores de despidos y parados entre las minorías étnicas duplicaban a los de los llamados blancos.
Así lo reconocen expertos, quienes hacen notar el mayor número de latinos y afronorteamericanos que buscan empleo en la construcción, servicios y otros sectores, más afectados por la crisis multifactorial que amenaza con extenderse, sin que nadie pueda predecir cuando concluirá.
Desde diciembre de 2007, el desempleo entre latinos aumentó 4,7 por ciento, y hoy es 10,9 por ciento, de acuerdo con la Oficina de Estadísticas Laborales. La desocupación entre los negros creció 4,5 puntos, para ubicarse en 13,4 por ciento, y la de los blancos, en contraste, subido apenas 2,9 puntos, y es de 7,3 por ciento.
Pero no solo los obreros sufren despidos. También el sector profesional padece la calamitosa situación, agravada por pérdidas de créditos, confiscación de bienes por falta de solvencia, incluida la vivienda y el automóvil, y otros males. "Muchas veces negros y latinos son los últimos en ser contratados, por lo que, naturalmente, son los primeros en ser despedidos", dijo a la Prensa Asociada Jerry Medley, dedicado al negocio de colocación de ejecutivos durante 30 años.
Para apreciar con mayor claridad la situación que afrontan los parados, hay que tomar en cuenta que la riqueza de las familias estadounidenses disminuyó casi 18 por ciento durante el año 2008, al perder 11 billones de dólares, estimado como el mayor déficit desde que la reserva Federal comenzó a registrar información después de la Segunda Guerra Mundial.
Obviamente, es una situación que repercute negativamente en el nivel de vida de los trabajadores, quienes, a las calamidades descritas, agregan el alza de precios de alimentos y medicinas y servicios de salud.
¿Cómo afrontarán entonces esa situación unos 15 millones de desempleados actuales, más los millones de subempleados a los que hay que agregar incalculables cifras de adultos que andan en busca de su primer trabajo?
Es una pregunta muy difícil de responder, especialmente para políticos y hasta economistas, porque ellos saben que la respuesta quema y se agrega a los más de 38 millones de estadounidenses que hoy se registran como dependientes de bonos de comida para subsistir.
La ecuación es, sin dudas, signo de alarma creciente.
Pero esa alerta entre las clases privilegiadas no se refiere a las condolencias por el hambre de los demás. Ellos saben que tal cantidad creciente de seres humanos, en situación muy parecida, los convierte en potencial bola de lava volcánica. Si llega a despeñarse puede acarrear impredecibles consecuencias para los temerosos del estallido social.
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