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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Cristina y María Lourdes en la memoria…

Cristina y María Lourdes en la memoria…

Roberto Pérez Betancourt

María Lourdes y Cristina Giralt Abreu --las hermanas Giralt, como se les ha conocido a través de más de medio siglo--, llegaban el 15 de junio de 1958 (hace 57 años) al hogar habanero que ambas compartían en el apartamento 42 del edificio ubicado en la calle 19 esquina a 24, en El Vedado.

Ellas no imaginaban lo que sucedería en apenas minutos. Sus mentes estarían ocupadas en comentar anécdotas de la visita que acababan de realizar al hogar familiar en Cienfuegos --unos 220 kilómetros al sureste de la capital cubana--, en ocasión de celebrarse en esa fecha el Día de los Padres.

 Después habían estado en la casa de un hermano. No presintieron a los tigres agazapados.

 Las bestias del coronel Esteban Ventura Novo, jede de los asesinos urbanos del tirano Fulgencio Batista, cazaban para exterminar a cubanos que luchaban para librar a su patria de la sangrienta dictadura pro imperialista.

Luchaban las dos chicas en la clandestinidad del Movimiento 26 de Julio. Pero ese día la cacería no iba dirigida a ellas, sino a los también revolucionarios Eduardo García Lavandero, Enrique Rodríguez Loeches y Faure Chomón, quienes poseían un sitio de refugio en un apartamento contiguo al de las Giralt, sin que estas lo supieran ni tuvieran algún tipo de contacto con ellos.

 Entre marzo de 1952 y diciembre de 1958 en la morgue de La Habana ingresaron más de 600 cadáveres de hombres y mujeres muertos por electrocución, golpes, ahorcamiento o balazos.

 Esa cifra equivalía solo al cinco por ciento de los asesinatos perpetrados por los sicarios de Batista, de acuerdo con el cálculo realizado por la prestigiosa revista Bohemia en febrero de 1959.

 Los cadáveres se encontraban en cualquier oscuro rincón capitalino, a la vera de un camino vecinal, o en el fondo de un precipicio, cuando los represores se tomaban el trabajo de enmascarar la verdadera causa de la muerte.

 Otros que jamás fueron hallados se inscribían en las estadísticas de los “desaparecidos”, eufemismo que encubría causas y procederes.

Las hermanas Giralt nunca ofrecieron el testimonio de lo sucedido aquel día estival. No pudieron. Ni siquiera tuvieron tiempo de identificarse, porque nadie les preguntó quiénes eran, de donde venían ni hacia dónde se dirigían.

 Un psicólogo podría afirmar que las bestias agazapadas sentían miedo. No hicieron ruido. Simplemente apretaron los gatillos de las ametralladoras que portaban, sádicamente. Después irían por los despojos. No se molestarían en cubrir las apariencias. Era la regla habitual. Igual hacían los nazis de las SS en las tropas hitlerianas. Semejante el proceder de sus homólogos de la Agencia Central de Inteligencia y sus mercenarios.

 Nueve veces impactaron los proyectiles en Cristina. María de Lourdes recibió 13 balazos. Sus cuerpos inertes fueron tratados a puntapiés, según referencias periodísticas de la época.

¿Se asombraron los victimarios al comprobar el fruto de su cacería? ¿Se arrepintieron de lo que habían hecho? ¿Indagaron acaso sobre el pensamiento, la inteligencia, el amor, las esperanzas de aquellas dos muchachas? Nadie lo preguntó. Ningún periodista interrogó a las bestias. Es comprensible. Los animales no razonan. Sin embargo, recordemos que ellos solo matan para comer. Obviamente, los hombres de Ventura Novo serían caníbales.

Después se sabría que Cristina, la mayor, era una muchacha reservada y hogareña. María de Lourdes, a quien sus amistades nombraban Maruca, era alegre, amante del baile y los paseos. Ambas se afanaban en tareas de apoyo a la lucha clandestina contra la tiranía. Las hermanas vendían bonos para recaudar dinero con el cual adquirir armas y medicinas para los combatientes revolucionarios. Participaban también en acciones de propaganda y el trasiego de armas. Pero ese día, cuando fueron cazadas al azar, ellas simplemente retornaba al hogar común, felices, seguramente, aquel domingo Día de los padres.

 La causa de muerte de las hermanas Giralt no fue mala suerte. Ni siquiera casualidad, aunque estos sean términos recurrentes para tratar de hallar explicaciones creíbles a la barbarie.

 Sucedió hace justamente 57 años. Fue uno más, entre tantos hechos reales, que truncó las sonrisas, los sueños, el futuro de dos muchachas honestas, algo de lo mucho de la historia de Cuba para no olvidar… (TVY) Actualizado en 16/06/15). (Fuentes: Publicaciones periódicas de la época). .

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