Trascendencia del alegato de Fidel: La Historia Me Absolverá
Roberto Pérez Betancourt
Este 16 de octubre se cumplen 61 años de un momento trascendente, cuando en 1953, luego de haber liderado los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de ese año, Fidel Castro diera a conocer su formidable alegato, conocido como La Historia me Absolverá, devenido programa inspirador para la lucha revolucionaria frente a la dictadura pro imperialista de Fulgencio Batista, que sería derrocada el primero de enero de 1959.
Fidel sintetizó penurias y atropellos padecidos por el pueblo cubano, y más
que pieza jurídica de defensa frente a la acusación de la Fiscalía, resonó como clarín que despertó a descreídos y los armó con ideas esenciales para luchar por la justicia social.
En una pequeña sala de la escuela de enfermeras del hospital civil de Santiago de Cuba, Fidel pronunció su discurso en el que definía claramente el concepto de pueblo y explicaba las razones y principios para emprender la lucha armada.
Correspondería a las revolucionarias Melba Hernández y Haydée Santamaría plasmar en letra impresa aquel alegato y contribuir a su propagación, tras la ingeniosa iniciativa del propio Fidel para burlar los controles del presidio y hacerles llegar el texto en pequeños mensajes.
"Cuando los hombres llevan en la mente un mismo ideal, nada puede incomunicarlos, ni las paredes de una cárcel, ni la tierra de los cementerios, porque un mismo recuerdo, una misma alma, una misma idea, una misma conciencia y dignidad los alienta a todos", había expresado el jefe
revolucionario.
Deberá ser "un folleto de importancia decisiva por su contenido ideológico y sus tremendas acusaciones al que quiero que le presten la mayor atención. No se puede abandonar un momento la propaganda porque es el alma de toda lucha.", orientó Fidel, consciente de que demostraba el derecho popular a enfrentar y luchar contra la tiranía.
Argumentó que el 85 por ciento de los pequeños agricultores cubanos pagaba renta y sufría la amenaza perenne del desalojo, mientras más de la mitad de las mejores tierras estaban en poder de compañías extranjeras y un gran por ciento de la población era analfabeta.
Cuba era una factoría productora de materia prima; más de 400 mil familias del
campo y la ciudad vivían hacinadas y casi dos millones y medio de la población urbana pagaba altos alquileres por las casas que ocupaban, mientras el 90 por ciento de los niños del campo era devorado por los parásitos y los desempleados rebasaban el millón de personas.
Pero el texto no se circunscribió a dibujar los prevalecientes cuadros de miseria, insalubridad, desatención generalizada, represión y explotación foránea de las riquezas del país.
Armado con la inspiración ideológica de José Martí, en un ambiente carcelario, rodeado por unos 25 soldados que fungían de centinelas dentro del lugar y muchos más apostados en las inmediaciones, el doctor Fidel Castro, en ejercicio de su profesión de abogado, fue más allá de las citas jurídicas y dibujó el devenir después del triunfo revolucionario.
Dijo con claridad qué se haría y por qué, consciente de que "Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército", como había sentenciado el Maestro.
Declaraba, además, que "la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos por sangrientas tiranías que oprimen a naciones hermanas, encontrarían en la Patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte de libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo."
Los acontecimientos posteriores le dieron la razón a Fidel Castro. La culminación de la victoria armada dio paso a una etapa aún más difícil. Él mismo lo había alertado. La obra revolucionaria desde el poder rebasó ampliamente el Programa del Moncada, su ejemplo de justicia social se expandió por el mundo y hoy sigue siendo inspiración para la lucha de los pueblos oprimidos. (TVY)(Actualizado en 15/10/14)
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