Políticos de EE.UU. salen a pescar votos en mar de inmigrantes
Por Roberto Pérez Betancourt
Sin apenas ruborizarse, los políticos norteamericanos se lanzan a pescar votos en el revuelto mar de los inmigrantes hispanos, apenas comenzados los preámbulos de las postulaciones partidistas para el bisiesto 2008, el de las presidenciales.
También será año de las olimpíadas de Beijing, y pareciera que los aspirantes a un acta de representante o senador, y más aún, esperanzados en heredar el sillón de W. Bush en calidad de usufructuario oneroso, quisieran emular en fortaleza de cara para convencer a los hispano parlantes de que ellos encarnan la salvación de alcanzar el sueño en la “tierra prometida”.
Ahí tenemos los guiños que prodigó Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York, a los inmigrantes, en un debate televisado el domingo último en el sur de la Florida, cuando dijo que “los hispanos vinieron a Estados Unidos para ser americanos y nos hacen mejores a todos”.También se sumaron a la pantomima Mike Huckabee y Mitt Romney.
La reseña desde Washington del corresponsal Antonio Ascaño, del diario El País, recuerda que el partido Republicano, de Giuliani, ex alcalde de Nueva York, aceleradamente pierde votos de los latinos que retornan al partido Demócrata. Son precisamente los hispanos los integrantes del grupo étnico de mayor crecimiento en Estados Unidos.
La última encuesta del Instituto Pew sobre este asunto, publicada la semana pasada, afirma que el voto hispano se inclina por los candidatos demócratas por una diferencia de 57 por ciento frente al 23 por ciento, lo que representa un margen de 34 puntos.
Los otros aspirantes republicanos presentes en la justa oral también regalaron piropos a la audiencia hispana, y se esforzaron para ocultar que solo unos días antes todos ellos habían respaldado un plan para forzar el retorno a sus países de 12 millones de ilegales que se calculan en EE.UU.
Tampoco dijeron que han apoyando medidas drásticas contra la entrada de trabajadores desde la frontera sur, como la construcción de un nuevo muro antes del año 2010.
Los políticos saben que en el sistema electoral estadounidense vale todo, especialmente la demagogia y la mentira, siempre que sepan disfrazarlas con frases melifluas que capten simpatías entres votantes. No importa que después de electos se olviden absolutamente de lo prometido.
Pero los todavía aspirantes a candidatos no olvidan que ante todo ellos necesitan satisfacer expectativas racistas y xenofóbicas de quienes verdaderamente dirigen el país desde el poder económico y financiero, porque en primer lugar son estos los que aportan los fondos monetarios multimillonarios que los políticos necesitan para aspirar a cualquier acta en las urnas.
Pocos se escandalizan de esa realidad en EE.UU., porque forma parte del sistema establecido, insuflado constantemente a través de los medios de difusión masiva donde se presenta como la esencia misma de la democracia representativa, ocultando, por supuesto, que se trata de un gran chasco.
Solo quienes van tomando conciencia de la realidad imperante, aun desde posiciones desventajosas, luchan contra la injusticia impuesta y tratan de abrir los ojos a millones inmigrantes, convertidos en ciudadanos norteamericanos con derecho al voto, para que presionen a los políticos con su potencial electoral.
Recuerdan analistas del panorama estadounidense que fueron mentiras y falsas promesas las que permitieron a W. Bush captar buena parte del tradicional voto de los inmigrantes, y fue su segmento de origen cubano y ascendencia batistiana, entrenado en fraudes mayúsculos, el que puso la tapa al pomo y lo sentó dos veces en la silla presidencial.
Esas falsedades van saliendo a la luz en forma de calamidades
que trascienden y provocan la fuga del entorno Bush de sus otrora fieles “cerebros servidores”, arrastrados por la maldición de Iraq, Afganistán y la propia represión que han impuesto a sus conciudadanos, mediante leyes que de facto conculcaron derechos civiles alcanzados tras años de batallar en las calles.
Todo eso tiene un precio impagable con devaluados dólares. Lo saben los aspirantes al hacha del verdugo. Por ello lanzan anzuelos a diestra y siniestra, y, como Alicia en el País de las Maravillas, tientan a la suerte, corren detrás de un conejo o de una llave que les abra la puerta mágica por donde escapar. Nadie se sorprenda. También es típico del sistema.
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Jordan Jumpman -
roberto caballeros -