Blogia
DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Sobre comunicación y periodismo

Sobre comunicación y periodismo

-- Los pétalos de flor de la ética

-- José Martí: Hacer el verso después de ganado el pan… 

Roberto Pérez Betancourt 

   En la clausura de la Primera Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba,  su primer secretario Raúl Castro precisó conceptos trascendentes, entre ellos  los referidos a las relaciones de la gestión comunicacional,  el ejercicio del periodismo y la difusión de noticias, suceso que pasa por el filtro  de normas y el perfil editorial  de cada  medio de prensa para el cual labora el comunicador profesional.

  Cito a  Raúl:  “Nos corresponde  promover la mayor democracia en nuestra sociedad, empezando por  dar el ejemplo dentro de las filas del Partido, lo que presupone fomentar un clima de máxima confianza y la creación de las  condiciones requeridas en todos los niveles para el más amplio y sincero intercambio de opiniones, tanto en el seno de la  organización, como en sus vínculos con los trabajadores y la población, favoreciendo que las discrepancias sean asumidas con naturalidad y respeto, incluyendo a los medios de comunicación  masiva, mencionados varias veces en los Objetivos aprobados en esta  Conferencia, los que deberán involucrarse con responsabilidad y la  más estricta veracidad en este empeño, no al estilo burgués, lleno  de sensacionalismo y mentiras, sino con comprobada objetividad y sin  el secretismo inútil.  A este fin es necesario incentivar una mayor profesionalidad entre  los trabajadores de la prensa, tarea en la que estamos seguros contaremos con el apoyo de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), los medios de comunicación y de los organismos e instituciones que deben tributarles información fidedigna y oportuna para, entre  todos, con paciencia y unidad de criterio, perfeccionar y elevar  continuamente la efectividad de los mensajes y la orientación a los compatriotas…”

  Y más adelante, subrayó Raúl.   “Es preciso acostumbrarnos todos a decirnos las verdades de frente,  mirándonos a los ojos, discrepar y discutir, discrepar incluso de lo que digan los jefes, cuando consideramos que nos asiste la razón, como es lógico, en el lugar adecuado, en el momento oportuno y de  forma correcta, o sea, en las reuniones, no en los pasillos. Hay que  estar dispuestos a buscarnos problemas defendiendo nuestras ideas y enfrentando con firmeza lo mal hecho”. Fin de las citas. 

Los pétalos de flor  de la ética  

 A ninguna persona honesta  le gusta que lo rosen ni con pétalos de flor cuando de ética se trata. Por ello, mantiene su conducta pública dentro de parámetros de honestidad y respeto. Pero a quienes  desaprueban esas materias, les da lo mismo que los critiquen, hacen oídos sordos de los reclamos, no brindan respuestas satisfactorias,  y hasta disfrutan el cinismo con el que suelen actuar.

  El  temeroso  de la crítica honesta, pero incapaz de reconocer  errores,  ante cualquier alusión epidérmica general a la gestión que desempeña, se siente retratado y,  aunque no se haya mencionado su nombre, ni siquiera el del sitio donde ocupa una función por la cual cobra,  simula haber sido ofendido.

   Cuando alguien reclama su derecho con cordura, no es que esté alterado, frase esta que suelen acuñar los que son cogidos en falta para zafarse y descargar la culpa en el reclamante; tampoco exigir adecuada atención significa  expresar violencia, sino  solicitar ser tratado decentemente.

 El que en propiedad exige lo que le pertenece no es persona agresiva,  sino contribuyente de la honestidad pública.

   Las  personas que medran con el servicio que prestan, suelen tildar de violentos, exigentes e irritados a quienes  demandan sus derechos cuando se sienten robados, mal tratados, ofendidos, o  ignorados para beneficiar a otros prodigadores de dádivas. Ya en el siglo 19  el bardo matancero José Jacinto Milanés, cuando  asumió la crítica  de  nocivas  conductas sociales, fue tildado de mortificante por quienes le censuraban lo que llamaron “aquel fastidioso  hábito de sermonear”.

  Todavía hoy, en la misma Matanzas de Milanés, hay quienes, al verse retratados en ejemplos de  burocracia despreciativa del tiempo útil de los demás, en vez de admitir su culpa con humildad rectificadora,   la refutan  con soberbia de todopoderoso funcionario ofendido. No se trata de sermonear, sino de invocar la ética reflexiva más allá del sermón, quien sea capaz de asimilarla podrá seguir creciendo como ser humano.   

José Martí: Hacer el verso después de ganado el pan… 

  Tres lustros estuvo el patriota y periodista José Julián Martí y Pérez dentro de Estados Unidos, haciendo el verso después de haberse ganado el pan, como él mismo dijera. Fueron quince años de práctica reporteril inédita, sin suficientes recursos materiales, pero con la enorme voluntad y el talento que le hacían trascender en las páginas de las publicaciones con las cuales colaboraba sin permitir restricción a su estilo ni a su pensamiento, pues cuando los intereses de editores y dueños  entraban en conflicto con los principios del creador, este declinaba el jornal por la palabra e, inclaudicable, optaba por preservar la honradez del espíritu.

   Madurez de intelecto y de práctica revolucionaria anotan analistas que caracterizó esta estancia de quien sería Apóstol de la independencia cubana y paradigma del devenir de su patria para todos los tiempos.

   Fueron, sobre todo,  15 años de estudio de la sociedad norteamericana, de su cultura y su historia, de crítica y valoración justa de las derivaciones del pueblo del norte, de sus luchas intestinas, de su guerra civil y de los valores que el capitalismo salvaje intentaba exportar  en las postrimerías del siglo 19, como parte de una ideología proyectada a hacer del resto de América el traspatio neocolonial de un imperialismo que nacería precisamente con la guerra de independencia de Cuba frente a España.

   Tocó a Martí residir “en el seno del monstruo” 20 años después de terminada la confrontación norte-sur en esa nación, en pleno proceso de construcción de los Estados Unidos modernos: desde 1880 hasta 1895, sin contar seis meses de su labor en Venezuela, en 1881. 

   Fue precisamente esa prolongada estancia la que le permitiría al observador crítico acumular experiencias y cultura de un alcance muy superior a las que tendrían sus coterráneos de la época, e incluso  latinoamericanos de ideas progresistas y mucho más recursos, residentes en otras naciones del subcontinente.

   El escenario ideológico abierto a la inteligencia  activa de José Martí le posibilitó asistir al verdadero sentido de la democracia explicado por los padres de la Unión Norteamericana, al ideario social de Abraham Lincoln, al proceso de abolición de la esclavitud, con sus complejidades, prejuicios e intereses económicos, que determinarían la preeminencia del norte industrial sobre el sur agrícola, y otros hechos vinculados con el quehacer socioeconómico y cultural de la que ya se proyectaba como futura gran nación, que el devenir convertiría en la más desarrollada en el campo económico y militar. Martí, con su sapiencia anticipadora, vislumbraría y  a tiempo alertaría  sobre las pretensiones norteamericanas de apoderarse de Cuba.

  En el lapso de 15 años, desde Estados Unidos el mundo ofrece otros escenarios a la mirada escrutadora de Martí. A pesar del relativo atraso de las comunicaciones respecto de la tecnología actual, allí podía atisbar y analizar con mayor rapidez y amplitud que desde las tierras del sur. 

   La puja entre grandes potencias por el nuevo reparto de las influencias en el mundo, Asia y África abiertas al apetito colonial europeo y al asomo de Estados Unidos a la palestra; el desarrollo del capitalismo a partir de la concentración de capitales, el surgimiento del capital financiero, las bases creadas para el nacimiento del imperio, las oleadas de mano de obra inmigrante que llegaban a la nación del norte en busca del sueño americano, la clase obrera y sus contradicciones con el capital…

   Fueron hechos y escenarios proclives al pensamiento creativo. Las ideas sociales más avanzadas de la época alimentarían el intelecto del escritor, y muy especialmente del líder político, que sabría unir voluntades de  generaciones de isleños, crear el Partido Revolucionario Cubano con la intención de vertebrar el pensamiento y la acción en pos de la guerra necesaria para liberar a su patria del colonialismo español.

  De esa sabia imperecedera se nutriría posteriormente Fidel Castro para proseguir eslabonando la cadena de la definitiva independencia de Cuba y consolidar su soberanía política.

   Precursor del antiimperialismo, Martí encabeza a los pueblos de las naciones de Centro y Sudamérica, así como del arco antillano: “Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo”, afirma.

   Desde la cobertura que dio como periodista a la Conferencia Internacional Americana en Washington (1889 y 1890), José Martí apreció y reseñó  los propósitos rapaces del gobierno norteamericano respecto  del comercio y la economía  de las naciones de nuestra América.

  En 1891, durante el desarrollo de la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, en la que Martí asumió la representación del gobierno de Uruguay,  defendió los intereses de la hermana nación sudamericana y la necesidad de luchar por toda la América Latina, y también por la independencia de Cuba.

   No faltó la visión previsora de los intereses criollos anexionistas en el análisis martiano. Su verbo lúcido fue claro al respecto y explícito en la intención expuesta en sus crónicas:”Escenas norteamericanas”, tan vigentes hoy como entonces, de cara al presente y al futuro de la acción unitaria latinoamericana, que se proyecta en la contemporaneidad dentro de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), en la que Martí desempeña un papel protagónico en la vanguardia de las ideas y de la acción.  

http://www.ecured.cu/index.php/Jos%C3%A9_Jacinto_Milan%C3%A9s 

José Jacinto Milanés 

http://www.ecured.cu/index.php/ALBA 

ALBA

 

http://www.ecured.cu/index.php/Jos%C3%A9_Mart%C3%AD

 

José Martí

 

http://www.ecured.cu/index.php/Uni%C3%B3n_de_Periodistas_de_Cuba 

Unión de Periodistas de Cuba

 

http://www.granma.cubaweb.cu/2012/01/30/nacional/artic03.html 

Discurso Raúl Castro clausura primera conferencia del Partido Comunista de Cuba 

   http://www.tvyumuri.icrt.cu/index.php/municipios.html

Matanzas 

 

http://www.ecured.cu/index.php/Fidel_Castro_Ruz

Fidel castro Ruz

 

http://www.ecured.cu/index.php/Ra%C3%BAl_Castro_Ruz

Raúl Castro Ruz

 

 

2 comentarios

Roberto -

Carlos: Lo que publicas, la carta de esa señora, no contiene nada nuevo desde el punto de vista de los intereses oligárquicos que han sido arañados por la Revolución en Venezuela. Está suspirando más que respirando por las heridas. Es su consuelo, y eso dfe que será la presidenta de Venezuela suena a reguetón fuera de revoluciones (la de los discos, me refiero), que ni siquiera con una borrachera de altos quilates se lo cree alguien. En cuando a Supermán, lamentablemente me veré obligado s suprimir algunas de sus diatribas ofensivas, porque no respeta los temas y simplemente cumple la agenda por la cual cobra, o al menos la que lo tienen envenenado, sin capacidad para otra cosa que ejercer la función del papagayo. Saludos, Carlos.

Carlos -

Tremenda carta y tremendos "ovarios" los de la posible futura presidenta de Venezuela. Yo se que en cuanto la leas la vas (o te la van a...) quitar del aire, solo deseo que antes de hacerlo la puedas leer. Porque si esperas verla en el Granma, jamas la leeras.


Comandante Fidel Castro
La Habana, Cuba
Sr. Castro,

Me dirijo a usted en la oportunidad de responder a las alusiones que hizo de mí en sus Reflexiones sobre “La Genialidad de Chávez” del 26 de enero pasado.
Me referiré a dos aspectos de su escrito: el que se refiere a mi intervención en la Asamblea Nacional y el relativo a sus opiniones sobre la política venezolana. El presidente Chávez intentó usar su presentación en la Asamblea para dos propósitos muy evidentes. En primer lugar, para mostrar un país de paz y prosperidad que no existe. Venezuela, con todos sus recursos humanos y naturales, vive los embates de la pobreza, el crimen y la humillación; en segundo lugar, quiso utilizar a los diputados de la oposición para mostrar al mundo un juego democrático que ha sido vulnerado por su gobierno, mediante el control abusivo de todas las instituciones del Estado y la represión hacia la disidencia.
Frente a esta manipulación y la indignación que me produjo, tomé la palabra para denunciar que no existe ese país que describió Chávez y que, por el contrario, está signado por la escasez y el racionamiento, el crimen desatado y la acción vil e impune del Estado, que roba la propiedad privada mediante la figura de las expropiaciones. Por eso, cuando pronuncié la frase “expropiar es robar”, los venezolanos en su mayoría, sobre todo los más humildes, se sintieron expresados. No fueron frases que pusieron a prueba, como usted dice de Chávez, “su caballerosidad y sangre fría”, sino su engaño y el teatro que escenificaba hasta el momento de mi exposición.
Usted asegura que “solo él fue capaz de responder con serenidad al insultante calificativo de 'ladrón' que ella utilizó para juzgar la conducta del Presidente por las leyes y medidas adoptadas”. Yo dije que expropiar es robar y lo sostengo. Fue el propio presidente Chávez quien se autocalificó de “ladrón” al asumir personalmente la responsabilidad de las expropiaciones, que son robos apenas revestidos de un barniz jurídico en el régimen actual.
Tan importante es la propiedad que después de medio siglo, Cuba, de la mano de su hermano y Presidente, la ha redescubierto en su programa de reformas.
Tampoco es verdad que, como usted asegura, Chávez “respondió a la solicitud individual de un debate con una frase elegante y sosegada "Águila no caza moscas", y sin añadir una palabra, prosiguió serenamente su exposición.” En ese momento el presidente Chávez perdió la compostura, su manoseada frase sobre águilas y moscas es una grosera manifestación de desprecio hacia sus interlocutores, que fue aderezada con una expresión según la cual yo no tengo “ranking” para debatir con él. Sólo un déspota considera que un parlamentario elegido por el pueblo no tiene credenciales para discutir con el presidente de su país.
Pero en el fondo tiene razón el Presidente Chávez: él y yo estamos en niveles muy distantes en cuanto a la moral y los principios.
Lo que usted, señor Castro, elude, es que mi interpelación al presidente Chávez expresó lo que un país hastiado de un régimen autocrático quiere decirle. Estas opiniones suyas no pasarían de ser la consabida lisonja que usted suele prodigar de tiempo en tiempo a Chávez si no fuera porque se atreve a incursionar en el debate político venezolano, como muestra del intervencionismo sistemático de su gobierno en los asuntos internos de mi país.
Señor Castro, usted intervino en Venezuela en la década de los 60, cuando personal militar a su servicio pretendió imponer un régimen en Venezuela como el que usted impuso en su país. Las autoridades civiles y las Fuerzas Armadas de entonces lo derrotaron a usted, del mismo modo que las democracias latinoamericanas lo hicieron en toda la región. Su agresión causó muertes, incluyendo la de tantos jóvenes venezolanos que se hicieron ilusiones con su revolución. Más adelante, una vez derrotado y abandonado por la Unión Soviética, los demócratas latinoamericanos le abrieron a su régimen las puertas a la comunidad regional a condición de que iniciara un proceso de democratización. Uno de los que le facilitó ese reingreso fue el presidente Carlos Andrés Pérez, con quien usted se solidarizó cuando ocurrió el golpe de Estado del teniente coronel Hugo Chávez. Los venezolanos recordamos la carta suya al presidente Pérez en la que le decía: “En este momento amargo y crítico, recordamos con gratitud todo lo que has contribuido al desarrollo de las relaciones bilaterales entre nuestros países y tu sostenida posición de comprensión y respeto hacia Cuba. Confío en que la dificultades serán superadas totalmente y se preserve el orden constitucional, así como tu liderazgo al frente de los destinos de la hermana República de Venezuela”.
Así se desmarcaba usted del golpe de estado de Chávez y expresaba su solidaridad al entonces Presidente, cuando su interés era retornar de algún modo a la comunidad latinoamericana debido a que los soviéticos habían dejado a su país sin oxígeno.
Sin embargo, más adelante encontraría un nuevo auxilio. Usted se prestó a darle una credencial revolucionaria a quien no habría pasado de ser uno más de los militares golpistas de América Latina a cambio de recibir colosales recursos de nuestro país que le son negados a los ciudadanos venezolanos. Si en los 60 usted invadió a nuestro país en contra de la voluntad de su liderazgo civil y de las FAN, ahora lo hace porque el gobierno del presidente Chávez le ha entregado nuestra soberanía. Su ataque a Rómulo Betancourt no puede ocultar un hecho que está inscrito en la historia: Betancourt lo derrotó a usted política y militarmente, su reconcomio por esta fatalidad es evidente.
No podía esperarse en sus consideraciones nada distinto al reconocimiento al general Henry Rangel Silva, recientemente promovido al cargo de ministro de Defensa de Venezuela. Es un militar cuestionado nacional e internacionalmente; en el exterior por supuestos vínculos con la guerrilla y el narcotráfico; dentro de Venezuela por haber amenazado en no reconocer el triunfo de las fuerzas democráticas en las próximas elecciones. Este oficial no representa a los militares institucionales de Venezuela, ni la protesta mayoritaria de éstos en contra de la invasión cubana a nuestra FAN.
Usted ha invocado muchas veces como razón de su rebelión en la década de los 50 la intervención de los EEUU en su país durante más de la mitad del siglo XX. Usted ha sido crítico de la forma en la que los soviéticos, a sus espaldas, negociaron a Cuba en el marco de la Guerra Fría. Muchos cubanos todavía resienten la grosera participación de los soviéticos en la dirección del Estado cubano durante tres décadas. Usted, que sabe eso, podría imaginarse la indignación que produce a los venezolanos ver a cubanos enviados por su gobierno en las más altas esferas del Estado, en las instalaciones militares, en el Palacio presidencial, en los cuerpos de seguridad, en registros y notarías. Imagine la humillación que sienten los oficiales de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana al recibir órdenes de extranjeros como los oficiales cubanos, quienes invaden nuestras instalaciones militares.
Venezuela ha sustituido a la Unión Soviética como sostén de Cuba, mientras aquí hay miles de refugiados que vieron sus viviendas destruirse y el gobierno no ha hecho nada para remediarles su situación. Su gobierno recibe –que se sepa– más de 110 mil barriles diarios de nuestro petróleo en forma de regalo, supuestamente compensado con servicios que no valen lo que cuesta producir el petróleo. Su régimen hace triangulaciones de negocios que encarecen lo que Venezuela importa y les permiten a ustedes una grosera e innecesaria tajada de comisiones. Chávez y ustedes han logrado que lo que ha sido la tradicional amistad entre cubanos y venezolanos, hoy esté atravesada por el resentimiento y la sospecha. Esa amistad volverá pero una vez que cese la invasión de funcionarios de su país al nuestro.
Usted invocó en su revolución la necesidad de luchar contra los cipayos que en su país propiciaron la intervención foránea durante décadas. Nosotros hoy luchamos contra los cipayos que en Venezuela han propiciado la intervención del gobierno cubano en la dirección de nuestro Estado y nuestra sociedad.
En el futuro seremos países amigos pero jamás aceptaremos la permanencia del status-quo que les ha permitido la anexión institucional de nuestro país al suyo. Tenga la seguridad de que mi gobierno estará comprometido con el pleno retorno de la democracia a Cuba.
Comandante Castro, deje de intervenir en los asuntos internos de Venezuela. Hágalo de buen grado o las fuerzas democráticas de Venezuela se lo volverán hacer entender como hace 50 años.

María Corina Machado