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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Meditaciones de prisa en el Día de la Prensa Cubana, de cumpleaños 25

Meditaciones  de prisa en el Día de la Prensa Cubana, de cumpleaños 25

 Roberto Pérez Betancourt

Este martes 14 de marzo conmemoramos el aniversario 25 de la institución del Día de la Prensa Cubana, en 1992, ocasión en la que los periodistas cubanos solemos reunirnos para departir, hablar de la historia de la prensa, de los que se fueron a destiempo y  de los bisoños colegas que   llegan a las redacciones procedentes de la Academia; de éxitos, premios y… premios; jurados; perfiles editoriales, caprichos y aciertos, deficiencias, síntesis biográficas publicadas  y… síntesis biográficas publicadas; detalles y omisiones, rarezas, sorpresas, incertidumbres, salarios, pensiones (¡¿!), tecnologías, obsolescencias, caprichos, aciertos y desaciertos; hábitos y costumbres; pérdidas y ganancias profesionales; en fin, de todo lo humano y hasta divino, inspirados en aquella premisa martiana de que el periodista ha de saber desde el microbio hasta la nube.

  Son estos tiempos galopantes de Internet y tecnologías digitales sobre diversos soportes, un verdadero reto para quienes se formaron en los antiguos modos de hacer periodismo impreso, radial y hasta televisivo.

 Las añoradas y contaminadas salas de linotipos, ramas, tipos de plomo, tinta, papel  y calderas. Cuando rememoro esto no puedo dejar de sonreír al recordar una antigua foto publicada en el diario Granma en la década del ochenta, cuando remodelaba sus talleres, en cuyo pie se leía: “Nuestra moderna sala de linotipos”.

 La sonrisa llega porque ya, desde entonces, el mundo abolía esa forma de composición y daba rienda suelta a la computación. En tanto, en el modestísimo periódico Girón, de la provincia de Matanzas, rogábamos para conseguir unas matrices de linotipos nuevas, porque las que teníamos estaban tan gastadas que no fundían el plomo adecuadamente.

 Sí, son estos tiempos modernos. No los de Chaplin, sino los de nosotros, los cubanos, en particular los periodistas, los que ejercemos la profesión en La Habana y “en el campo”, es decir, en el resto del país.

  Recientemente un alumno de periodismo me preguntaba: ¿cómo siendo usted de La Habana se quedó ejerciendo el periodismo en Matanzas? La respuesta es simple, dije, muy socorrida, pero real: por amor primero.

  Después por petición expresa. Más tarde por obligación casi, y más cercano en el tiempo por  “experiencia acumulada”, que es como una suerte de eufemismo existencial.

  Vinieron entonces recuerdos de muchos otros colegas que nacieron, se educaron en provincias y emigraron hacia la capital del país, donde ejercieron con fortuna y esplendor sus capacidades como informadores, y hasta de analistas  internacionales y directores de medios.

  Y entonces surgió el tema de las capacidades, de la obra individual, de las valoraciones de esos desempeños, de la historia de cada uno, de las oportunidades que brindan los diferentes medios de difusión masiva y en particular de las limitaciones extremas –materiales y mentales- que se sufren en provincias para “hacer trascender lo local”.

   En un reciente debate periodístico, donde analizábamos, como parte de un jurado, el trabajo de un conjunto de colegas que aspiraban al premio provincial A la obra de la vida, llegamos a consenso de que lo más justo era analizar el desempeño de cada compañero en el ámbito en el que él  había desarrollado sus labores a través de los años. Recordábamos que hubo un tiempo , cuando convencían al joven reportero de la necesidad de “permanecer  en la provincia, porque carecemos de cuadros”. Se consideraba un mérito dar el paso al frente y seguir haciendo periodismo “todoterreno”, que es decir, reportar y escribir de todo.

 Otros colegas, quizás más lúcidos a la distancia, decidieron “especializarse” en un tema, cultura, deportes, preferentemente, y saltar hacia la capital para hacer carrera brillante, en muchos casos, premiada también, mientras “en el campo” los consagrados al surco, a lo agropecuario, a lo azucarero,  a la industria, a la comunidad, a las cooperativas, planes especiales y hasta a las etcéteras, seguían recibiendo el tradicional diploma de periodista destacado en su medio de prensa de la provincia.

  No se puede negar: era y sigue siendo una felicidad, porque desde el terruño interior, nativo o adoptado, es una maravilla intentar que lo local trascienda a espacios nacionales y hasta universales.

  Hoy, además, deja de ser una utopía ejercer el periodismo universal desde el municipio y hasta desde la el propio hogar,  aunque siga costando mucha esfuerzo convencer a algunos funcionarios del entorno para que acaben de comprenderlo. Después de todo todavía la asignatura medios de difusión y comunicación no aparece en las carreras universitarias ni en los estudios que realizan los cuadros administrativos y políticos.

  Tenemos ya, afortunadamente, la Internet, los blogs, el acceso a ojos y oídos en cualquier latitud, y  sin  remuneración, pero con amor, el periodista de la aldea, estudioso y aplicado, puede hasta hacer análisis internacionales y como un todoterreno incursionar en el universo de asuntos posibles.

  Los que tenemos el hábito de la prensa matutina, seguimos haciendo periodismo de madrugada, que es como se necesita y hacen los órganos de mayor prestigio, para llevar al destinatario de nuestro trabajo lo que sucedió mientras dormía, aunque lamentablemente, algunos sectores informativos  siguen siendo silenciados en nuestra cubana prensa de la mañana, especialmente los sucesos del barrio, de la morgue, del hospital, de la estación de policía, porque continúan cargando con el fardo pesado del epígrafe “crónica roja”, cuando en realidad esta solo existe cuando la noticia se viste de morbo, no por el hecho en sí que motiva la búsqueda y la necesidad de información del que debe y necesita estar informado.

  Ese es un asunto que requeriría un ensayo de análisis y debate.

  Hoy, en este aniversario de la prensa cubana me limitaré a saludar a todos los colegas, los que hacen trascender lo local día tras días, desde lejanos rincones de nuestro universo isleño -perdón por tanta redundancia- y también a quienes publican un trabajo al mes, o al trimestre, ocupadísimos en desentrañar intríngulis de lo social maravilloso, o hallar las quintas patas a los gatos imperiales.

 A todos muchas felicidades y mi cariño septuagenario avanzado.

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