La aguja no está en el pajal
Roberto Pérez Betancourt
Es un secreto a voces: la producción agropecuaria de Cuba no alcanza para cubrir la demanda de los mercados domésticos y de la gastronomía y el turismo, incluidas entidades estatales, empresas mixtas y crecientes negocios particulares, y mucho menos para satisfacer las actuales necesidades del comercio exterior, igualmente en perspectivas de multiplicarse.
La provincia de Matanzas, con un amplio potencial productivo en el campo, podría aportar mucho más a esos mercados si alcanzara suficientes resultados de productividad y eficiencia en cultivos y crianzas de animales, de manera que el punto de ensanchamiento de nuestra economía no hay que buscarlo como aguja dentro del pajal, porque está a la vista en nuestras fértiles tierras ferralíticas y en las arcillas plásticas del sur.
Igual sucede en otras regiones del país, de manera que cuando el ministro de la agricultura de Cuba, Gustavo Rodríguez Rollero, declara en Washington, como hizo recientemente, que Cuba está abierta para poder intercambiar comercialmente con Estados Unidos, lógicamente está pensando que nuestro potencial productivo responda a la realidad que se avecina: la explosión de la demanda solvente nativa y foránea, sobre todo de productos agrícolas orgánicos, frutas y tabaco.
Igualmente cuando el Titular de la Agricultura asevera que el aumento del turismo hacia Cuba hace más urgente el reto de sustituir 50 por ciento de los alimentos que importa nuestro país, y admite las limitaciones de nuestra producción agropecuaria, incluido el déficit de diversificación que igualmente salta a la vista.
Al respecto, expertos recuerdan que Cuba tiene 500 mil campesinos responsables del 80 por ciento de la producción agrícola que atienden el mercado interno y algunas exportaciones, aunque sin posibilidad de dar abasto, por lo que la Isla realiza importaciones anuales de alimentos por dos mil millones de dólares.
Es evidente que no queda de otra: hay que intensificar la modernización de la tecnología agropecuaria y tomar en consideración que la fuerza laboral agropecuaria envejece, al igual que en otros sectores laborales, de acuerdo con las tasas demográficas que ubican en cada 20 por ciento el segmento poblacional de más de 60 años y su progresivo incremento, de manera que las perspectivas no son halagüeñas.
Esta realidad objetiva plantea el gran reto de buscar incentivos reales, palpables, para que los jóvenes se incorporen en mayor medida a la gran posibilidad de expansión económica que está en los campos cultivables de Matanzas y de todo el país.(TVY)(06/06/16)
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