La visita de Obama a Cuba, perreticas, controversias y de todo un poco
Roberto Pérez Betancourt
La anunciada visita del presidente de Estados Unidos Barack Obama y su esposa Michel a Cuba, los días 21 y 22 de este mes, continúa despertando curiosidad, “perreticas”, controversias y comentarios de todas las tendencias y colores, más cuando el mandatario acaba de anunciar nuevas medidas para aflojar las tenciones.
Libertad para que los estadounidenses viajen individualmente a Cuba; no como turistas, no, como turistas no, sino “en contacto pueblo a pueblo”, y facilidades para que Cuba pueda usar el dólar en ciertas transacciones…, lo que se une a anuncios concretos de acuerdos en materia de aviación civil, correo postal directo y comunicaciones telefónicas; empresarios y políticos en La Habana, promoviendo sus productos agropecuarios y anunciando posibilidades futuras de ampliar negocios, mutuamente provechosos y mucho más de la actualidad que sigue inundando páginas de aquí y de allá.
Los debates abarcan desde los más altos círculos de poder en el mundo, hasta las reuniones de vecinos, especialmente en Cuba y en Miami.
Transitan esos puntos de vista a través del universo informativo de las redes sociales y los medios de difusión masiva en Internet, los comunicados oficiales, o los chismes de aldea.
El asunto adquiere tono de histeria desenfrenada y “perreticas” cuando opinan los apocalípticos opositores al acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, temerosos de perder los dólares que siguen pagando la industria de la contrarrevolución y el oficial plan anticubano, a través de su presupuesto anual multimillonario, que no ha apagado sus incendiarias malas intenciones.
Por supuesto, en ese grupito de apocalípticos llorones se ubican La Loba Feroz, doña Ileanita Ross –L., y sus allegados, los Díaz Balart, junto a otra fauna de la misma especie, seguidores del trigueño de apellido Rubio a quien tratan, sin poder, de levantarle un altar de futuro abanderado de las causas caducas; en fin, esa gente que usted y yo conocemos perfectamente bien.
Y es que la visita de los Obama, el presidente y su esposa, más los acompañantes, desde secretarios (ministros), hasta empresarios de todas las categorías y sectores, junto con la prensa “multisoporte” y los que no aparecen con nombres y apellidos, despierta el rencor visceral que han heredado los descendientes del más rancio revanchismo anticubano miamense, ese que, horrorizado, presiente su propia extinción en el sur de la Florida, al comprobar que los tiempos han cambiado y ya no domina la escena política y social, aunque siga vociferando con incendiarias palabras y trate de fabricar a nuevos jinetes del apocalipsis, les basta que cualquier personaje de la farándula politiquera se preste a jurar sus malas intenciones contra Cuba si logra ascender al pináculo de la Casa Blanca, aunque tenga que vender el alma al diablo.
También están los otros, los que ansían limar asperezas y acortar las 90 millas para favorecer a las familias de ambas riveras.
Sí, la escena se torna cada vez más interesante y controversial, en relación con esta visita de Obama a Cuba, y se vincula al juego de pelota que sostendrán los equipos de la Isla y el Tampa Bay con la posible asistencia del mandatario norteño al estadio Latinoamericano, de manera que este desafío, con controversial Víctor Mesa dirigiendo a los del patio, adquiere ribetes políticos que los habituales de la especulación no pasan por alto, aprovechando la coyuntura para ganar audiencia, en un contexto en el que la Mayor de las Antillas ha informado oficialmente y con naturalidad exquisita que el mandatario estadounidense será bienvenido por el Gobierno de Cuba y su pueblo, con la hospitalidad que lo caracteriza, pues será una oportunidad para que el presidente Obama pueda apreciar la realidad cubana y seguir intercambiando sobre las posibilidades de ampliar el diálogo y la cooperación bilateral sobre temas de interés mutuo para ambos países.
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