Che, 48 años después de su entrada en el reino de los inmortales
Roberto Pérez Betancourt
Este 9 de octubre se cumplen 48 años de la entrada de Ernesto Guevara de la Serna, Che, en el reino de los seres humanos inmortales, condición conquistada sobre la base de su ejecutoria sobre la tierra, caracterizada esencialmente por su entrega a la causa de los humildes, el desinterés personal, la abnegación y la rara condición de ejercer una especie de sacerdocio sin altar ni iglesias, que lo convertiría en una especie de santo hacedor del bien, a quien los indígenas del sur le siguen encendiendo velas e implorando milagros que, afirman, él concede desde el ignoto paraje imaginario donde fue a reinar junto a otros de su singular estirpe.
Como hemos referido antes, amigos y enemigos, elogiadores o detractores, desde diferentes ópticas y matices de crítica y tolerancia, a través de los últimos años han pretendido interpretar el pensamiento y la acción política y revolucionaria de Che, a quien conocí y traté en calidad de Ministro de Industrias, cuando me gradué en la Escuela para Administradores de Empresas, que él fundó en 1960, y de la que egresaron los primeros cuadros a finales del 61 para asumir las riendas de entidades nacionalizadas por el naciente Gobierno Revolucionario, tras el triunfo el primero de enero de 1959.
Muchos han tratado de interpretar las ideas guevarianas en los diferentes aspectos en los que Che asumió responsabilidades a cuenta y riesgo, tan disímiles como las de Comandante guerrillero, funcionario del gobierno, combatiente internacionalista en varios escenarios, Ministro Presidente del Banco Nacional, impulsor del movimiento de Racionalizadores e innovadores, apasionado defensor del sistema de financiamiento presupuestario y de lo que llamó literalmente “desestímulo material”, porque en su visión de futuro solo así se forjaría la conciencia de un hombre nuevo, desprendido del interés monetario e impulsado por la conciencia de servir a la sociedad sobre la base del trabajo voluntario…
Se puede estar de acuerdo o no con las prédicas de Che en todas las esferas citadas, y en otras en las que transcurrió su vida corta sobre la tierra. Pero a pesar de distintos enfoques e intereses que mueven polémicas en torno a la personalidad de Che Guevara, como ser humano, estadista, político y combatiente, la influencia del ejemplo multifacético que emana de su ejecutoria integral se agiganta en la medida en que transcurre el tiempo, desde su asesinato el 9 de octubre de 1967 en la aldea boliviana de La Higuera.
Esencia de esa mística universal es un principio que guió todas las acciones de Ernesto: la actuación personal no debe desligarse de la palabra del individuo.
Ni el joven inquieto que recorrió Sudamérica en motocicleta, ni el conspirador, ni el guerrillero en la Sierra Maestra o el político y Ministro en Cuba, ni el combatiente internacionalista en África y Bolivia, admitieron actitudes de doble moral.
La idea inconmovible, la que guió todos los pasos del mismo hombre, fue que sólo se puede dirigir a partir del ejemplo.
Esa verdad rompe todos los linderos, gana simpatías, enrumba conductas y ayuda a humanizar a quien sea capaz de interiorizarla y actuar en consecuencia para rebelarse contra la injusticia, hombre o mujer, joven o adulto, en cualquier sitio y a toda hora.
Por eso no sorprende que en manifestaciones obreras, desfiles, mítines estudiantiles o asambleas campesinas, foros internacionales y debates domésticos, desde la aldea hasta el ámbito más universal, se cite a Che Guevara como paradigma de justicia y humanidad, y su imagen multiplicada recorra avenidas y tapice escuelas y hogares, se eleve en pancartas y aparezca sobre camisetas y hasta tatuada en la piel de los humanos.
Reitero: No se trata precisamente de un culto religioso específico, aunque, en sitios humildes, indios y aldeanos encienden velas e imploran milagros mientras evocan a Che Guevara.
Y es que Che pertenece a todos. A los que piensan y actúan conforme a una cultura formada en aulas de estudios y sedimentada en razonamientos de lo justo y provechoso, hasta aquellos que reaccionan conforme al credo que espiritualmente los engendró, incluidos los que profesan ortodoxas denominaciones religiosas, presumen de ser laicos o se confiesan ateos.
Algunos con la intención de confundir han pretendido dar una interpretación torcida a las motivaciones guerrilleras y hasta temerarias de Che, aduciendo que este buscaba la muerte, como alguna especie de inmolación inspiradora para otros.
Esa es una apreciación inconsecuente con los análisis lúcidos que caracterizaron al Guerrillero Heroico, desde sus exposiciones teóricas hasta las decisiones tomadas in situ, en los instantes más difíciles, y que pueden apreciarse incluso en su Diario de Campaña en Bolivia.
En opinión del escritor Paco Ignacio Taibo II, autor de una biografía de Che Guevara: “No hay una vocación suicida en el Che, pero sí existe -incluso a lo largo de su juventud- una actitud de probarse, de buscar el límite de una manera muy racional. Una especie de ¿hasta dónde doy? La temeridad es un aspecto obligado del tipo de proyecto que desarrolló”.
La lucha social y revolucionaria en el siglo XXI no plantea los mismos elementos tácticos que condujeron en 1956 al surgimiento del movimiento guerrillero en Cuba, y que a partir de su experiencia triunfal halló eco en otras zonas latinoamericanas, donde la explotación de obreros y campesinos por parte de la alta burguesía doméstica y los intereses económicos foráneos mostraba relaciones propias de regímenes esclavistas y feudales.
Las iniciativas guerrilleras de Che no pueden descalificarse sacándolas de contexto histórico.
Nadie puede categóricamente afirmar que en el futuro no se repitan las condiciones que originaron la proliferación de guerrillas como única alternativa de liberación.
Hoy, al igual que ayer, hay situaciones especiales, como las de Cuba, que afronta una sostenida agresión y bloqueo por parte de la mayor potencia económica y militar del Planeta, que dura más de 50 años, lo que exige la práctica de una doctrina militar que privilegia la preparación de su pueblo para la defensa, indispensable como táctica y vital en la estrategia, sin renunciar al acercamiento político, al análisis de los problemas pendientes, pero sobre la base de que la soberanía nacional no es tema de discusión, sino principio de sustentación.
De nada valdría a los humildes de siempre acceder al poder político en su país sin consolidar las bases que garanticen su independencia económica y la posibilidad real de defenderse ante las amenazas y los ataques de las aves de rapiña imperiales.
Ciertamente,48 años después de la entrada de Che en el Olimpo de los humanos inmortales, su ejemplo ético, patriótico y de solidaridad internacionalista sigue sembrando esperanzas, nutre de juventud, vigoriza la rebeldía revolucionaria, inspira voluntades, es actual y no conoce fronteras. (TVY)(Actualizado en 07/10/15)
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