Percepciones desde las gradas
Roberto Pérez Betancourt
Foto: Estadio Victoria de Girón
Los finales del campeonato nacional de béisbol han atraído a decenas de miles de aficionados a los estadios, en las provincias cuyos equipos han participado de la fiesta deportiva, que en estos días alcanza su expresión más admirativa y ruidosa con la porfía entre matanceros y pinareños por alcanzar la corona de la 53 serie nacional.
Pero no hablaré de pelota.
Estas líneas intentan captar su atención en relación con un fenómeno que, aunque a la vista de todos, a veces no se aprecia en su real dimensión y trascendencia.
Me refiero a esas imágenes de alegría desbordante, a esos coros de jóvenes, adultos y niños, todos juntos, alentando a su equipo, retando a los contrarios, bailando al ritmo de cornetas y tumbadoras, que se cuelan por los micrófonos de la radio y la televisión, llevando hasta los hogares la algarabía.
Sobre todo esto, en el estadio Victoria de Girón, varios turistas que gustan de la pelota me manifestaron su asombro, porque, según ellos, “toda esa gente en el estadio está mandando un mensaje colectivo de felicidad, que mucho contrasta con lo que dicen algunos medios de prensa extranjeros sobre la realidad cubana”.
Y es que las multitudes se comunican con una fuerza numérica trascendente y cualitativa. Porque nadie los insta, nadie los presiona ni los vigila. Es una manifestación auténtica y espontánea, que trasciende dificultades personales, agobios cotidianos, tareas y obligaciones, y se desborda en canciones, en epítetos, en gestos, en vestidos con colores que unifican y expresan preferencias, en carteles humorísticos, en insólitos cocodrilos, leones, naranjas, panteras, tabacos y otros íconos, en bailes improvisados en las gradas, en explosiones de júbilo y silencios expectantes, expresiones todas que de conjunto, hacen exclamar a mis vecinos provenientes del norte:” Definitivamente toda esta gente está contenta”.
Sí señor, y multiplíquela por millones más, en Matanzas y en todo el país.
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