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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Manolo García, “hasta la vista, mi hermano”

Manolo García,  “hasta la vista, mi hermano”

Roberto Pérez Betancourt

Nos dijo hasta luego el inefable Manolo García, con un guiño cómplice de muchacho crecido hasta los 91, sin que se le vieran las arrugas del tiempo ni las cicatrices del alma, porque, simplemente, Manolo no era de los que exhiben dolencias, sino de aquellos que empujan la vida hacia adelante a puño limpio y sonrisa abierta.

Parece que ahora mismo sonará el teléfono y Manolo pedirá comentar las noticias del día, insistirá y exigirá estar no solo informado, sino listo para opinar de casi todo, desde lo sucedido ahorita en el barrio y lo que dicen los cables sobre la guerra en Iraq y en Afganistán. Después insistirá que le comente sobre los preparativos de zafra, jurará que algún día Matanzas volverá a ser la Matanzas azucarera de la zafra de los 10 millones, me preguntará si ya me contó sus experiencias como corresponsal de guerra en Playa Girón, y antes de colgar no podrá faltar una alusión a la fábrica de Jarcias, su fábrica, donde ambos nos conocimos una fresca mañana de enero de 1962, cuando me estrenaba como administrador de esa industria y él volcaba sobre una sábana de papel los resultados de la producción para después irse corriendo a atender su responsabilidad en la Dirección provincial de Cultura, sin desatender sus labores periodísticas en la Radio y en el periódico Revolución, envuelto en la vorágine del tiempo.

Así era mi pertinaz Manolo, con quien tuve el placer de cultivar una vieja amistad y compartir satisfacciones y frustraciones periodísticas. Él, inclaudicable, presto al comentario y al editorial, a la sonrisa amable y a la crítica severa, orgulloso de sus raíces y de su hermano Reynold, del 26 de Julio, de Fidel y de sus compañeros todos, sin exclusiones ni prejuicios, apegado a su verdad y al tesonero afán de no despegarse del micrófono, arrancándole minutos al tiempo inexorable, al que nos lleva consigo, pero consciente de que a esta dimensión inatrapable no se le puede engañar. Una nota impersonal nos informó el viernes del deceso de Manolo García y de que su cadáver será cremado y habrá una ceremonia íntima de despedida. Pero 20 líneas no pueden atrapar la vida de 91 años ni los 70 dedicados al periodismo con vocación de quien empieza cada mañana en los trajines de la palabra, ni los muchos galardopes que recibió por su larga trayectoria de consagración a una profesión que tanto amó, incluida la de Héroe del Trabajo de la República de Cuba y el Premio Nacional de Periodismo josé Martí.

Manolo García fue un periodista con Mayúscula, diría de él Celestino García Franco, otro colega que hace poco se marchó con la misión de ir desbrozando el camino. Recordarlos a ambos duele. Y me parece que ahora mismo escucho la acerada ironía amigable del Cele cuando me dice: “Pero te queda al menos el consuelo de que la cuenta del teléfono bajará ahora que no estamos”.

Escucho a Manolo contestarle con un vocablo impublicable. Los tres nos echamos a reír y luego, un poco más tarde, cuando la luna escale la noche, si no es nueva, el Cele, con su eterno cigarrillo entre los labios, anunciará que se irá a caminar por la vereda del San Juan, pero antes de irse a dormir pasará por el parque de La Libertad. Manolo se despedirá apresurado, porque debe correr a la emisora donde grabará “algo en pocas palabras”, y alejándose mientras abanica la mano dirá “Hasta la vista mi hermano”. Yo me quedaré ahora esperando llamadas telefónicas de un teléfono cada día más empeñado en enmudecer, para espantar la nostalgia abriré un libro de Carilda y trataré de seguir engañando al tiempo.

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